Lo digo con sinceridad. No me parece mal que los monseñores prohíban acceder a tribunas religiosas a quienes no hacen profesión de su fe según la doctrina católica. Ya está bien de marear la perdiz y vivir del cuento de la Iglesia dedicándose a publicar libros sin el nihil obstat u organizar congresos para atraer incautos. Yo no tengo problemas con la libertad de expresión. En nombre propio se puede decir cualquier cosa, con el derecho a la réplica del oyente o el lector. Pero lo que resulta del todo inaceptable es que una persona se revista del apelativo de católico, cuando lo que cree nada tiene que ver con lo que predica la Iglesia católica.
No puede ser que exista un señor que ha pagado abortos celebrando la eucaristía, especialmente cuando publica un libro dando a conocer sus tesis peculiares. Y además lo promociona en parroquias o centros religiosos. Eso es una incongruencia que alguien tiene que parar. Si ahora los obispos se ponen firmes, es ridículo que se clame por la libertad de expresión. Especialmente cuando estos individuos llevan años diciendo burradas sin que nadie les pare los pies. A título personal son tan respetables como cualquier ciudadano, nadie les quemará como herejes, ni les llevará a los tribunales, ni les prohibirá salir en televisión. Excepto cuando lo hagan engañando la inocencia de la audiencia, revestidos de toca o alzacuellos, mientras proclaman burradas de aurora boreal. En ese caso, harán bien los obispos en desautorizar aquello que es un escándalo para los fieles.
Que se prohíba a Juan José Tamayo que niega la divinidad de Jesús, decir sus tonterías en las parroquias y centros religiosos, resulta de sentido común. Los obispos tienen encomendada la salud espiritual de los fieles y este señor vive de hacer daño a la Iglesia, y la cosa religiosa es su medio de vida, tras abandonar el credo católico. Porque sus teorías teológicas están fuera del Magisterio de la Iglesia. Y podrá acudir a debatir como civil en cualquier garito o universidad. Pero que lo haga en los que están bajo la jurisdicción de la Iglesia sería una falta de sentido común por parte de quienes deben velar por la fe de su grey.
En el mismo sentido me parece laudable que monseñor Iceta prohíba un curso del teólogo Andrés Torres Queiruga en el Instituto de Teología de Bilbao. Parece que ha llegado el momento de desvelar que hay una teología de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia y otra que cae dentro de la demagogia barata de mentes calenturientas. El sentido de la teología que aparta de la fe a los creyentes, es contrario a su propia naturaleza. La teología está precisamente para explicar el Dios que nos ha sido revelado. No para inventar teorías peregrinas y justificar cualquier cosa. Torres Queiruga niega la resurrección de Jesús, podrá seguir publicando donde quiera, nadie le prohíbe que ejerza su libertad de expresión, lo que sería paradójico es admitir sus razonamientos en centros de la Iglesia católica, cuando ésta sabe bien que lo dicho por el teólogo no se ajusta al Magisterio.
Yo creo en la libertad de expresión, pero me parece que hay que pagar peaje en las autopistas, para sigan funcionando correctamente y además cumplir con los límites de velocidad. Y eso mismo se supone que debe hacer la Iglesia con todos aquellos que se atribuyen alguna autoridad para elucubrar sobre la fe que profesamos. Si no están de acuerdo con el Catecismo y no explican el sentido de la fe revelada en consonancia con el Magisterio pues borrón y a otra cosa. Lo lamentable es la cantidad de publicaciones prescindibles que no aportan nada más que dudas en quienes acuden de buena fe a leer lo que se publica. O las declaraciones aberrantes que afirman creer pero de otro modo según una hermenéutica de la actualidad. .Los investigadores seguirán leyendo todo lo que caiga en sus manos, publicarán aquello que el estudio les sugiera, pero tendrán que aceptar con cierta dosis de humildad que si son católicos se someten al veredicto de la Iglesia. Eso lo admite cualquier creyente de buena fe, aunque su orgullo quede herido. Lo otro, pedir dispensa para decir en nombre de la fe lo que se nos ocurra, es caer en la charlatanería para vivir de unas publicaciones que no sirven para crecer en la fe, sino más bien para aumentar el ego de su autor. Y también la confusión entre los fieles.
Cabe decir que estos dos teólogos y algunos disidentes no condenados por la Iglesia, pero llamados al orden en más de una ocasión, están haciendo mucho daño a los fieles. Son invitados permanentes en todos los medios laicistas y anticlericales. Sirven como figuras con aureola de progresismo que parecen enfrentarse con una Iglesia jerárquica y acartonada. Esa imagen no beneficia a los católicos. Pero sirve muy bien para atacar a la Iglesia desde cualquier foro o tribuna mediática. Que ellos participen asiduamente en las mismas muestran el carácter protagonista de su personalidad. En guerra permanente para dividir a los fieles. Eso no es lo que proclama el Evangelio, al menos el que yo tengo leído.
Carmen Bellver
Publicado originalmente en "Diálogo sin fronteras"