Ante el aparcamiento por parte del Gobierno del PP de la reforma de la Ley del Aborto y sus posibles consecuencias a la hora de votar, voy a hacerme una serie de preguntas y sus posibles respuestas.
Primera Pregunta, ¿El aborto es un crimen? Responde el Concilio Vaticano II: «La vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables» (GS nº 51).
Segunda Pregunta. ¿Dado que, como dice el Concilio Vaticano II, «la comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno» (GS nº 76), son independientes las leyes civiles de la Ley de Dios? Es indudable que hay unas líneas rojas que ninguna autoridad debe traspasar. Por ello san Juan Pablo II nos dice:
«la responsabilidad implica también a los legisladores que han promovido y aprobado leyes que amparan el aborto» (Encíclica Evangelium Vitae nº 59), porque «una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto, nunca es lícito someterse a ella, ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto» (EV nº 73), ya que «si las leyes no son el único instrumento para defender la vida humana, sin embargo desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres» ( EV nº 90).
Tercera Pregunta. ¿Cuáles son esas líneas rojas?: Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis» de Febrero del 2007 nº 83 dice así:
«El culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables… Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que les ha sido confiada».
Cuarta Pregunta. ¿Qué dice el Papa Francisco?: En la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium,
«entre los débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo esta defensa de la vida por nacer... supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo» (nº 213).
«Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o modernizaciones. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana. Pero también es cierto que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias» (nº 214).
Quinta Pregunta. El Gobierno del PP se encontró con las leyes hechas, y, por tanto, no tiene ninguna responsabilidad en el genocidio del aborto. Contesto con una pregunta. ¿creen Vds, que no tiene responsabilidad el que pudiendo parar un genocidio (el PP tiene mayoría absoluta), simplemente no hace nada y permita que siga el genocidio?
Sexta Pregunta. ¿Es posible en algún caso, que un parlamentario católico vote a favor de unja ley del aborto? Responde la Evangelium vitae:
«Un problema concreto de conciencia podría darse en los casos en que un voto parlamentario resultase determinante para favorecer una ley más restrictiva, es decir, dirigida a restringir el número de abortos autorizados, como alternativa a otra ley más permisiva ya en vigor o en fase de votación. No son raros semejantes casos. En efecto, se constata el dato de que mientras en algunas partes del mundo continúan las campañas para la introducción de leyes a favor del aborto, apoyadas no pocas veces por poderosos organismos internacionales, en otras Naciones -particularmente aquéllas que han tenido ya la experiencia amarga de tales legislaciones permisivas- van apareciendo señales de revisión. En el caso expuesto, cuando no sea posible evitar o abrogar completamente una ley abortista, un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública. En efecto, obrando de este modo no se presta una colaboración ilícita a una ley injusta; antes bien se realiza un intento legítimo y obligado de limitar sus aspectos inicuos»(nº 73).
Concluyo con una frase de nuestros Obispos animando a defender la vida y a participar en las marchas en defensa de ella: «Es tarea de todos responder a esas situaciones por el camino de la vida y no por el de la muerte de un ser inocente. Un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades».
He hablado de voto legislativo. Pero es indudable que la actitud de nuestros legisladores debe influir en nuestro voto como ciudadanos. Yo a un Partido que no hace nada para evitar una matanza, no voy a darle mi voto.
P. Pedro Trevijano