Aunque ya llevo bastante tiempo mosqueado con el actual Gobierno del PP, pues entre otras cosas no entiendo cómo no han removido toda la legislación antimatrimonial y antifamiliar de Zapatero, reconozco que esperé la Ley Wert de educación con bastante esperanza, hasta que leí en InfoCatólica el artículo del 11 de Abril de Miguel Antonio Goñi «Los católicos no se enteran de qué va la LOMCE» (es decir la Ley Wert); del que entresaco el siguiente párrafo: «Por otra parte, la asignatura de Religión sufre recortes muy graves. Así, en Bachillerato deja de ser una asignatura fundamental. Ya no será de oferta obligatoria para los centros y de elección voluntaria para los alumnos, como dicen los Acuerdos Iglesia-Estado. Corresponderá a las Autonomías o a los centros educativos ofrecer o no la Religión. En Infantil, no se sabe si prevalecerá. En la Formación Profesional, hace años que no se da Religión y tampoco se recupera ahora con el PP. El número de horas destinadas a impartir Religión también queda al albur de cada Administración autonómica (la Junta de Andalucía ya ha anunciado su intención de reducirla a una hora a la semana)». Naturalmente pensé que el señor Goñi exageraba, pero tras informarme debo decir que tiene razón, que es verdad y que la Ley Wert es más profundamente anticatólica y va más lejos en su lucha antirreligiosa que la peor de las leyes socialistas sobre Educación.
El problema es el laicismo y el relativismo imperante en nuestra Sociedad, fenómeno que no es exclusivo de la izquierda, sino que se da también en la derecha. No nos olvidemos que Giscard d´Estaing, político de derechas masón y corrupto, intentó hacer una Constitución europea en la que no figuraba el Cristianismo. Al laicismo le estorba la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU de 1948, porque no es otra cosa sino la expresión del Derecho Natural y por ello, aunque no se atrevan a decirlo, porque todavía no es políticamente correcto, pero sí intentan hacerlo, y para ello violentan esa Declaración, que en su artículo 26 párrafo 3 defiende el derecho de los padres a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos, así como el artículo correspondiente de nuestra Constitución, que dice así: «Artículo 27, párrafo 3: Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones». Esto sólo se consigue si la asignatura de Religión es de oferta obligatoria para los centros y opcional para los alumnos.
¿Pero de verdad es conveniente que los alumnos reciban una formación religiosa? Recuerdo un matrimonio ateo que decía: «Estamos preocupados ante lo que sucede en nuestra Sociedad y como queremos dar a nuestros hijos unos principios morales serios y los principios morales cristianos nos parece que sí lo son, vamos a educar a nuestros hijos cristianamente».
Pero aparte de sus aspectos morales, el fenómeno religioso tiene también un aspecto de conocimiento y de cultura, que hace que pueda hablarse de asignatura de Religión y que ésta tenga cabida en los planes de estudio. Recuerdo en este punto lo que un padre, no creyente, decía a su hijo, que le pedía no ir a clase de Religión: «¿Cómo seria completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate? ¿Qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? ¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión».
Como educadores cristianos hemos de proponernos no sólo transmitir conocimientos, sino formar personas maduras, útiles a la Sociedad, y capaces de transformarla en mejor. El trabajo del educador es un servicio a las personas, ya desde la infancia, para que nosotros les ayudemos a ser lo que pueden llegar a ser. Animémonos a proponer modelos de vida a nuestros alumnos. Mientras la cultura posmoderna ha declarado pasada de moda toda propuesta ética concreta, nosotros por el contrario presentemos ejemplos valiosos de servicio, lucha por la justicia, compromiso con la comunidad, santidad y heroísmo. Tengamos una mirada atenta y vigilante a los signos de los tiempos, y procuremos mantener la inquietud de ser siempre mejores, desarrollando nuestras capacidades, y solidaricémonos con la verdad, evitando la mentira y el engaño.
Lo que se intenta además con la ideología laicista, es prescindir de Dios. Las consecuencias son claras y terribles. Y es que sin Dios, «todos los intentos de separar la doctrina del orden moral de la base granítica de la fe, para reconstruirla sobre la arena movediza de normas humanas, conducen, pronto o tarde, a los individuos y a las naciones a la decadencia moral. ‘El necio que dice en su corazón: No hay Dios, se encamina a la corrupción moral’ (Sal 14,1). Y estos necios, que presumen de separar la moral de la religión, constituyen hoy legión»(Pío XI, Mit brennender Sorge, nº 17). Y eso que Pío XI no podía calcular lo proféticas que iban a resultar estas palabras, escritas contra los nazis en 1937, cuando todavía no se habían realizado muchos de los horrores que luego llevarían a cabo. Pero ya Jesucristo nos había dicho. «no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno» (Lc 8,43).
Tras este rechazo a Dios, ¿alguien se puede asombrar de la corrupción de nuestra Sociedad?
P. Pedro Trevijano, sacerdote