Por lo visto, hace unos días salía publicado en el Boletín Oficial del Estado el nuevo temario de Religión Católica. No es que el BOE sea una de mis lecturas favoritas, pero escuché la noticia en la radio mientras conducía. Y uno de los colaboradores del programa se extrañaba de que en uno de los temas de la asignatura se dijera algo así como que la persona es incapaz de ser feliz por sí misma. Afirmaba tan insigne intelectual de la FM patria que afirmar tal cosa en el BOE era algo así como “ciscarse” en la historia de la Filosofía y que el hombre debía buscar sus propios caminos para la felicidad y bla, bla, bla…
Yo, aunque ya no me asusto de casi nada, me quedé perplejo ante tal grado de ignorancia o de mala fe. Vayamos por partes:
1.- La asignatura de Religión Católica es una asignatura optativa; es decir, que cada padre elige cada curso (todos los cursos, uno detrás de otro) si quiere que su hijo o hija curse esa asignatura o no. Es un derecho de los padres elegir si quieren que sus hijos sean educados en la moral y en la religión católica, en la protestante, en la musulmana o en ninguna. La aconfesionalidad del Estado no significa perseguir los principios religiosos de los ciudadanos, sino aceptar esos principios como algo positivo sin que el Estado se identifique con ningún credo en particular. Es el Estado el aconfesional: no los ciudadanos, que deben ser respetados independientemente de cuáles sean sus convicciones religiosas. Y además, la Constitución vigente hace una referencia expresa a la Iglesia Católica que es la mayoritaria en nuestro país, como resulta obvio. Ya Azaña cometió el error de afirmar que España había dejado de ser católica. No vuelvan a las andadas, señores progres.
2.- Hay padres que además de elegir la asignatura de religión, también optan libremente por llevar a sus hijos a colegios confesionales. Es lo que tiene la libertad: que uno puede elegir lo que prefiere o lo que considera mejor para sus hijos dentro de la oferta que tenga a su alcance.
3.- La Civilización Occidental ha estado marcada, para bien y para mal (eso lo dejo a elección del lector), por la religión cristiana. Es imposible entender la historia de Europa o de América sin conocer la influencia que en esa historia ha tenido la Iglesia. ¿Dejamos de explicar Historia?
La cultura europea ha estado absolutamente determinada por la fe cristiana: ¿cómo entenderíamos el Románico, el Gótico, el arte del Renacimiento, el arte barroco, etc., sin conocer la fe y la moral de la Iglesia? Si a los niños no se les enseñara la cosmovisión cristiana, ¿entenderían las pinturas de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina? Sin unos mínimos conocimientos de la Historia Sagrada, ¿se entendería buena parte de la pintura y la escultura europeas, expuestas en los mejores museos del mundo? ¿Alguien cuestiona que buena parte del mejor arte tiene como tema fundamental la fe cristiana? A ver los listos progresistas: ¿Qué hacemos con Giotto, Miguel Ángel, Rafael, Leonardo, Rubens, con la pintura flamenca del XVI y del XVII, con la imaginería barroca española, con el Cristo de Dalí…? ¿Dejamos de explicar Historia del Arte?
Se puede entender y explicar la literatura española o la literatura universal sin conocer la fe cristiana? La literatura española, desde El Cantar de Mio Cid hasta el Ciprés de Silos de Gerardo Diego (por decir algo) está transida de cristianismo. Por no mencionar a Gonzalo de Berceo, al Arcipreste de Hita, a Jorge Manrique, a San Juan de la Cruz, a Santa Teresa de la Cruz, a Lope de Vega, a Cervantes, Galdós, etc., etc., etc. Yo, si tengo que escoger entre Jorge Manrique y el Gran Wyoming o entre Santa Teresa y Julia Otero, no tengo la menor duda. Y en cuanto a la literatura universal, ¿qué hacemos con Tolstoi, con Dante, con Chesterton, con Tolkien o con C.S. Lewis? ¿Dejamos de explicar literatura?
¿Cómo disfrutar de la música clásica sin conocimientos de la fe cristiana? ¿Se puede entender y disfrutar de los cánticos gregorianos sin conocer los fundamentos de la liturgia y de los textos cristianos? ¿Se entendería la música de Johann Sebastian Bach sin saber nada de la Reforma Luterana ni de la fe cristiana en general? ¿Se entiende El Mesías de Handel sin saber Quién es el Mesías? ¿Y la música de Beethoven y la de Mozart y la de Schubert? ¿Eliminamos la música clásica de un plumazo?
Vamos a ver, listos del mundo “progre”: ¿quién inventó la Universidad? ¿No habrá sido la Iglesia Católica quien creó, promovió y desarrolló las principales universidades de Europa desde los tiempos oscuros de la Edad Media? ¿Será casualidad que el desarrollo de la ciencia y de la técnica haya fructificado en la civilización cristiana y no en la budista, en la hinduista o en la islámica? ¿Sabéis por qué? Muy fácil: mal que os pese, para nosotros, los cristianos, la Verdad es Dios y cuanto más cerca estemos de la Verdad, más cerca estaremos de Dios. La verdad no nos asusta: la buscamos con pasión. Sea cual sea. Por más que os esforcéis, nunca ha sido incompatible fe y ciencia, ni fe y razón. Desde el principio, el Dios cristiano se identificó con el Logos de la filosofía griega. La verdadera sabiduría nos acerca a Dios: no nos aleja de Él. Es más: algunos de los científicos más grandes de la historia fueron cristianos. Pongamos unos pocos ejemplos, sin ánimo de ser exhaustivos:
- Blaise Pascal (1623-1662): matemático y científico, realizó trabajos sobre la presión atmosférica y formuló la teoría matemática de la probabilidad.
- Isaac Newton (1642-1727): descubridor, entre otras muchas cosas, de la ley de la gravitación universal. Era profundamente religioso, hijo de padres puritanos.
- Gregor Mendel (1822-1884): padre de la genética moderna, era monje agustino.
- Louis Pasteur (1822-1895): inventor de numerosas vacunas y de la esterilización de los alimentos. Era católico fervoroso y dijo aquello de que "un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia devuelve a Él".
- Georges Lemaître (1894-1966): físico y matemático, consiguió una explicación a la expansión del Universo, dando una respuesta completa a los diversos problemas que planteaban las cosmogonías de Einstein y de De Sitter. Era sacerdote jesuita.
Y hablando de filosofía, ¿entienden ustedes la Historia de la Filosofía sin San Agustín o sin Santo Tomás? Edith Stein fue una de las filósofas más brillantes del siglo XX, murió en Auschwitz y fue canonizada como Santa Teresa Benedicta de la Cruz. ¿O tal vez sólo cuentan los filósofos materialistas y ateos? Porque algunos de los mejores filósofos de los últimos dos mil años fueron cristianos: desde la Edad Media hasta la actualidad: ¿o es que los filósofos personalistas no son filósofos? ¿San Juan Pablo II o Benedicto XVI no han sido grandes intelectuales, filósofos y teólogos? Seguramente para los chicos progres de la radio o de El País sólo cuentan sus filósofos, sus científicos, sus artistas…
Privar a los niños y jóvenes de España de conocer los principios morales, las oraciones más comunes, los fundamentos de la liturgia, de la Historia Sagrada, de los sacramentos y del Credo significa privarlos de sus propias raíces históricas y culturales. Pero los progres de este país y del Occidente neopagano es lo que quieren: desarraigar a las nuevas generaciones para que, una vez privadas de su herencia, no tengan más remedio que rendirse a su proyecto de ingeniería social. Y ese proyecto pasa por la destrucción de la Iglesia y de la familia: las dos instituciones que han sustentado la Civilización Occidental durante los últimos dos mil años de Historia.
Por eso para el progresismo pagano es tan importante adueñarse del alma de los niños en las escuelas. Por eso les es crucial apoderarse de los medios de comunicación y de los ámbitos de la cultura (cine, teatro, artes plásticas, literatura). La escuela, los medio de comunicación y los productos culturales son los tres pilares del proyecto totalitario que está en marcha; son los vehículos de la propaganda que emplean para pervertir moralmente a nuestros hijos, para difundir su ideología de género, para normalizar la inmoralidad, para banalizar la sexualidad, para promover el aborto, para destruir a la familia.
La fe no se impone: se propone. Los colegios no pueden evangelizar por sí solos a nadie, porque la fe se transmite fundamentalmente en casa: en la familia. La escuela puede colaborar, pero no sustituir a la familia (de ahí el interés por destruir a la familia). La asignatura de religión, que han estudiado la mayoría de los progres que hoy tanto patalean, no parece que a ellos les haya afectado mucho. Muchos de ellos estudiaron con curas y monjas y ya ven ahora cómo se las gastan. Pero incluso para ser ateo, hace falta saber teología: aunque sea para negarla. La cultura nunca está de más. Saber nunca sobra. Otra cosa es creer lo que predica la Iglesia. En eso interviene la libertad de la persona y la gracia de Dios. Nuestra verdad, la Verdad de los cristianos, es la Verdad del Amor. Y el amor no se puede imponer. Nadie puede obligar a nadie a amar a Dios o al prójimo. Por eso no caben posturas fanáticas entre los cristianos (aunque alguno queda – pocos, pero alguno hay: no vamos a negar la realidad). Pero la mayoría de los católicos somos gente honrada y buenos ciudadanos. Y tenemos derecho a profesar nuestra fe en una sociedad libre. Aunque hoy se nos trate como si sufriéramos algún tipo de enfermedad rara y algunos nos miren como bichos raros. Algunos quieren hacer ver que ser creyente es una especie de patología personal y social que hubiera que erradicar por el bien de la sociedad. Cualquier día a alguno se le ocurrirá medicarnos o encerrarnos en centros de reeducación (¡eso ya lo hacen en China o en Corea del Norte!). Los de Podemos ya anunciaron que prohibirían las procesiones de la Semana Santa por ser expresión del fanatismo irracional. Pero los del PP, los de PSOE, los de Ciudadanos o los de UPyD no son muy diferentes en lo que respecta al asunto de este artículo. De hecho, la ley más restrictiva respecto a la asignatura de Religión es la que ha firmado el ministro Wert: la de Rajoy es mucho peor que la de Felipe González o la de Zapatero. Con eso está todo dicho.
Pero por mucho que se escandalicen los ateos anticatólicos progres, para mí, como católico, Cristo es y seguirá siendo el Alfa y Omega, el principio y el fin; el origen del Universo, del mundo y de mi propia vida; y el destino final hacia el que se encamina la Historia y todo cuanto ha sido creado por Dios. Creo que Jesús es el Señor y que sólo Él salva del mal y de la muerte: sólo Cristo puede hacernos felices. Sólo Dios basta. Ya lo decía Santa Teresa. ¿Estaré enfermo por ser católico? Pues si es así, yo ya no tengo cura. Ni falta que hace. Bendito sea Dios.
Pedro L. Llera