¿Cuál es la relación entre Ley de Dios y Conciencia? Nuestra Teología Moral se fundamenta en la Alianza entre Dios y el ser humano, Alianza en la que Dios toma la iniciativa con una revelación en la que nos anuncia su intención de hacernos hijos suyos y exige por nuestra parte una respuesta de fe y conversión. El lugar privilegiado del encuentro entre Dios y el hombre es la conciencia moral. Por una parte la conciencia es verdaderamente la voz de Dios, cuya presencia íntima nos hace descubrir los valores y orienta el alma hacia un mejoramiento, pero por otra parte la conciencia representa también al hombre, pues éste puede hacer buen o mal uso de su luz y de las fuerzas morales.
Es en la conciencia, incluso más que en la razón, donde radica la dignidad de la persona. En base a su conciencia el ser humano abraza su responsabilidad y por consiguiente determina la moralidad, es decir el mérito o demérito de sus acciones. La conciencia es la fuente de la libertad.
Psicológicamente es necesario que el hombre tenga a su disposición normas morales. En la vida moral hay dos polos que conviene saber distinguir y unir: el polo objetivo de la ley moral y el polo subjetivo de la conciencia, teniendo la conciencia un papel insustituible, pues debemos hacer lo que nos exige, ya que es nuestra última norma y según ella seremos juzgados.
Hay que evitar insistir excesivamente en la diferencia entre ley y conciencia, como si la ley fuese tan solo la norma externa o expresión de la voluntad de Dios, y la conciencia representase en cambio la autonomía del hombre. En realidad no debe haber oposición entre ley y conciencia, pues la ley divina se funda no sólo en la autoridad de Dios, sino sobre todo en su Razón y Sabiduría, mientras por su parte la conciencia es en nosotros un reflejo de la sabiduría divina. Conciencia y ley deben por tanto colaborar, siendo el papel de la ley iluminar la conciencia y el de la conciencia descubrir y aplicar las leyes objetivas del orden moral.
La conciencia moral cristiana trata de realizar lo que la imitación y el seguimiento de Cristo exigen de nosotros. Se trata de conocer y realizar lo que Dios nos pide, es decir como seguir prácticamente a Jesucristo, centro, origen y meta de nuestra vida, dejándonos llevar por su gracia e intentando poseer una recta relación entre ley y conciencia.
“La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe es justo y bueno. Mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 1778).
En consecuencia la ley hemos de verla en conjunción con el sujeto que responde. El hombre no es un autómata que reacciona espontáneamente a las exigencias morales, sino una persona que responde a lo objetivo tal como él lo percibe. La función de la conciencia moral no es sólo la de aplicar las normas morales objetivas, sino también la de descubrir, con un ancho margen de iniciativa, los valores morales que han de aplicarse a fin de conseguir la realización auténtica de la persona. Actualmente la Teología bíblica, la primacía en lo moral de la caridad y el Vaticano II muestran un renovado interés hacia lo subjetivo: se insiste en un mayor amor, sinceridad, libertad, apertura y sentido de la responsabilidad.
La conciencia moral cristiana en este nivel es el mensaje de Cristo proclamado a cada uno de nosotros personalmente. El Cristianismo más que algo, es decir un dogma, una moral o una liturgia, es Alguien: Cristo. Cristo es para el cristiano el centro de la Historia, el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). Ser cristiano consiste ante todo en dar un sí a Cristo con todas las consecuencias. La palabra de Cristo resuena de manera permanente para todas las generaciones hasta el fin de los tiempos dentro y fuera de nuestros corazones (cf. Mt 28,20). La conciencia moral cristiana es pues la repercusión que esta Palabra tiene en nosotros, y al aceptarla e interiorizarla nos cristificamos.
La conciencia moral cristiana es por consiguiente la conciencia que tiene el cristiano de ser otro Cristo.
Pedro Trevijano Etcheverría, sacerdote