Don Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, verdaderamente es un obispo que se curra el sueldo. Digámoslo más eclesialmente, es un obispo que hace de obispo. Cosa que era rarísima y que, gracias a Dios, ya se va viendo con más frecuencia. Don Demetrio está permanentemente en la calle, no encerrado en su despecho sin que le vea nadie y sin que nadie sepa lo que hace. En parroquias, con asociaciones, con su clero y con su pueblo. Cercano, atento a todo, animando, predicando, diciendo misa... A la vista de todos y con todos.
Como ha ocurrido también con algunos otros obispos le han tomado los de siempre el rábano por las hojas y han intentado montarle un número por exponer la doctrina de la Iglesia. Que naturalmente choca en numerosos puntos con la ideología imperante. Y muy demócratas ellos quieren ponerle un bozal. Y viva la libertad de expresión que tanto reclaman. De boquilla. Porque lo suyo es dictadura pura y dura. De la que dan muestra a todas horas.
Pero han dado en yunque de acero toledano. ¿Amilanarse Don Demetrio? Como el toro bravo se crece ante el castigo. Años de pánico episcopal a una izquierda casposa, eclesial y política, que les hacía pasar por todo no fueran a irritarse más, han engañado a quienes estaban convencidos de que todo el monte es orégano y de que, una vez más, se iba a enterar el obispo de lo que costaba un peine. Pero eso gracias a Dios se ha acabado. Y la que pensaban era criada les ha salido respondona.
Don Demetrio no sólo ha reivindicado su derecho, y su deber, a exponer como obispo que es, ay si todos lo fueran, la doctrina de la Iglesia. Les ha retado a un debate público sobre las cuestiones controvertidas. Así de chulo. Dando a la palabra su mejor significado. Con la excelsa chulería de San Pablo. Y yo, más.
A Córdoba le ha tocado en la quiniela episcopal un obispo extraordinario. Que diariamente se agota por su diócesis. Y también a España porque un buen obispo rebasa los límites diocesanos y riega otras cosechas necesitadas de agua vivificadora. Muchos que no somos cordobeses y no estamos bajo su jurisdicción eclesial tenemos también a Don Demetrio por nuestro obispo. Que es maravilloso tener más de uno. Ojalá pudiéramos tener en el corazón a todos los obispos de la Iglesia como nuestros. Pero para ello tienen que ser algo, como Don Demetrio. Porque a la nada no se la puede amar. Ni respetar. Y no digamos ya de los que no se quedan en la nada sino que están con el enemigo.
Gracias de todo corazón, Don Demetrio, por ser tan obispo. Por pastorearnos, a los cordobeses y a todos, en campos de buena hierba que alimente nuestras vidas para el cielo. Que para eso están los obispos.
Francisco José Fernández de la Cigoña
Publicado originalmente en La Cigüeña de la Torre