Una serie de escándalos se produjo en iglesias parroquiales de Buenos Aires, todos de la misma factura: cantos en plena Misa, contra el presidente Javier Milei. El tema era «la Patria no se vende». Evidentemente se trata de una cuestión política, que se entromete en el sitio más sagrado de la Tradición católica. Ocurrió en Santa Cruz, del barrio de San Cristóbal, y en Inmaculado Corazón de María, de Constitución. Quizás olvido algún nombre de este propósito concertado; no es difícil imaginar de qué rincón de la oposición procede. Algo semejante se había producido, hace unos años, en tiempos del presidente Macri.
«La Prensa» registra lo sucedido en la parroquia Inmaculado Corazón de María, del barrio de Constitución, confiada a los religiosos claretianos. El diario menciona la disculpa que esbozó el celebrante: «El Obispo Carrara pidió disculpas por los cantos durante una Misa», tal era el título. Quizá, en este caso, la circunstancia favorecía discretamente la reacción de ese grupo que hizo oír el cántico. Se trata de una Misa «por el padre Mauricio Silva, Hermanito del Evangelio, que mientras trabajaba como barrendero, el 14 de junio de 1977, fue detenido y desaparecido». Me permito una digresión, para señalar otro caso: el del padre Pablo Gazzarri, sacerdote del clero porteño, que se había incorporado en aquellos días siniestros a los Hermanitos del Evangelio, y desapareció el 27 de noviembre de 1976. Este sacerdote, con el que me unió una estrecha amistad, guardaba en la parroquia en la que era vicario cooperador las armas de los Montoneros. Vale la pena preguntar: ¿a Silva lo hicieron desaparecer por el solo hecho de trabajar como barrendero? Según «La Nación», el Obispo Carrara «comentó que en la celebración recordaban la vocación de Silva de gritar el Evangelio con la vida, ya que tuvo amistad con los pobres, y fue un obrero más». Monseñor Carrara explicó que «antes de la Bendición Final, fui sorprendido por una señora que empezó a cantar ‘la Patria no se vende’, muchos de los presentes en el templo continuaron el canto durante un minuto». Su disculpa fue que entiende que «algún fiel sencillo podría haberse confundido, o incluso molesto por esta situación, que puede interpretarse como politizar partidariamente la celebración de la Eucaristía, que es sacramento de unidad».
Leo, simultáneamente, en «La Prensa», una advertencia de Monseñor Oscar Vicente Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, previendo la reiteración de este tipo de actitudes, en una misa de las ‘Madres de la Patria’, este miércoles 19 de junio, para homenajear a estas personas que trabajan en comedores y merenderos. Dijo Monseñor Ojea: «No pensamos invitar a ningún político a esta misa porque no queremos que algo tan propio del ser humano, que no pertenece a ningún sector político en particular, sea usado de ningún modo». La cuestión de la presencia de algún político es irrelevante; en los casos registrados no había ningún político, fue un grupo de fieles --no excluyo infiltrados kirchneristas- el que protagonizó los cantos, que no eran, precisamente, sagrados, sino otra vez el tan reiterado «la Patria no se vende».
El arzobispo de Buenos Aires, Mons. García Cuerva, estuvo en cierto modo algo más cerca de la explicación correcta. En la parroquia San Ildefonso, del barrio de Palermo, dijo que «no está bien que se utilicen las ceremonias religiosas para dividir, fragmentar y partidizar». Y agregó que «la misa es algo sagrado, la misa está en las entrañas más profundas de la fe de nuestro pueblo».
La argumentación del arzobispo, lamentablemente, es de orden antropocéntrico: «Es algo sagrado, nos ayuda a unirnos, a hacernos hermanos, para alimentarnos y ser testigos del Reino en las calles». Es notable que los actuales obispos ignoren que la Misa se dirige a Dios, es un Sacrificio de Adoración y de súplica, que contiene sacramentalmente la Muerte y Resurrección de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Este despiste es el que se vive en tantas misas guitarrescas, con cantos que no constituyen precisamente una alabanza objetiva a la Santísima Trinidad. En las misas en las que se entonaron cantos contra Milei, el mayor daño ha sido el menoscabo del Misterio litúrgico: no hay Misterio, como si la Misa fuera una reunión protestante o evangélica. Toda la Tradición, unánimemente, protesta contra tal abolición del Misterio del culto, desde la edad postapostólica hasta el Concilio Vaticano II. ¿No han leído los obispos la constitución conciliar Sacrosanctum Concilium? En este texto, votado prácticamente por unanimidad, se presenta la liturgia como representación sacramental del Misterio Pascual, con la Eucaristía como la celebración por excelencia de este Misterio.
Los cánticos políticos constituyen una profanación, un mal uso arbitrario y antropocéntrico de una realidad teologal, en la que Dios se hace presente. Hay que devolver a la Liturgia católica la exactitud, la solemnidad y la belleza, que son la dote que la identifica. Si los cánticos que se oyeron en las parroquias que he mencionado fueran a favor de Milei, serían igualmente reprobables.
+ Héctor Aguer
arzobispo Emérito de La Plata.
Buenos Aires, miércoles 19 de junio de 2024. -