La Prensa ha publicado el varapalo que la UNESCO ha dado a España, recordándole que, con la única excepción de Malta, nuestro país es el país europeo que mayor porcentaje tiene de fracaso escolar y desempleo juvenil. Con esta conclusión es fácil suponer que, si hemos llegado a semejante desastre educativo, el motivo es simplemente que nuestro sistema educativo y sus leyes de enseñanza, es decir primero la Logse y después la Loe han sido un total fracaso y desastre.
Que la Logse era un desastre los profesores lo sabíamos y lo habíamos avisado: cuando en mi Instituto, el Instituto Hermanos D´Elhuyar de Logroño, se nos propuso adelantar la Logse el resultado de la votación tenida el 28 de Abril de 1993 fue: 64 votos emitidos, ocho a favor de la Logse, catorce en blanco, cuarenta y dos en contra, lo que significa que muchos profesores de todas las tendencias, incluida la izquierda, votaron contra el adelanto. En los demás institutos de Logroño el resultado fue parecido. La reacción del PSOE fue que: como el resultado no les gustó, nos impusieron el adelanto con el argumento: “Sois funcionarios, profesionales y no tenéis otra opción”. Por cierto que el ministro de Educación de la época era un tal Pérez Rubalcaba, que nos decía que la Logse fue apoyada por una amplia mayoría de ciudadanos y profesores (mentira), además de conseguir un apoyo parlamentario del que sólo se excluyó el PP (supongo que verdad).
Posteriormente Zapatero nos impuso la Loe, de la que podemos decir que es como la Logse, fundamentada en los mismos principios, pero algo empeorada, al incluir en ella la lamentable Educación para la Ciudadanía y por el derecho de los alumnos a la huelga, recordemos que la inmensa mayoría son menores, sin necesidad de motivación y tan solo con un previo aviso de veinticuatro horas. Evidentemente no son las únicas razones por las que la Logse y la Loe son un desastre, como explicaremos.
Entre otras genialidades de nuestro sistema escolar está en que no se apoya en absoluto al alumno que se esfuerza, no se fomenta la fuerza de voluntad, se abandona a su suerte al alumno superdotado, con lo que algunos hasta caen en el fracaso escolar, la multiplicidad de asignaturas, la supresión de los exámenes de Septiembre y que en algunas ocasiones se pueda pasar de curso con todas suspendidas. Ello ocasiona la presencia en clase de alumnos de muy distinto nivel, con lo que algunos se aburren y son factores de indisciplina en la clase, se tiene una concepción conductista de la persona humana, por creer que dando a los chicos los estímulos oportunos los alumnos han de responder adecuadamente, olvidándose del pequeño detalle de la libertad humana, y en consecuencia no se les ocurrió a los legisladores plantearse qué hacer con los chicos que no tienen ganas de estudiar, porque su única aspiración es cumplir los dieciséis años a fin de verse libres de la escolarización, y si vienen a clase es sólo para molestar, como vemos en la realidad de todos los días, la enseñanza de la puntuación y de la gramática no tienen importancia, pues hasta pueden ser un obstáculo para la creatividad, y como todo se arregla con dinero más dinero, aunque como se vio en Leeds (Inglaterra), un trabajo financiado con 14 millones de libras esterlinas en la línea progre para mejorar la productividad sólo tuvo como consecuencia un descenso de los resultados académicos. Debo decir que algunas de las mejoras, como la vuelta a los exámenes de Septiembre y que se tenga que repetir si no se aprueba, son reformas que no costarían un euro.
Fueron los laboristas ingleses los culpables de este desaguisado, pero como si algo tienen los ingleses es su sentido práctico, fueron los primeros en sacar la pata de donde la habían metido. Mientras el gobierno conservador de la Thatcher hizo sólo unas pequeñas reformas, el señor Blunkett ministro de Educación del gobierno laborista de Toni Blair decía de sí mismo: “Soy un fundamentalista de la Educación. Creo en la disciplina, en una aritmética sólida, en aprender a leer y escribir con corrección, en deberes para casa”.
La Escuela Pública debiera dejarse también de su fobia hacia la enseñanza concertada, mucho más barata y para bastantes padres, (otros piensan lo contrario), mejor. En todo caso no sólo promueve una sana competencia que ayuda a la mejora de la enseñanza en nuestro país, sino que ahorra muchos millones de euros al Estado, por lo que los profesores de la Pública, con el mismo dinero, pueden ser mejor pagados.
Esperemos que en España triunfen las tesis del señor Blunkett y volvamos a tener una educación seria, que valga la pena y nos saque del furgón de cola europeo.
Pedro Trevijano, sacerdote