Cuando crecí y entré por primera vez en la atmósfera mental del mundo moderno, descubrí que este se oponía en dos puntos a lo que había aprendido en mi niñez en los cuentos de hadas. Me llevó mucho tiempo descubrir que el mundo moderno está equivocado y que aquellos cuentos tenían razón. El pensamiento moderno contradecía este credo básico de mi infancia en sus dos doctrinas más esenciales. Primero, que este mundo es un lugar salvaje y sorprendente, que podría haber sido muy diferente, pero que es bastante delicioso. Segundo, que ante esta belleza y deleite uno debe ser modesto y someterse a las limitaciones a veces extrañas impuestas por su bondad.
La bondad en los cuentos de hadas no se ve afectada por el hecho de que puede haber en la historia más dragones que princesas. La prueba de la felicidad es la gratitud y de niño me sentía agradecido, aunque apenas sabía a quién. Nunca pude mezclarme en las quejas de esta nueva generación contra la monogamia, porque ninguna restricción al sexo parecía tan extraña e inesperada como el sexo en sí mismo. Mantenerse con una sola pareja es un pequeño precio por estar con alguna pareja. Quejarse de que sólo podemos casarnos una vez es como quejarse de que sólo podemos nacer una vez.
En el cuento de hadas, una felicidad incomprensible descansa sobre una condición incomprensible. Se abre una caja y todos los demonios salen volando. Se olvida una palabra y las ciudades se derrumban. Se enciende una lámpara y el amor se va volando. Se arranca una flor y se pierden vidas humanas. Se come una manzana y se pierde la esperanza en Dios. Tal parece ser la alegría del hombre, ya sea en el país de los elfos o en la tierra. En los cuentos, la felicidad muchas veces depende de no hacer algo que en cualquier momento podrías hacer, pero que no es obvio por qué no debes hacerlo. La cuestión es que a los niños esto no les parece injusto. No se sienten dispuestos a resistirse a ninguna regla simplemente porque sea misteriosa. Los niños están dispuestos a poseer las enormes propiedades de la tierra y del cielo mediante cualquier fantasía. Saben que nunca podrán ser más salvajes que cuando se les permite poseerlas. El marco no es menos extraño y bello que la imagen.
Decía Aristóteles que el presente es la tenue línea que conecta el pasado que ya no existe con el futuro que todavía no existe. Es como si el tiempo fuera una nada que separa dos cosas inexistentes.
En el mundo hay magia, algo personal, como en una obra de arte. Y la magia requiere un mago; y la ley nuestra libertad para quebrantarla.