El 4 de junio, ReL se hacía eco de la nota del obispado de Tarrasa en el que Doctrina de la Fe, desde el Vaticano, apoyaba la presencia de representantes de la Iglesia en los hospitales de Granollers y Sant Celoni, donde se cometen algunas prácticas incompatibles con la buena ética médica que enseña la doctrina católica.
Roma ponía como requisito que quede clara la oposición eclesial a estas prácticas y apoyaba la postura del obispo de Tarrasa, José Ángel Sáiz.
Pero ¿qué frutos se consiguen manteniéndose en esos centros?
La situación hoy por hoy
En España pocas veces un hospital pertenece a una entidad de la Iglesia en un 50% o más. Abundan en cambio hospitales que nacieron como obras de la Iglesia y de sus instituciones pero que hoy se financian, sobre todo, a través de las Comunidades Autónomas, Ayuntamientos o mutuas diversas. En ellos, la Iglesia mantiene una cierta presencia en sus patronatos, y estos patronatos tienen más de honorífico que de directivo.
A veces, un hospital con cierta presencia católica realiza prácticas inmorales (por lo general abortos, o derivación a centros abortistas, o anticoncepción, o entrega de píldoras ´del día después´ que tienen un cierto efecto abortivo; con menos frecuencia, sedaciones injustificadas que encubren la eliminación de enfermos).
En estos casos, hay cierto riesgo de que «parezca» que a la Iglesia no le preocupan estos actos. Por eso, la Iglesia pide a sus obispos, pastores locales y representantes eclesiales en estos hospitales que no sólo combatan estas prácticas sino que expresen con frecuencia y rotundidad su oposición.
Con esta oposición pública «de palabra y de obra», queda claro que la Iglesia no transige ypuede permanecer en el Hospital si espera lograr algún bien. Pero, ¿qué se puede lograr? Depende del margen de maniobra en cada hospital, ciudad, región. Depende de los políticos a los que se puede acudir. Depende de si hay una fuerte presencia de profesionales pro-vida en el centro. Pero los frutos pueden ser varios, que agrupamos de mayor a menor.
1- Conseguir que el Hospital renuncie a las prácticas inmorales
Hay vías para esto. Una de ellas es lograr que todo el personal médico y sanitario sea claramente pro-vida y comprometido con la vida y la dignidad ética en las secciones clave (ginecología-obstetricia y cuidados paliativos). Por lo general serán católicos firmes y bien formados, pero pueden ser también agnósticos o musulmanes o judíos que crean en el juramento hipocrático, que la fertilidad no es una enfermedad, que la vida es siempre digna y que la ética busca la verdad del hombre.
En cuanto un par de médicos, enfermeras o comadronas no comparten estos valores, empiezan a redirigir a las pacientes de centros donde un amigo les hará el aborto (o ellos mismos en otros horarios) o les darán las píldoras, etc...
Lograr que este personal tenga clara esta ética personalista y pro-vida es más fácil cuando los representantes eclesiales en el patronato se mantienen firmes y activos, buscan a ese personal y consiguen colocarlo en esas secciones clave. Ellos a su vez refuerzan el papel del miembro del patronato.
Otra forma de apoyar esta tarea es acudir a los documentos o pactos de ideario del centro. Aunque una región o ayuntamiento controlen la mayor parte, puede que el centro explique en un documento claramente su ideario de origen católico, etc... Con este documento, el obispo y los católicos del centro pueden hablar con los políticos locales para lograr que se aplique ese ideario. En España hoy gobierna el Partido Popular en casi todas las capitales de provincia, y en Cataluña CiU. Lo mismo sucede en las autonomías. En teoría son fuerzas abiertas a escuchar estos temas.
Un obispo que no se esfuerce en negociar esto con sus políticos locales, contando con un ideario de centro pactado hace un mal servicio a los valores pro-vida y éticos.
Incluso si no hay constancia escrita en un documento del ideario del centro, su tradición, nombre, origen y presencia católica (con enfermeras religiosas, por ejemplo) puede bastar para que un obispo (o una asociación de profesionales católicos o pro-vida) logren que la autoridad civil reconozca el ideario personalista y ético de, al menos, la sección de cuidados paliativos y la de ginecología.
Lo que no funciona nunca es la «pluralidad». Si en un equipo de obstetricia-ginecología se permite a un par de profesionales que aceptan el aborto, entregan píldoras, etc.... ese hospital ya ha perdido toda su especificidad ética y pronto los abortistas presionarán para eliminar los últimos reductos pro-vida.
2 - Conseguir alternativas éticas en el centro mismo
Los miembros católicos del patronato, incluso si están en minoría, tanto en el despacho del patronato como en los pasillos de ginecología, pueden lograr cosas buenas.
Así, en el norte de Italia abundan en los principales hospitales las oficinas de asesoría a la embarazada. Están en lugares clave dentro del hospital, junto a la consulta del ginecólogo, y ofrecen una batería de ayudas a la embarazada para que no se sienta empujada a abortar.
En España, donde RedMadre ha conseguido leyes favorables en varias autonomías, estas asesorías «in situ» serían muy eficaces. Pueden atenderlas voluntarios o profesionales, y contar con el apoyo logístico detrás de la Iglesia, las entidades pro-vida y algunos recursos públicos.
También puede crearse una asesoría de ayuda al enfermo terminal, oficinas de ayuda al proceso de duelo, etc...
3 - Mantener los servicios religiosos
La asistencia de un capellán, el mantenimiento de una capilla, la presencia de unas religiosas... todo eso puede justificar la presencia de un representante eclesial en un patronato aunque no consiga evitar las injusticias en la sección de ginecología u otras. Puede suceder que sin ese representante, la militancia laicista de otros directivos del hospital o de cargos políticos fuesen reduciendo la presencia espiritual a un mínimo casi invisible, o directamente la retirasen.
4- Dar testimonio profético
Incluso si todo el hospital es ya activamente contrario a la ética católica y pro-vida, puede justificarse la presencia del representante católico por su valor de denuncia profética. Éste,dado que no tiene margen de maniobra para mejorar las cosas desde dentro, debe tener capacidad de comunicación y denuncia. Puede llamar a la prensa local para avisar sobre las prácticas que se realizan. Puede denunciar los dramas humanos detrás de los números anónimos. No debe ser una persona complaciente, sino un profeta, a mitad de camino entre Elías, Juan Bautista y un periodista de investigación.
5- Si hay que irse, no ir lejos: abrir algo justo al lado
Si nada de eso es posible y no quedase más remedio que marchar del patronato, no es digno que la Iglesia deje a las personas que acuden al centro en malas manos sin ofrecer alternativas.
Por eso, debería intentar abrir un centro de asesoramiento o ayuda (a embarazadas, a enfermos terminales y sus familias, etc...) justo a la puerta del hospital, con un cartel bien grande ofreciendo ayuda y acogida, consejo y recursos.
No dejar a la gente tirada
«La medicina está para ofrecer soluciones respetuosas con la vida, no para dejar a la gente tirada», explica a ReL el doctor José María Simón, presidente de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas. «Aunque en el despacho del patronato ya no se pueda hacer nada, hay que buscar la forma de ayudar al paciente, a la embarazada, quizá desde la asistencia social. Se puede crear una red de voluntarios y profesionales. En ciudades pequeñas es más dificil, pero en las grandes un obispado y los laicos que lo apoyen pueden hacerlo con cierta facilidad»-
«Incluso si la presencia católica es pequeña en un hospital, vale la pena analizar las perspectivas de mejora en cinco años, ver si se puede crear un grupo de voluntarios que orienten a las familias, que enseñen métodos naturales de regulación de fertilidad, etc...Equipos con mujeres, porque es importante que puedan hablar de mujer a mujer», detalla.
Para el doctor Simón, la respuesta a un hospital católico que pierde su identidad es parecida a la de una universidad católica que pierde su identidad.
«Juan Pablo II quería defender la familia y vio que las universidades católicas se habían descristianizado y ya no la defendían. Así que creó los Institutos Juan Pablo II para la Familia. De igual forma, crear un hospital católico de verdad, completo, es muy caro en Occidente, pero sí podemos crear centros de atención y orientación a mujeres y pacientes, quizá cerca de los hospitales», recomienda.
Pablo Ginés, periodista
Publicado originalmente en Religión en Libertad