Comienzan la cuenta atrás para el próximo año y ante la afrenta de los comunicados emitidos por Juan José Tamayo y José María Castillo en Atrio, no quiero dejar de caer un poco de luz en este baile de la confusión que son los foros católicos. Donde parece que siempre debas estar eligiendo un lado u otro de la trinchera. Lo penoso es el espectáculo que se da a quienes noblemente buscan formarse en la fe, por eso no quisiera caer en descalificaciones ni juicios, sin tener misericordia con ambos personajes.
Cada uno deberá dar cuenta de sus actos. Pero es que no es posible decir que la Iglesia quiere dictar su moral a las leyes y la sociedad civil. En primer lugar la Iglesia tiene el deber de orientar a los fieles, los niños díscolos como Tamayo, sólo son fieles al pesebre que les permite pontificar desde una cátedra de las religiones. Qué se puede decir de José Maria Castillo quien ha abandonado su profesión religiosa para lamentarse como un profeta herido por la ira divina
“ Ya está bien de utilizar a Dios y a la religión para matar personas, marginan a colectivos enteros, por ejemplo a las mujeres, o para humillar a seres que no tienen la culpa de ser como son, los homosexuales, pongo por caso. Todo esto, se haga como se haga o por más que se justifique con los más sutiles argumentos teológicos, en realidad, no es sino terrorismo religioso.”
Ese es el final apoteósico de un artículo del citado que, comienza lamentando las muertes de palestinos en Gaza. Hay que hacer verdaderas carambolas para llegar a esa conclusión. Pero es que Juan José Tamayo no le va a la zaga y recrimina el celibato de los presbíteros que manipulan a los casados cargándoles fardos pesados, llámese no control de natalidad. Algo que se hace muy concienzudamente en China limitando el número de hijos por familia.
En el occidente liberal se promueve la planificación familiar con los métodos anticonceptivos. Y todos nos quedamos tan anchos. Alegría pa mi cuerpo Macarena. No pensamos que el Estado está obligado a proporcionar medios adecuados a las familias que deseen tener más de un hijo. "¿Pero tú de qué vas?", nos dirá el sabihondo de turno.
“Confunden lo moral o, mejor su propia concepción de lo moral, con lo legal, y creen que lo que para ellos es pecado debe ser considerado delito y penalizado por las leyes.”
Hay que estar ojo avizor porque la poligamia viene detrás de tan nobles intenciones. Lo del matrimonio homosexual es la puerta abierta a todo tipo de uniones. Desde el momento que la palabra matrimonio se ha prostituido en el código civil, cualquier cosa es posible. Yo desde luego estaré siempre por una paternidad responsable, pero no creo que el consumismo, ni el hedonismo, sean ejemplos de nada.
Y cuando hablamos de familias cristianas nos referimos a valores que no son de este mundo, porque en ellos no prima la rentabilidad ni el utilitarismo, sino la gratuidad. Cuesta entenderlo al principio, pero a poco que ores con el Evangelio en la mano, descubres que aquello que das siempre revierte en beneficio de los demás. Mientras que el egoísmo perjudica de raíz a la familia y la destruye.
Es obvio que el divorcio soluciona los conflictos familiares que no encuentran solución, pero nadie debe acceder al matrimonio como quien entra a trabajar en una empresa, pensando que puede irse cuando más le convenga. Lo que está pervertido de raíz son las intenciones, que omiten tanto José María Castillo como Juan José Tamayo en sus escritos.
Defienden la vida del no-nacido y se oponen al aborto, al que califican en todos los casos de asesinato u homicidio, cuando han justificado la pena de muerte y ponen hoy objeciones a la despenalización de la homosexualidad que, al menos en ocho países, se condena con dicha pena
Todo eso es falso, nadie defiende la pena de muerte, ni nadie penaliza la homosexualidad, es un juego malabar para hacer parecer negro lo que es blanco. En principio este país no penaliza la homosexualidad, y la iglesia no persigue homosexuales como algunos intencionadamente están haciendo creer. Pida usted la derogación de la pena de muerte en esos países, pero no acuse a la Iglesia, que nada tiene que ver con ese asunto.
“Un Dios o una religión que le amargan la vida a los humanos, que les meten miedo, que los someten mediante terrores, quizá tan sutiles que ni nos damos cuenta de ellos, ese Dios y esa religión, no sólo son mentiras y patrañas, sino que sobre todo son un peligro público de consecuencias imprevisibles”.
José María Castillo dice una gran verdad, pero con intención de engañar. Cierto que Dios no amarga la vida, pero nos indica claramente en el Evangelio lo difícil que es entrar en el Reino de Dios. Un Dios hecho a la medida del hombre, no es dios. Y por mucho que les pese a Juan José Tamayo y José María Castillo. Ellos predican contra sus hermanos creyentes, con bellas palabras y grandes adornos, que son puro fuego de artificio. Que Dios perdone tanto desatino.
Carmen Bellver