El Baldaquino de San Pedro, realizado hacia 1623 por Bernini, por encargo del papa Urbano VIII ¿Qué representa? No he encontrado a nadie que me explique su significado, he buscado por internet y hay muy poco, pero estoy seguro de que en la mente del papa Urbano VIII tenía que estar el sentido teológico que le pidió a Bernini en su construcción.
Hace ya unos diez años, pude subir a la cúpula del vaticano y pude ver de cerca la obra, la parte superior desde la perspectiva de alzado con todo detalle. Y desde entonces, de vez en cuando he preguntado a gente especializada en estos temas, y cuando les he contado lo que creía que significaba, el último se rio con cierta sorna. Así que por favor, si alguien encuentra donde está detallado el significado por el autor, o algún escrito de primera mano, que lo ponga en los comentarios, mientras tanto diré lo que a mí me parece, pues me parece obvio, con la única intención de compartir.
Las cuatro columnas representan los cuatro vientos de la tierra. Están sujetados en cada extremo por los cuatro ángeles encargados de retenerlos. Así, de cada ángel se puede ver que llevan cadenas en las manos, que salen de los cuatro vientos, que a su vez están sujetas a las columnas (torbellinos) y en medio de los cuatro ángeles, el globo terráqueo, representando así la escena del Apocalipsis.
Del mismo modo, esa escena apocalíptica está representada por el trono del Cordero, pues al final de cuentas, como dijo Benedicto XVI, y resumiéndolo en una palabra: Eucharistomen. Esta es la representación de la escena del apocalipsis que representa el baldaquino de Bernini: Los mártires que están debajo del altar, clamando a Dios. Los Bautizados en la Sangre del Cordero que mana de la Eucaristía, hasta que sea Xto. mismo quien se ofrece en ellos.
Siendo breve, todo se puede extraer del siguiente texto. En negrita, la clara representación del baldaquino, que no podía estar en ningún otro sitio más que encima del trono del Cordero, la Eucaristía, donde el mundo gira, pero el centro de su eje permanece sin mareos ni sobresaltos, donde manan las fuentes tranquilas del agua viva:
«Después de esto vi a cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que retenían los cuatro vientos de la tierra para que no soplara el viento ni sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre árbol alguno. Y vi a otro ángel que subía del oriente, y llevaba el sello de Dios vivo. Con voz fuerte gritó a los cuatro ángeles a los que se les había encargado hacer daño a la tierra y al mar, diciéndoles: – ¡No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en la frente a los siervos de nuestro Dios! Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel (…) Después de esto, en la visión, apareció una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos con túnicas blancas, y con palmas en las manos, que gritaban con fuerte voz: – ¡La salvación viene de nuestro Dios, que se sienta sobre el trono, y del Cordero! Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivos, y cayeron sobre sus rostros ante el trono y adoraron a Dios, diciendo: – Amén. La bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza pertenecen a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. Entonces uno de los ancianos intervino y me dijo: – Éstos que están vestidos con túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? -Señor mío, tú lo sabes -le respondí yo. Y me dijo: – Éstos son los que vienen de la gran tribulación, los que han lavado sus túnicas y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que se sienta en el trono habitará en medio de ellos. Ya no pasarán hambre, ni tendrán sed, no les agobiará el sol, ni calor alguno, pues el Cordero, que está en medio del trono, será su pastor, que los conducirá a las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.» (Ap 7,1-17)