En la cama del hospital acabo de recibir la noticia de mi inminente fallecimiento. Los médicos procuran que el «trance» sea lo más suave posible y para ello recibo medicación paliativa y estoy bien atendido por las enfermeras. Mis familiares están a punto de venir a despedirse de mi y en este tiempo que me queda hago memoria de los hitos fundamentales de mi vida como cristiano, que ahora comparto con cierta perplejidad….¿será esta perplejidad un toque a mi conciencia?:
De mi bautizo, a muy tierna edad, se lo que me contaron ya que no tenía conciencia de ello. Al parecer se celebró como una entrañable fiesta familiar y curiosamente los que fueron a la Iglesia no eran, en su mayoría, católicos practicantes. Mi bautizo se celebró un domingo por la mañana, en horario fuera de Misa, y casi nadie de los asistentes fue a Misa ese día…..
De mi primera comunión recuerdo que fue una jornada muy divertida. Había estado asistiendo dos años a la catequesis preparatoria en un ambiente humanamente afectivo, lo recuerdo muy bien, aunque la verdad es que el día de mi primera comunión no tenía nada claro que era eso de la «galleta» que iba a tomar. Algunas personas trataron de inculcarme la verdad de un Dios hecho hombre que nos quiere, pero a mis 9 años había algunas incoherencias que me llamaban la atención:
- ¿porqué algunos catequistas que nos enseñaban no iban a Misa todos los domingos?
- ¿porqué mis padres me dejaban en la Iglesia y durante la Misa se quedaban fuera sin participar de ella?
- ¿porqué me dejaban de llevar a Misa en verano, navidades y puentes….con la excusa de que no había «misa de niños»?
- ¿porqué había tanta diferencia entre la «misa de niños» (con payasos y palmas) y la misa «normal» cuando se suponía que tras la primera comunión debíamos seguir asistiendo a misa?
Lo que más recuerdo es que, tras la Misa de ese gran día, recibí montones de regalos y mis padres prepararon una fiesta como si fuera un boda Curiosamente uno de los temas de conversación en la sobremesa fue que era una vergüenza tener que haber dado un sobre a la parroquia para los gastos de dos años de catequesis….y mientras tanto ese día se tiró a la basura bastante comida de sobra.
También me chocó bastante que, antes de la comunión, nos llevaron a confesar con el sacerdote, pero claro, como nos inculcaban que, salvo matar y robar, nada era pecado, yo pasé un rato divertido hablando con el cura sobre mis anécdotas en el colegio. Cosas de la vida….unos años después leí que en Fátima la Virgen María enseñó el infierno a tres niños en edad de comunión…y yo imaginaba que sería una «Virgen muy mala».
Recuerdo también como en aquella Misa de primera comunión comulgó casi toda la gente que vino. De mi familia, que casi nadie iba a Misa los domingos, todos comulgaron y a ninguno vi rezando tras hacerlo, pero claro, estaban muy pendientes de mi que era el «gran protagonista» de ese día.
Después de esa jornada, ya no volví más a Misa hasta que cumplí la edad de confirmación, con 16 años. La verdad me preguntaba porqué la llaman «primera comunión» a la que no tiene segunda…
Con 16 años acudí a la catequesis de confirmación. Iba un día a la semana, y a Misa no iba, pues ya se me había olvidado como responder y por otra parte me daba «corte» delante de mis amigos eso de ir a Misa un domingo. Iría sólo el día de mi confirmación. En la catequesis descubrí muchas facetas sociales y culturales de la fe católica, había películas, excursiones……..de repente un amigo me invitó a una charla que daba un sacerdote que, decía él, era del «opus»….y claro, antes de ir consulté a mi familia que me lo desaconsejó del todo. El caso es que conocí luego a otras personas de eso que llamaban «opus» y me llamó la atención su firmeza en la fe y la claridad de su pensamiento, que en el fondo envidiaba, pues yo a mis 16 años ya sabía que todo es relativo y que lo bueno o malo depende de cada uno. Además me dijeron en la catequesis que TODOS estamos salvados por la bondad de Dios, y que eso del esfuerzo moral era un atavismo del pasado. Pues me confirmé, hice una gran fiesta…., antes me confesé (aunque no recuerdo ni lo que dije) y al comulgar en esa Misa si tuve un poco de nostalgia de mi primera comunión. Esta era la segunda.
Cuando conocí a la que creía «mujer de mi vida» (también confirmada como yo, pues coincidí con ella en la catequesis), tenía claro que para probar la afinidad había que vivir juntos antes de plantearse una boda, civil o religiosa. Nos fuimos a vivir juntos y, para evitar embarazos no deseados usábamos preservativos y otros medios artificiales. Curiosamente yo pensaba, en tiempos no muy lejanos, daba como vergüenza ir a una farmacia a comprar gomitas, y ahora, tan tranquilos…¡qué buena es la modernidad!….y en mi familia notaba que lo veían como algo normal y natural. Y si alguien en casa de mis padres se atrevía a hacer alguna alusión moral a mi situación, ¡pobre de él!…..en fin, recuerdos de mi periodo pre-matrimonial. Pero al final decidimos casarnos y, por supuesto, por la Iglesia. Era mucho más bonito que por lo civil y además seguro que así íbamos a recibir más regalos. Acudimos a un cursillo de catequesis junto a otras diez parejas. Todas ellas ya convivían antes de casarse. El catequista no dijo nada sobre ello y todos asumimos la idea de que la Iglesia ya había cambiado su doctrina para ajustarse a los tiempos…..¡pues ya era hora!…., es que eso de la «castidad» ha de ser sólo para gente esa del «opus» o similar!
Nos casamos en una alegre ceremonia donde hubo Misa. Si, comulgué por tercera vez en mi vida. Tenía su toque estético ese símbolo de comulgar, y el cura nos permitió hacerlo con las dos especies. La foto de mi novia con el Cáliz fue espectacular….no se me olvida el gesto. El cura en su homilía sólo habló de alegría y fiesta….¡eso es un cura!….y ni una palabra de moralina o responsabilidades por eso que llaman «el sacramento».
Al empezar nuestra vida de casados planificamos un par de años sin tener hijos y, luego, según circunstancias. Era esencial para nosotros poder viajar dos o tres veces al año, y darnos algunos gustos necesarios para vivir contentos. El caso es que a veces pensaba como habrían podido ser felices, y fieles, tantas generaciones de matrimonios en tiempos pasados teniendo tantos hijos….
Antes de caer gravemente enfermo tuvimos dos hijos a los que educamos en ausencia total de disciplina y autoridad, ya que las nuevas tendencias pedagógicas así lo aconsejan. La verdad no estoy tan seguro de que lo hiciéramos bien… han salido algo egoístas… de hecho hoy mismo estaban muy ocupados para venir a acompañarme y sólo lo harán ahora que se les ha dicho que mi vida se acaba en poco rato… pues no se quépensar.
En este hospital hay un capellán que se ha ofrecido a darme la unción de enfermos y la comunión (sería mi cuarta vez a modo oficial, pues he comulgado otras veces cuando he tenido que ir a Misa por invitaciones a eventos). Sin embargo mis amigos y allegados prefieren que NO venga el sacerdote, que me voy a impresionar, que lo que me hace falta ahora es cariño humano….nada de oraciones y ritos, y menos aún de un cura que les da «mala espina» (viste de clerigman…¿será del opus?….y en la capilla del hospital le han oído predicar sobre el «pecado»)
Termina mi «recorrido hacia atrás»… al final el cura ha venido y me ha dado la unción (no la comunión) y de repente he sentido un toque tremendo en mi conciencia y, balbuceando, he llegado a pensar si habré sido engañado, si me habré dejado engañar por una fe falsificada con apariencia de modernidad... pero me queda muy poco tiempo... y el cura (el cura vestido de negro que ahora me parece un ángel) me está ayudando a hacer una confesión lo más sincera posible... y mientras llegan mis familiares y ponen cara de desagrado, van a quejarse al médico por la entrada del cura... y la muerte me llega en este momento. Y digo: «Dios mío perdóname», y «Padre, rece por mi». Entro en la eternidad y me encuentro con Dios Verdadero y Justo...
Epílogo: En la Misa de entierro el cura salió vestido de blanco, en la homilía dijo que ya estaba salvado y que era hora de consolar a los familiares. Le faltó decir que «esto es una fiesta».
Nadie rezó por el fallecido, excepto aquel cura del Hospital que vestía de forma tan rara……
P. Santiago González
Publicado originalmente en Adelante la Fe