Estos días se ha reavivado la polémica sobre el aborto. No porque lo prohíban ni dejen de considerarlo un derecho (que todo sigue igual), sino porque ahora las de 16 años ya no podrán abortar sin el consentimiento paterno. ¡Oh, gran herejía! ¡Pasen y vean el desfile de argumentos carnavalescos basados en millonarias cifras de abortos clandestinos y padres opresores de la libertad y los derechos sexuales y reproductivos de sus hijas!
Sobre las cenizas de lo que un día fueron los Derechos Humanos, promovidos por la civilización cristiana, se ha construido el dogma progre, según el cual lo que no es obligatorio debe estar prohibido. Así, estaría prohibido echar piropos (es violencia de género), que los niños jueguen con coches y las niñas con muñecas (es sexista), los toros (es maltrato), la equis a favor de la Iglesia (es un privilegio), etc, etc, etc. Y ya es obligatorio callarse los pensamientos sobre lo gay, el género, la educación pública, el cine español o el aborto (que será obligatorio para mejorar la especie), si no se corresponden con la doctrina oficial. Interviene entonces “la Progre Inquisición”, auténtica policía del pensamiento del yihadismo laicista, que no pone bombas, pero condena al ostracismo intelectual a los opositores.
La nueva Ley de mal-Educación (de nueva no tiene nada, pues es maquillaje a una estructura educativa que soportamos ya 20 años) mantiene la famosa “Religión para la Izquierdadanía”, cambiándole el nombre por un eufemismo, y las clases de corrupción sexual. Para más inri, elimina el derecho de los padres a elegir el tipo de educación religiosa y moral que quieren para sus hijos en bachillerato (dejando su oferta en manos de las creencias personales del director del centro), y en primaria reduce su horario hasta convertirla en algo insignificante. Parece ser que las niñas de 16 tienen derecho a abortar (aun con la oposición de sus padres), pero no tienen derecho a clase de religión (aunque sus padres quieran), no sea que les coman el cerebro con doctrinas tan destructivas como virginidad, defensa del no nacido, complementariedad sexual, indisolubilidad matrimonial, procreación responsable, vida eterna... Para colmo, los sindicatos van mintiendo por ahí con que la asignatura de “adoctrinamiento y catecismo” sale reforzada con la “reforma educativa de los obispos” (como la llaman).
Los padres cristianos mientras tanto se untan la cabeza con estas cenizas y celebran la cuaresma metidos en sacristías, mientras en la calle, la escuela y el parlamento continúa el carnaval. Al final enterraremos la sardina, no asesinada, sino muerta por inanición o inacción, que es lo mismo.
Ignacio Rodríguez Coco