Uno de los más curiosos sinsentidos de este mundo en el que vivimos es la oposición que desde la teología, o lo que dicen que es, se está haciendo a la Iglesia.
Y así se pretende demolerla pero pretendiendo al mismo tiempo que nadie les niegue la condición de católicos. Algo así como si en la segunda guerra mundial los nazis pretendieran que los verdaderos americanos eran ellos y que el pueblo de los Estados Unidos debería apoyar su combate contra Patton y Eisenhower. Pues, más o menos.
Aunque el símil no es del todo exacto pues en aquella contienda competían profesionales de la guerra de altísima cualificación y estos sedicentes teólogos son en su gran mayoría de una mediocridad supina.
Apenas se encuentra en ninguno algo original. Se limitan a repetir lo que antes que ellos han dicho mil otros y siempre con el mismo éxito: nulo.Es un fenómeno que se autoalimenta diciendo los mismos lo buenos que son, coreados por unos medios hostiles a la Iglesia. Sólo eso debería hacerles pensar que de católicos no tienen nada. Supongo que a un Rommel le preocuparía muchísimo verse aplaudido como el mejor general del mundo por la prensa inglesa y americana saludando sus victorias. Como para pensar que había gato encerrado.
Pero si son casi nadie, sin esos medios no serían nada. Y a dejarse querer. Antes traidores que olvidados.
Lo que les indigna, a ellos y a los cuatro indocumentados que les siguen, esos sí verdaderos bobos pues no sacan nada en ello, es que la Iglesia les desenmascare. Lo suyo es hacer labor de zapa pero sin que nadie les denuncie. Porque una vez denunciados se les ha terminado el chollo. Y pasan al más absoluto ostracismo. Se entiende su preocupación y la de los colegas que temen ser los siguientes desenmascarados.
Lo del argentino con nombre de detergente, oscuro profesor de una oscura universidad, es de tal elementalidad que a cualquier teólogo de discretos saberes le debería preocupar le asimilasen a él. Algo así como si a un mediocre jugador de tercera división le dijeran que yo jugaba al fútbol como él. Supongo que se indignaría diciendo que todavía había clases.
Pasado el boom de estos días Don Ariel volverá su lugar: la nada. Y más de uno le citará por don Skyp o Don Omo Álvarez. Porque lo único que les sonará es que había un detergente por medio.
Yo no tengo nada en contra de que toda esta patulea diga lo que le parezca sobre Dios, Cristo, la Virgen o la Iglesia. Están en su derecho. Lo que protesto es que lo digan como teólogos católicos. Y que no hayan sido puestos antes en su lugar.
Porque no deja de ser extraño que ese que según su obispo parece que no lava más blanco fuese hasta ayer profesor en el seminario y en la universidad católica de ese obispo. ¿O es que no se trataba del mismo detergente?
Francisco José Fernández de la Cigoña