La idea de ver a un hombre sabio y humilde, que impresiona a los que lo conocen por su bondad, como es el Papa Benedicto XVI compareciendo como imputado ante la Corte Penal de La Haya por crímenes contra la humanidad, como algunos dictadores contemporáneos, genocidas o antiguos miembros de regímenes totalitarios que han ordenado matanzas, usado gases letales, campos de concentración y fosas comunes, horrorizaría no solo a la gente de buena voluntad, sino también a los de mero sentido común y hasta a la mayoría de los anticlericales del orbe. Se puede tener tiña a la iglesia por diferentes razones, más o menos justificadas (a veces muy justificadas, por desgracia), pero hay cosas que exceden todo límite.
Por otro lado no deja de ser contradictorio que a aquel que desde hace decenios se le ha presentado en los medios de comunicación como la mano dura del Vaticano, el inquisidor general, el defensor férreo de la fe y las costumbres, ahora se le quiera presentar como el que ocultaba los crímenes de los curas y permitía el desmadre en la Iglesia, es algo que no entra en cabeza humana que esté bien colocada sobre los hombros. Si, además, se tira de hemeroteca –o del internet, que hoy las cosas son más fáciles– y se repasan las actuaciones del entonces Cardenal Ratzinger y después Papa Benedicto XVI, en las crisis de los casos de pederastia en Estados Unidos del 2001 al 2003, en las que se tuvo que enfrentar a algunos sectores más blandos del Vaticano para endurecer las leyes penales de la Iglesia, después en Alemania, Irlanda, su meditación el viernes santo del 2005 sobre la “suciedad en la iglesia”, etc., se ve que su modo de proceder ha sido impecable.
Lo cual no quiere decir que el abajo firmante quiera despreciar en ningún modo a los que han presentado la demanda. La pedofilia es un crimen horrible que deja marcadas a las personas, provoca un gran sufrimiento en las familias, secuelas psicológicas en los afectados, el caso de los clérigos socava la credibilidad de la iglesia y nunca debería ocurrir, mucho menos entre los que se han comprometido a ser “otros Cristos” en medio de la gente. El escandalazo que produce un sacerdote que cae en crímenes tan nefandos no tiene nombre…
Pero de ahí a irse a extremo contrario, llevando la rabia justificada y muchas veces imparable hasta el extremo lejano la Corte Penal de La Haya con acusaciones que no tienen ni pies ni cabeza, precisamente hacia el que desde el principio se ha portado de modo impecable, con la sospecha por tanto de intereses de odio a la religión católica por el modo en que se presenta al Papa y a la Iglesia tergiversando la realidad, hay una gran distancia. Ahora toca al Fiscal Jefe de la Corte, el argentino Luis Moreno Ocampo, aceptar o rechazar la demanda, aunque los analistas del mundo entero piensan que prevalecerá el sentido común. Lo cual no está garantizado al cien por cien, porque cuando se trata de la Iglesia, muchas veces la visceralidad se impone a la razón, pero bueno, habrá que dejar hablar a este buen señor.
Hay algunos comentaristas católicos, como el norteamericano John Allen, que en el fondo ven en toda esta historia un bien para la Iglesia, aun cuando el Fiscal General aceptase la demanda, pues así se permitiría a la Iglesia explicar algo tan sencillo para los creyentes pero tan complicado para los que no lo son como es la organización de la Iglesia, en la que la acción de un sacerdote en su parroquia no es dirigida por el Papa como el director general de una empresa dirige a sus empleados a través de sus mandos intermedios. No es así y si un sacerdote hace cosas que no debiera, son imputables a él mismo, si el obispo calla u oculta son imputables también al obispo, pero nada más, sería imputable el Papa si hubiese callado o consentido, pero esto no lo hizo ni como Cardenal ni como Sumo Pontífice. Quien conoce la eclesiología católica, especialmente desde la Lumen Gentium, lo ve claro, pero dicho conocimiento obviamente no se puede exigir a todo el mundo…
En este mundo nuestro en que los medios de comunicación muestran lo que quieren y callan lo que quieren, es difícil a veces que las cosas se expliquen detenidamente y, cuando han salido oficiales del Vaticano a explicar las cosas y defender a la Congregación para la doctrina de la fe de omisión, dichos medios han hecho caso omiso o se han quedado en titulares o en cuatro detalles que no reflejaban la totalidad de sus declaraciones. Precisamente esta polémica, que esperemos no lleve a ningún disparate legal, está sirviendo para que la Santa Sede pueda repetir ante el mundo entero cosas que ya ha dicho pero que los medios han escuchado antes con poco interés y que ahora, por la importancia del caso ante una Corte Penal internacional, sí que están escuchando. Comentaristas del mundo entero, como John Allen, están haciendo reflexionar a mucha gente sobre lo que antes no se ha reflexionado antes y juristas están haciendo consideraciones sobre el modo de ser y actuar de la Iglesia que pueden iluminar a muchos en el mundo laico.
Y todo lo que sea conocimiento y reflexión sobre la Iglesia es bueno, pues se acaba viendo por una parte la miseria humana, que la Esposa de Cristo nunca ha ocultado, pues es parte integrante de su ser, pero por otra parte también se acaba viendo el inmenso bien de otros muchísimos que acaba ahogando del mal de unos pocos. ¿Ocurrirá también ahora que la iglesia sepa sacar bienes de males? En el caso concreto de la demanda en La Haya, veremos que sale de todo esto.
P. Alberto Royo Mejía, sacerdote