Rubalcaba y el engaño. Uña y carne. Como no ha perdido transitoriamente el juicio, ni padece tara intelectual alguna, es obvio que el hombre que ha llevado al PSOE a su punto máximo de desprestigio y a su momento máximo de soledad en la historia de la democracia está lanzando desde hoy una campaña de difamación y ataque bruto a la imagen de la Iglesia.
Una campaña, sí. Una persecución, sí. Asistimos a una operación, tan vasta como burda, de planificación, ejecución y control de una avalancha esquizofrénica de mensajes falsos y tendenciosos dirigidos a un lamentable y espurio fin: socavar una institución que goza del apoyo, el cariño y la adhesión de la mayoría absoluta de los españoles.
En efecto, vuelven los «comecuras». Lo hacen con ganas de agitar y confundir. Con la mentira masiva por bandera. Porque si el objetivo fuese recaudar, los socialistas les dirían a los españoles que, en no pocas comunidades autónomas, el importe de los bienes de la Iglesia exentos de IBI supone el 3 o el 4% de las exenciones concedidas. ¿Les falta vergüenza o conocimiento para exponer ante la opinión pública que dejar de ingresar un 3% de nuestras diócesis y archidiócesis causa un terrible estrago en nuestras arcas públicas, pero que nos podemos permitir el lujazo asiático de dejar de ingresar un 97% de edificios propiedad de partidos políticos, fundaciones ligadas a partidos, federaciones deportivas, ONG superprogres o sindicatos más progres todavía?
¿Qué clase de aberración es ésta? ¿Qué clase de intoxicación? ¿Es ésta una izquierda cínica o indocumentada? La realidad es que vuelve la izquierda más anticlerical. Y lo más insultante es que los que han contribuido como pocos a traer la ruina material a este país, sin ningún pudor, son incapaces de reconocer la riqueza moral y social de la Iglesia, y se entregan a hacer desviadas imputaciones.
Si de mejorar la transparencia y recaudar dinero fácil se trata, ¿por qué no hacen en Ferraz un llamamiento para que sus hermanos de UGT y CC OO se animen a abonar los impuestos del más de medio millar de inmuebles que recibieron sólo en la Transición? Si de eliminar privilegios se trata, ¿por qué esos mismos sindicalistas no renuncian a las colosales bolsas de dinero de sus estériles cursos de formación y presentan de una vez sus cuentas sin trampa ni cartón?
Los españoles nos merecemos un jefe de la oposición que nos diga siempre la verdad. Y los españoles, con el oscuro panorama que nos ha legado este jefe demodé, no estamos para malgastar nuestras energías en patéticos ejercicios de ateísmo extremo.
Alfonso Merlos, periodista
Publicado originalmente en La Razón