Con frecuencia se eleva la crítica contra la doctrina católica por ser, según los criterios mayoritarios, muy rigorista en la enseñanza de la virtud de la pureza. La Iglesia Católica, para la cultura posmoderna, está alejada de la realidad al proclamar la castidad, el pudor, la decencia...ya que estas cualidades (que emanan de la pureza) son contrarias al instinto corporal de todo ser humano. Desde esta teoría, que ya ha sido impuesta como «normal» para la inmensa mayoría de la población (incluida la católica practicante), la crítica feroz contra la catequesis cristiana en este aspecto es más que evidente.
Sin embargo se ignora que la defensa católica de la pureza lleva consigo la defensa y protección de la misma vida desde la concepción. Y este es el dato que deseo resaltar en mi consideración, pues creo que el mismo no es percibido ni desde fuera de la Iglesia ni desde amplios sectores de la misma. Y me explico:
La gran mayoría de los abortos son consecuencia de relaciones sexuales fuera del matrimonio. Y aquí se incluyen tanto las de naturaleza adúltera (infidelidad matrimonial) como sobre todo las causadas por la fornicación (sexo en relaciones pre-matrimoniales). La estadística sobre el crimen del aborto ofrece la incontestable realidad de que en casi todos los casos son efecto de pecar contra la pureza. Por tanto si se siguiera la enseñanza católica sobre el sexto mandato del decálogo «No cometerás actos impuros», se salvarían una gran cantidad de vidas.
Conclusión: Vivir la Pureza es preservar la Vida desde su concepción. Los embarazos no deseados son fruto normalmente de relaciones sexuales vividas desde el pecado mortal contra la pureza. En este sentido el catecismo de la Iglesia Católica es muy claro cuando condena la intimidad sexual fuera del matrimonio:
2353 La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y educación de los hijos
Por todo ello, si se volviera a tener en consideración la virtud de la pureza, ¡cuantas vidas se salvarían!...por lo que ya no se trata solo de la esencia misma de esa virtud (tener a Dios en el corazón y desde Él orientar todas las relaciones afectivas) sino de las consecuencias positivas para la vida humana que es don de Dios.
P. Santiago González, sacerdote
Publicado orginalmente en Adelante la Fe