La primera vez que oí hablar de ideología de género debo decir que creí que había entendido mal. No me cabía en la cabeza que se pensase seriamente que, salvo algunos muy raros casos de anomalías físicas o psicológicas, alguien creyese que era posible decidir libremente sobre el sexo y cambiarlo, si así le parece bien.
La “ideología del género” considera la sexualidad como un elemento cuyo significado fundamental es de convención social. En esta concepción, la diferencia corpórea, llamada sexo, se minimiza, mientras la dimensión estrictamente cultural, llamada género, se subraya al máximo y se considera primaria, hasta el punto de que cada individuo escoge la sexualidad y el modo de vida que más le atrae. Esta antropología pretende favorecer perspectivas igualitarias, liberándonos de todo determinismo biológico e incluso de la distinción de sexos misma; homo, hetero y bisexualidad son igualmente válidas y tan solo una cuestión de preferencia. La diferencia entre varón y mujer no correspondería, fuera de las obvias diferencias morfológicas, a la naturaleza, sino que sería mera construcción cultural según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asigna a los sexos. El significado del sexo depende de la elección propia de cada uno sobre cómo configurar su propia sexualidad, resultando justificable cualquier actividad sexual, pues serían simplemente modos alternativos de expresar la sexualidad. En esta mentalidad, el hombre y la mujer eligen su sexo y lo podrían cambiar, cuantas veces lo estimen oportuno, hasta el punto de que las diferencias entre hombres y mujeres no tienen relación con las causas naturales o biológicas, sino que se deben a determinaciones sociales.
Copio Romanos 1,22-28: “Alardeando de sabios, se han hecho necios y han trocado la gloria del Dios incorruptible por representaciones de hombres corruptibles, e incluso de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por eso Dios los ha entregado, siguiendo el impulso de sus apetitos , a una impureza tal que degrada sus propios cuerpos. Es la consecuencia de haber cambiado la verdad de Dios por la mentira, y de haber adorado y dado culto a la criatura en lugar de al creador, que es bendito por siempre. Amén. Así pues, Dios los ha entregado a pasiones vergonzosas. Sus mujeres han cambiado las relaciones naturales del sexo por usos antinaturales; e igualmente los hombres, dejando la relación natural con la mujer, se han abrasado en deseos de unos por otros. Hombres con hombres cometen acciones ignominiosas y reciben en su propio cuerpo el pago merecido por su extravío. Y por haber rechazado el verdadero conocimiento de Dios, Dios los ha dejado a merced de su depravada mente, que los impulsa a hacer lo que no deben”. Está claro que no me considero con autoridad para corregir o censurar a san Pablo.
Bueno, pues esto, “la ideología de género”, es uno de los temas con los que se pretende ¿educar? a nuestros niños y adolescentes en la famosa Educación para la Ciudadanía. Mi esperanza es que las víctimas de esas clases lleguen a casa y digan a sus padres: “El profe nos ha dicho hoy que si quiero, puedo ser chica, y mi hermana, chico. Mamá, el profe está loco”
Pedro Trevijano, sacerdote