Ese día, Rachel Elizabeth fue a trabajar como siempre. Sabía que su cara era la ventana que su empresa tenía hacia fuera y así se lo habían dicho desde que llegó a Chick-Fil-A, la cadena multinacional de comida rápida en los Estados Unidos. Y aunque era consciente de que la jornada no sería normal, nunca se esperó lo que luego le sucedió.
Pero antes, es necesario dar un paso atrás. Días antes, el presidente de Chick-Fil-A, Dan T. Cathy, había hecho unas declaraciones algo atrevidas en una cadena de radio. Dijo lo siguiente: «estamos dando cabida al juicio de Dios sobre nuestra nación cuando decimos que sabemos mejor que Él qué constituye el matrimonio. Rezo que Dios tenga misericordia de nuestra generación, que con arrogancia presume imaginar que tenemos la audacia de redefinir qué es el matrimonio».
La reacción no se hizo esperar: lobbies gays lanzaron el grito al cielo; estrellas de Hollywood prometieron un gran boicot a la compañía; los alcaldes de San Francisco, Boston, Chicago y Washington D.C. calificaron a la compañía como "non-grata"; Twitter y Facebook se llenaron de palabras de odio y amenazas. Pero lo que nunca se imaginaron fue que el resultado de esta campaña fuera justamente el contrario...
Miles de personas en todo Estados Unidos se lanzaron a lo que llamaron Chick-Fil-A Appreciation Day, en el que se comprometieron a llenar los restaurantes de la multinacional, en apoyo a los ataques recibidos. Liderados por personalidades como el ex gobernador de Arkansas Mike Huckabee o el ex candidato a la presidencia por el partido republicano Rick Santorum, lograron incluso -en palabras de algunos- un récord mundial de ventas en un día. Nada les detuvo... ni siquiera el Día nacional del beso homosexual que diversos grupos montaron fuera de los establecimientos.
Pues fue ese día el que Rachel se disponía a vivir. Y quería hacerlo con su mejor sonrisa, dispuesta a dar lo mejor de sí. ¿Su puesto? La ventanilla del servicio a coches del restaurante. Se puso su uniforme, se dio el último retoque en el espejo y salió fuera.
La masa de gente que llegaba era abrumadora. El trabajo, ingente, pero muy divertido y lleno de entusiasmo. Los clientes agradecían uno tras otro todo lo que se les daba. Todo parecía indicar que el día sería redondo... hasta que le tocó el turno en su choche a Adam Smith.
Armado de una cámara de video, Adam estaba decidido a mostrar al mundo que Chick-Fil-A era una compañía que traspiraba odio por sus poros. Y qué mejor medio que intentar que uno de los empleados respondiese con enojo a sus incitaciones. Y eso fue lo que hizo... sólo que el resultado final no fue el que él había planeado, pues se topó con la respuesta serena, sonriente y educada de Rachel, que incluso le deseó un buen día. Y cuanto más insistía Adam en la incitación, con más serenidad respondía Rachel.
La reacción pacífica y educada de Rachel atrajo la atención de todos. El video pronto se hizo viral y provocó muchísimas reacciones. Se le consideró una heroína, un ejemplo de virtud. Recibió llamadas telefónicas y visitas de muchas personas que le dieron su cariño y apoyo. Fox News le concedió una entrevista a nivel nacional. Pero Rachel, que ha preferido no desvelar su apellido, piensa que sólo estaba haciendo su trabajo.
¿Y Adam Smith? A raíz de la notoriedad que el caso había tenido, su compañía decidió despedirlo. Tuvo, sin embargo, la decencia de colgar un nuevo video pidiendo disculpas públicas a Rachel por lo que hizo. ¿Y cuál fue la reacción de la empleada de Chick-Fil-A?
El escritor español José María Pemán escribió en uno de sus poemas que «el encanto de las rosas es que siendo tan hermosas no conocen que lo son». Rachel dice que no es héroe, aunque muchos piensen lo contrario. Sea lo que sea, sea o no considerar un acto supremo el responder con educación y serenidad a personas como Adam en una ventanilla, lo que sí es asombroso, sobre todo en una sociedad como la nuestra, es perdonar a alguien que te ha tratado mal. Rachel ha demostrado a todos que ese grado de heroicidad en nuestro mundo es, también hoy, posible.