Acerca de algo tan positivo como el diálogo entre los seres humanos y, cuando se trata de creyentes de distintas religiones o creyentes y no creyentes, tan deseado por mucha gente de buena voluntad y por supuesto por la Iglesia (desde el Concilio Vaticano II hasta ahora llenaríamos bibliotecas con las referencias a dicho diálogo), leemos en estos días dos noticias contradictorias, una muy esperanzadora y la otra altamente descorazonadora. Lo cual no es de extrañar porque así es el ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor.
Empezando por lo positivo, el pasado jueves tuvo lugar ante diplomáticos, funcionarios internacionales, y representantes del mundo de la cultura, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO), el lanzamiento de una nueva estructura de diálogo entre creyentes y no creyentes, el Atrio de los Gentiles. La iniciativa, promovida por el vaticano Consejo Pontificio de la Cultura, es una sugerencia de Benedicto XVI destinada a crear un espacio de diálogo “con aquellos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios es desconocido”.
El cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, escogió la capital francesa para acoger la primera edición de este acontecimiento como lugar simbólico de la Ilustración y su impacto en el mundo. De este modo, entre el 24 y el 25 de marzo de 2011, tres sedes de prestigio --la UNESCO, la Universidad de la Sorbona, y el Instituto de Francia--, han permitido a altas personalidades del mundo de la cultura dialogar sobre el tema "Luces, religiones, razón común".
En la UNESCO, este diálogo ha sido presentado como "elemento esencial en la búsqueda de la paz y la abolición del rechazo del otro en la afirmación de la propia identidad", según ha explicado el Consejo Pontificio de la Cultura en un comunicado. "Este diálogo tiene la misma pertinencia para nuestro tiempo que el diálogo interreligioso. Desde la perspectiva de la globalización, llama a plantearse cuestiones vitales de carácter universal y sobre los valores", explicaba el Consejo al enmarcar la iniciativa.
El encuentro comenzó con los saludos de bienvenida del cardenal Ravasi y con un mensaje grabado por Irina Bokova, directora general de la UNESCO, quien situó la sesión en el tema del diálogo intercultural, que interesa de manera particular a esta institución, después de que dedicara el año 2010 al "Acercamiento de culturas". Varias personalidades políticas, entre otros Giuliano Amato, antiguo primer ministro italiano, subrayaron la perspectiva del debate a nivel político, cultural y social. "La alianza entre creyentes y no creyentes dará a la libertad y a la democracia su sentido", aseguró Amato.
Henri Lopes, antiguo primer ministro del Congo, embajador de ese país ante Francia y la UNESCO, testimonió la importancia de este diálogo para promover una cultura de la paz en el mundo, más allá de los límites europeos y occidentales. Pavel Fisher, antiguo embajador de la República Checa en Francia, subrayó el carácter decisivo de la búsqueda de sentido en el corazón de un mundo simultáneamente secularizado y religioso, e invitó a un diálogo entre diferentes visiones del mundo y del hombre.
Veo en todo esto una iniciativa hermosa y sobre todo necesaria, aunque obviamente mi opinión es un nada comparado con todos los intelectuales de gran talla, creyentes y no, que han promovido la iniciativa y lo han explicado de modo mucho mejor. Por otro lado, si bien el resultado de dicho Atrio de los Gentiles se verá a lo largo del tiempo, sin duda la intención y los comienzos no pueden ser más positivos.
Pero también veo todo lo contrario en otra noticia aparecida también en estos días, muy de estilo español, en la que todo lo que sea diálogo brilla por su ausencia, y prima el extremismo y el apasionamiento. La cosa comenzó hace unos días con el ataque, que aparte sacrílego fue sin duda chabacano y barriobajero, a una capilla de la Universidad Complutense en Somosaguas. Se puede creer lo que se quiera o no creer, cada uno tendrá cuenta de ello a su tiempo, pero lo mínimo es respetar al prójimo. Si unos clérigos o feligreses “reventasen” una reunión laica con salmodias o letanías sin respetar a los organizadores y participantes, la cosa sería condenable, no hay duda de ello, y por la misma regla de tres lo que pasó en aquella capilla es otra falta de respeto, pero peor, pues estuvo adornado de un pésimo gusto que imagino corresponde al que tienen los que lo hicieron.
Y la cosa ha seguido después con un acto de solidaridad hacia los detenidos -que si los ha habido es por lo que lo de la capilla tuvo de contrario a las leyes democráticas- el cual en sí me parece legítimo, pues cada uno puede organizar los actos que quiera mientras no se ofenda al prójimo. El problema es que en dicho acto personajes de cierta fama, políticos y artistas como Gaspar Llamazares, Willy Toledo o el inevitable Leo Bassi han aprovechado para sentar cátedra y afirmar que la universidad no es lugar para capillas. Lo cual, presentado como principio básico de la sociedad moderna, como ellos lo presentaron, es un desatino desde el punto de vista histórico, sociológico y jurídico que gracias a Dios ocurre en pocos lugares de nuestro país. Capillas en las que por cierto a nadie obligan a entrar, ni se lanzan anatemas hacia los que por allí no pisan, ni se realiza ningún tipo de actividad antidemocrática, ni se confabula contra ningún régimen, sino que alumnos y profesores hacen algo tan sencillo como practicar la fe que profesan y que coincide que es la de la gran mayoría de la población española, realidad apabullante que muchos no quieren ni recordar.
No se puede tachar de inculpable el ignorar descaradamente dicha realidad de nuestra sociedad, los acuerdos Iglesia-Estado, nuestra historia, etc. Y si en el futuro, en virtud de flujos migratorios u otro tipo de fenómeno sociológico hiciesen falta en centros públicos capillas de otras religiones, nadie se debería extrañar, eso ocurre en países como Estados Unidos, y nadie se rasga las vestiduras. Y actos de no creyentes, ateos o agnósticos, con sus correspondientes locales, existen en la actualidad y sigue sin rasgarse ninguna vestidura, ni la Iglesia dice nada en contra de tales actos que derivan de la libertad de conciencia. A nivel teórico se puede estar más o menos de acuerdo, pero a nivel práctico debe primar el respeto y la Iglesia así lo reconoce. Por eso es curioso que sea ella, que muchos tachan de intolerante, la que haga gala de comprensión y tolerancia, mientras que ciertos librepensadores den muestras de intolerancia visceral y belicosa.
Pero una cosa son los intelectuales que se han reunido estos días en París y otra muy distinta Willy Toledo, Leo Bassi y otros compañeros de similar catadura. Por si alguien duda de ello, no hace falta más que considerar la iniciativa estrambótica y probablemente sacrílega que promueve Leo Bassi -actor italiano de fama casi inexistente en su tierra- para el próximo Jueves Santo en Madrid, esto es, una procesión “laica” por las calles del centro de la Villa (¿le dará permiso el alcalde?), coincidiendo con las verdaderas procesiones, de las que sin duda hará burla.
Por mucho que se quiera, no se puede comparar el nivel de las personalidades que se han reunido en la UNESCO, gente pensante y dialogante, y la farándula española de moda (política, cultural y artística), poco pensante, amante de las portadas de los periódicos y siempre dispuesta a ser tolerante con los que piensan como ellos e intolerante con los que no lo hacen. No hay color.
P. Alberto Royo Mejía, sacerdote