En una importante librería teóricamente católica se han podido ver en estas semanas, en lugar preferente y destacado de su escaparate, desde un libro de un sacerdote que ayuda a abortar hasta las obras de otro, llamado teólogo, que pone en duda la divinidad de Cristo, o la redención, o la misma existencia del pecado. También escritos de un autor que aprueba en algunos casos el aborto o la eutanasia y acepta más o menos expresamente el que etiquetan impropiamente como «matrimonio homosexual».
Ante esto, cabe preguntarse: ¿es, pues, esta librería católica o anticatólica, evangélica o antievangélica?
Todo el mundo sabe que hay sectas que niegan la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, teniendo con todo la osadía de auto-titularse cristianas. Que existen denominaciones que pasan por cristianas y que aprueban el aborto. Que algunas sectas protestantes se disponen a realizar una parodia de sacramento para «casar» a los homosexuales, cuando la práctica homosexual (no la persona) viene condenada en la Biblia como depravación grave y como pecado que clama al Cielo (ver el caso de «Sodoma y Gomorra» en el Génesis, (Gn, 19, 1-29), o en el Nuevo Testamento, en la carta de San Judas Tadeo (Judas, 7).
Así pues, al preconizar todas estas depravaciones, esta librería rivaliza con las mencionadas sectas en una actitud anticatólica y anticristiana. En vez de orientar a los fieles cristianos en el recto camino los induce a graves errores: Mas «¡Ay de por quien viene el escándalo! Más le valdría que le pusieran una rueda de molino (...) al cuello y lo arrojasen al mar (...)» dice Jesús en el Evangelio (Mt 18, 6-7).
Terrible es la responsabilidad de los religiosos, sacerdotes o seglares rectores de esa clase de librerías. Pero hay algo igual de grave: el silencio cómplice. Sobre estas aberraciones se guarda un estruendoso silencio. En cambio, si un alma sencilla dotada de algún carisma y fiel a la Iglesia llama o clama por la pureza de la Fe se encontrarán mil formas de atacarla o de ignorarla. Vemos pues en estos tiempos confusos al mal con etiqueta de bien y al bien con etiqueta de mal. Lo negro blanco y lo blanco negro.
En esta situación de tan grave desorientación, nuestra fe católica se ve atacada no sólo desde fuera sino también desde dentro por falsos hermanos. El fiel sencillo se ve sometido a presiones e influencias hipócritas que tratan de propagar el anticristianismo con la apariencia hipócrita de cristianismo: Nuestra fe es puesta a prueba y sufre un verdadero martirio no menos doloroso aunque sea incruento que el de los mártires de todos los tiempos. Necesitamos, pues, la fe de los mártires. Que ellos y la Reina de los Mártires rueguen por nosotros y fortalezcan nuestra fe de católicos del siglo XXI.
Javier Garralda Alonso
Publicado originalmente en Forum Libertas