En medio de este mundo pagano y descreído, que ha perdido el inquietum agustiniano aparece una nueva espiritualidad. Los cristianos que no estaban lejanos o en conflicto de fe, pero aprendiendo a ver la crisis en la Iglesia, perplejos se preguntan ante qué «espíritu» se encuentran.
La gente que se lo pregunta está en conflicto. Por un lado, constata que en ella o su conocido hubo una mejora o curación en la salud y por otro lado, toda la dinámica del grupo, los cantos y los rezos no siempre parecen muy católicos, muy kosher, todo es como muy novedoso.
Y yo me pregunto: y luego qué, ¿qué sigue? Ya sanaste tu dificultad que no te permitía perdonar y seguir adelante, tu dolencia física y ¿qué más? La vida cristiana es más amplia y profunda. ¿Cuánto tiempo más vas a seguir en el tema de volver a retiros o rezos de sanación, (que muchas veces ya definen reduccionistamente a la persona e incluso la retraumatizan). «¡Ay es que siento muy bonito!», contestan. «Me gusta más ir a esas horas eucarísticas que a misa», (y a visitas al Santísimo sin música).
Si las heridas son profundas, me pregunto, ¿se espera hacerlo sin terapia, sin atenderlo multifactorialmente? De lo que yo conozco al Espíritu Santo, no premia la holgazanería y Dios se apoya en las «causas segundas» para realizar su obra. Hay un poco de pensamiento mágico infantil y una instrumentalización de la supuesta «adoración» eucarística donde el centro no es el Señor, sino la experiencia. Pero dejemos este asunto por el momento porque da para mucho.
¿Qué discernimiento podemos hacer sobre la oración de sanación, sus organizadores, sus adeptos, su lugar en la Iglesia? Empuñando la espada de la Palabra y el escudo de la fe, me meto a la refriega.
I Cor 12 es el texto base para entender esto. Somos un cuerpo, que tiene diferentes carismas para su edificación, éstos son ordenados jerárquicamente y hay un bien supremo que ordena todo: la Caridad.
Es más importante la función del obispo, la de los profetas (no adivinos, no «ilumindados») y la de los maestros, antes que todos los demás. A éstos se deberían sujetar los otros con docilidad para no caer en excesos y por su propia protección espiritual.
Lo que está pasando es que muchos de los que tienen carisma de curación, bajo la suposición de que sí sea verdadero carisma, es que se van por la libre y no estudian lo aprobado, toman cualquier lectura o curso, y no obedecen, porque a ellos los guía de manera especial el Espíritu Santo, se guian por los «frutos». Esta es una tara heredada de sus orígenes Pentecostalistas. Más bien creen tener ciencia infusa y no necesitar de orientación y autoridad eclesial (la cual ha perdido mucha autoridad y cohesión doctrinal). Es más, algún obispo feliz por ver los «números «discierne que eso es obra de Dios…¿qué decir? Los números nunca han sido el criterio de discernimiento. ¿Cuántos estaban al pie de la Cruz? Y las multitudes sanadas ¿dónde estaban a la hora de la prueba?, de los 10 leprosos ¿cuántos crecieron en unión con Cristo?, recuerdo que la proporción que da el evangelio es 1 de 10.
Volviendo al asunto, puede haber un carisma verdadero, pero no se enseña, no se hereda, no se pueden dar cursos y mucho menos cobrar por ellos. Se puede enseñar a orar, pero no a curar. Se puede enseñar a «consolar», a acompañar, pero no a curar con la acción del Espíritu Santo. Es una gracia gratis dada y eso quiere decir que no la mereces, no la aprendiste y no la heredaste o transmitiste. Mucho menos implica que seas santo o que además tienes carisma de fundador. Esta gracia no te autoriza para dirigir almas. Tampoco autoriza imponer manos, que es un gesto de la autoridad ministerial y en un contexto litúrgico. Ni siquiera para que se dé el milagro de la curación tienes que tocar o acercarte a la persona, es más, ni siquiera te tiene que conocerle o estar en el mismo país. No necesita de tu protagonismo para acabar pronto. Mucho menos que le invadas su espacio personal y le susurres cosas al oído forzando una actitud o dominando la conciencia, que es sagrada y privada. Y si Dios te da a saber la necesidad de la persona, no te da derecho usar esto para hacerla sentir que tienes «superpoderes» para que te obedezca, someta, sirva o dependa de tus opiniones, sólo puedes interceder ante Dios por esa persona y su necesidad. Es muy tentador para ambas partes. Este es el problema básico. Como es un carisma que no implica santidad, se puede usar muy mal y dar ocasión al diablo. Muchas almitas (laicas o consagradas, incluso sacerdotes y monjas) que pasan por esos grupos vienen muy heridas, desestructuradas y solas, por lo que son muy influenciable y sugestionables. Se les puede manipular con mucha facilidad. El demonio, la carne y el mundo hacen su agosto con ellas.
Conclusión: puede ayudar en un inicio como experiencia viva de fe, puede haber una apertura a tomar conciencia de la propia miseria y necesidad de Dios. Nos da un contexto de misericordia que nos daría el valor para remar mar adentro y las gracias para perseverar. Pero debe pedirse la ayuda adecuada, profesional e integral que merece el caso, por ejemplo, EMDR en caso de haber sido víctima de abuso de cualquier tipo o tener alguna forma de PTSD. Se va a necesitar formación doctrinal desde luego, vida sacramental sin falta, vida de oración y obras de misericordia, sin descuidar y dejar de priorizar los deberes de estado. Y como una gracia especial, dar con un director espiritual letrado, que tenga carisma de tal, con un gran don de consejo.
Meditar Is 58, es una pieza clave para sanar de forma profunda y duradera. Se puede experimentar la cercanía de Dios, pero es sólo el inicio de la vida cristiana. Estos consuelos los da Dios al principio para motivar. Las almas que no sienten nada, no son necesariamente las más alejadas de Dios, tal vez son almas más maduras en la fe, forjadas para grandes batallas, pueden tener algún beneficio con esta experiencia si hay algún bloqueo emocional, pero «felices los que creen sin ver». La noche oscura de los sentidos es una purificación obligada para cualquiera que empieza a tomarse su vida espiritual en serio. No olvidemos que la vida cristiana es cristificarse y eso es, configurarse con un Cristo crucificado. Ya Dios dará sus consuelos cuando Él vea conveniente, pero no caer en gula espiritual, que creo es una de las grandes problemáticas de la mercadotecnia de estos grupos. No entro a ejemplos para que nadie se sienta aludido, pero no es católico ofrecer esas experiencias, como si Dios trabajará para nosotros y pudiéramos garantizar sus frutos.
En lo personal, recomiendo más caminos seguros de crecimiento espiritual con los clásicos maestros de la mística. Lo otro me parece temerario, en una etapa de apostasía y falsos profetas no lo recomiendo, o al menos no «clavarse». Mejor en caminito humilde de picar piedra en la vida oculta de Nazareth y siempre rectificar la intención haciendo todo por amor, pero esa soy yo. En definitiva, necesitamos la proclamación magisterial de los que tienen ese encargo, pero están muy ocupados en novedades sinodales mientras los lobos y malos pastores, en los que nos podemos convertir cualquiera si no cuidamos el Santo Temor, merman el rebaño.
Pía Hirmas