La Gaceta del 20 de Marzo recoge unas declaraciones del Presidente del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, a la Cadena SER, en la que según el titular del periódico: “El Constitucional anticipa la legalización de Sortu y retrasa su decisión sobre el aborto”. Creo que estas afirmaciones merecen un comentario.
Para el cardenal Ratzinger, el principio e nuestros derechos es que “el hombre en cuanto hombre está bajo la protección de Dios y no a merced de nuestro arbitrio, por lo que si no recordamos esto estamos olvidando verdaderamente el fundamento de los derechos humanos”. Para Juan Pablo II: “perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder también el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida” (Encíclica “Evangelium vitae” nº 21. Citaré EV). ¿Se realiza esto en el presente caso?
Es evidente que la doctrina cristiana defiende el derecho original e inalienable a la vida que tiene todo ser humano. Negar este derecho supone un relativismo que abre las puertas al totalitarismo en cuanto se destruye la igualdad fundamental de los seres humanos, estableciendo entre ellos dos categorías, los más débiles, es decir los niños aún no nacidos o recién nacidos, los ancianos, las víctimas del terrorismo, es decir todos aquéllos que pueden ser matados o asesinados con mayor o menos impunidad, y los demás. Hay una lucha entre la civilización o la cultura de la vida y los defensores de la cultura de la muerte. A veces podemos sentirnos desanimados porque “es ciertamente enorme la desproporción que existe entre los medios, numerosos y potentes, con que cuentan quienes trabajan al servicio de ‘la cultura de la muerte’ y los que disponen los promotores de una ‘cultura de la vida y del amor’. Pero nosotros sabemos que podemos confiar con la ayuda de Dios” (EV 100). Éticamente está claro que hay que decidirse entre la cultura de la vida o de la muerte, aunque no deje de asombrarnos ver cómo hay tanta gente que se decanta por la cultura de la muerte.
En los dos puntos a los que Pascual Sala hace referencia, está clara la postura de la Iglesia. Por lo visto aprobar a Sortu corre prisa para que pueda presentarse a las elecciones. ¿En qué bando está Portu: con la cultura de la vida o la de la muerte, con el terrorismo o contra él? Por su parte la Iglesia Católica condena abiertamente el terrorismo. Para el Catecismo de la Iglesia Católica “el terrorismo amenaza, hiere y mata sin discriminación; es gravemente contrario a la justicia y a la caridad” (nº 2297). Es tan gravemente inmoral ponerse de su parte que ni siquiera la neutralidad es tolerable. Como dice nuestra Conferencia Episcopal: “tampoco es admisible el silencio sistemático ante el terrorismo. Esto obliga a todos a expresar responsablemente el rechazo y la condena del terrorismo y de cualquier forma de colaboración con quienes lo ejercitan o lo justifican, particularmente a quienes tienen alguna representación pública o ejercen alguna responsabilidad en la sociedad. No se puede ser neutral ante el terrorismo. Querer serlo resulta un modo de aceptación del mismo y un escándalo público”. En consecuencia pregunto: ¿en qué bando sitúan Vds. al Constitucional y a Pascual Sala?
El segundo punto es el del aborto. Mientras esté vigente la actual Ley del 4 de Marzo del 2010, el aborto en la legislación española es un derecho, pues “se reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida” (artículo 3 & 2), mientras de lo que realmente se trata como sostienen buena parte de los científicos, es de eliminar una vida humana. La famosa frase de Bibiana Aido “es un ser vivo, pero no un ser humano”, no se sostiene y por ello en la lucha contra el aborto, que para la Iglesia es un “crimen abominable” (Concilio Vaticano II, “Gaudium et Spes” nº 51), hay mucha gente que, por puras razones científicas y humanitarias, se declara antiabortista. Pero no es sólo esto, mientras esa Ley siga en vigor, se puede educar a los niños y jóvenes en la ideología de género, que en una de sus vertientes, aunque se llame libertad sexual de los niños, adolescentes y jóvenes, se trata en realidad de pederastia, pues se fomentan las prácticas sexuales desde edades muy tempranas, concretamente desde los doce años, se invita a los alumnos a cuestionarse su identidad sexual y se fomenta la irresponsabilidad ante los embarazos no deseados, al proponer como solución el recurso al aborto. No nos extrañe por ello que a quienes defienden la cultura de la muerte, les interese que esta Ley del Aborto siga en pie el mayor tiempo posible.
Y para terminar una simple pregunta. ¿Pascual Sala y el Tribunal Constitucional se decantan por la cultura de la vida o de la muerte? La respuesta se la dejo a ustedes.
P. Pedro Trevijano, sacerdote