Un hermano mío me contó, que en cierta ocasión, en una reunión gritó. Al acabar la reunión, una persona con más experiencia le llamó discretamente la atención, diciéndole: «¿Por qué has gritado? Si tienes razón, no es necesario chillar, y si no la tienes, con más motivo». A mí la postura de los grupos abortistas y el escándalo que están armando, no pueden por menos recordarme ese hecho: gritan, porque no tienen argumentos.
Lo primero que te dicen los abortistas es que respetes su opinión y que nosotros los católicos, no podemos imponer nuestra ideología a los demás. Que ellos no creen en el pecado y que, por tanto, no podemos argumentarles desde nuestro punto de vista que es un pecado. Simplemente les doy la razón y estoy de acuerdo con ellos en que no es una discusión sobre si es pecado o no. De eso no hablamos ahora. Al igual que sucede con la violación, el problema está en si es un delito o no, un crimen o no.
Los argumentos que emplean los abortistas son que la mujer tiene derecho a decidir sobre su propio cuerpo, porque la maternidad ha de ser libre y no podemos imponer a ninguna mujer el ser madre si no lo desea («su vientre le pertenece», «nosotras parimos, nosotras decidimos»), pero esto presenta el pequeño problema que la mujer ya es madre y que el dilema con el que se enfrenta no es ser madre o no, sino ser madre de un hijo vivo o de un hijo muerto, con la agravante que si el hijo está muerto es porque su madre lo ha matado. Si el simple aborto natural, y por tanto no culpable, tiene serias consecuencias psíquicas, ¿qué diremos del aborto directamente querido y procurado, en el que se mata a un ser humano inocente que además es su hijo? Está claro que el aborto no cura enfermedades psíquicas, sino que, por el contrario, las empeora. Puedo decir como confesor que casi todos los casos más dramáticos que me he encontrado en el confesionario tienen relación con el aborto. O bien, como dijo aquella inefable ministra, Bibiana Aído, en una de las mayores tonterías que jamás he oído o leído: «para mí un feto –de trece semanas– es un ser vivo, claro, pero no podemos hablar de ser humano porque no tiene ninguna base científica». Aquí no quiero contestar con argumentos científicos, sino decir algo que está al alcance de cualquier analfabeto, ante la foto de la ecografía de un feto de dos meses, es evidente que estamos ante un ser humano.
Todos los avances científicos de los últimos años, tanto en la Genética, como en la Biología Celular como en la Embriología, van en la línea que la vida humana empieza en la fecundación. El aborto mata a un ser humano y es una violación gravísima de los derechos humanos del embrión y del feto.
En este punto he mirado en Internet: Rubalcaba, Elena Valenciano, Soraya Rodríguez y el aborto. Aunque ya lo sabía me he quedado sorprendido de la extrema violencia de sus expresiones en defensa del genocidio abortista. Para Rubalcaba se trata de «una ley de extrema derecha» que no aprobarían «ni Sarkozy en Francia, ni Cameron en Gran Bretaña ni Merkel en Alemania» y que sólo vería la luz en un país europeo bajo gobierno de Le Pen. «Es algo que a mí, personalmente, como español, me avergüenza». Para Elena Valenciano que hace unos días calificó de terrorismo publicitario a un autobús provida con fotos de fetos abortados, sin tener en cuenta que el verdadero terrorismo está en descuartizar los fetos abortándolos, declaró el 8 de Enero que la nueva Ley del aborto supone crueldad, mentira y desfachatez, con la que yo tampoco estoy de acuerdo, pero porque no detiene suficientemente el genocidio que ella pretende continuar. Desde luego es a ella a quien mejor le van esas palabras de crueldad, mentira y desfachatez. Soraya Rodríguez dice que a favor de la Ley están sólo Rouco y el fascista Le Pen, que es una Ley facha, sin tener en cuenta que el primer país que aprobó el aborto fue la Rusia Soviética en 1920 y Hitler en 1935, por lo que si hay alguien que merece el calificativo de facha en este asunto son ellos, los abortistas, y es que cuando se trata de matar los extremos se tocan. Desgraciadamente hay muchos políticos, de casi todos los Partidos, incluido el PP, que con tal que se les considere progres, no se detienen ni ante la matanza de inocentes que tan duramente condenan el Evangelio (Mt 1,16-18), el Concilio (GS 51) y el Papa Francisco (Evangelii Gaudium 213 y 214), donde con toda razón acusa a los abortistas de no defender los derechos humanos y advierte «que no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión».
P. Pedro Trevijano, sacerdote