La ecuación del aborto y el preservativo
Ya ha pasado la polémica sobre la campaña del ministerio para promover el uso del preservativo. Sin embargo, la campaña sigue, incluso se suman nuevas iniciativas como abaratar el precio de venta del condón a 20 céntimos. Entonces se hicieron muchas reflexiones, entre todas ellas me que quedo con la ecuación “+ condones = + abortos” que leí a un blogger de religiónenlibertad, y como uno ha sido cocinero antes que fraile, (de ciencias antes que de letras) me propuse resolverla. Es decir, buscar la incógnita que falta y que explica la igualdad entre los miembros de la ecuación.
Antes que nada, conviene comenzar probando la certeza de la afirmación. Como los números no engañan y la realidad es obstinada, estos son los datos. Según publicaba el diario La Razón (14-XII-2008, p.83) citando datos del Instituto de Política Familiar: “Cuando los anuncios [sobre el uso del preservativo] comenzaron a emitirse en España se practicaban 30.000 abortos. Aquel año aumentaron un 21 % y, ocho años después, un 62%”. Estos datos tienen una primera lectura: dado que uno de los propósitos de la campaña es evitar embarazos no deseados y abortos, hay que concluir que las campañas con un auténtico fracaso. (No entro a analizar la relación de las campañas con la transmisión de enfermedades venéreas porque no dispongo de los datos).
La ecuación es cierta, no cabe duda. Pero ¿por qué? ¿Cómo es posible, consideraciones morales aparte, que si se usan más preservativos haya más embarazos no deseados y más abortos? ¿Es que el preservativo no es eficaz? Sería la primera posibilidad, pero hay que descartarla. Al menos, para evitar la fecundación, el preservativo presenta cuotas eficaces, hasta un 86 %. Entonces, ¿por qué es cierta la ecuación?
Tengo para mí, que para dar respuesta haya que descender al nivel de los valores. Y la incógnita es la banalización. Es decir, la trivialización, el hacer algo insustancial. Trabajemos sobre esta hipótesis.
En primer lugar, promover el uso del preservativo en pro de un supuesto sexo seguro, tiene como efecto secundario que la relación sexual deja de llevar la carga de responsabilidad que se desprende de la posibilidad de ser un acto procreador. Más sencillo, si es posible el sexo seguro (sin riesgo de embarazo) éste se convierte en un juego más, en algo trivial, banal.
En segundo lugar, la banalización pasa de un miembro a otro de la ecuación, como una incógnita matemática, y la banalización se difunde, como por ósmosis, al aborto. El aborto y el uso de la píldora del día siguiente, es una cosa más, sin importancia, vamos que no pasa nada (quizá un mal rato físico, pero nada más). Otro juego más, como el del sexo. No se tiene constancia de acabar con una vida, de matar a un ser humano.
En tercer lugar, la banalización retorna al sexo y este se práctica como un juego, de forma banal ¿y por qué a un juego hay que ponerle barreras? ¿no es más divertido saltarse las barreras? ¿probar cosas nuevas? Conclusión: se llega al sexo sin preservativo, .. y si hay un embarazo, pues un aborto (píldora del día siguiente, o cómo sea).
Así se explica la ecuación y la realidad tozuda de los datos. Cuantas más campañas de sexo seguro y uso del preservativo se hagan banalizando el sexo, más embarazos no deseados habrá y más abortos. Los datos no engañan. La única posibilidad de romper este círculo vicioso es la educación en valores: enseñar que la relación sexual es algo muy serio y que debemos tratar nuestro cuerpo con respeto. La relación sexual es una forma privilegiada de expresión del amor conyugal, no un juego, más o menos divertido, o más o menos placentero.
Rafael Amo Usanos, sacerdote