Carlos de Foucauld: el santo del Sahara
Charles de Foucauld

Carlos de Foucauld: el santo del Sahara

No hace mucho ha sido canonizado Carlos de Foucauld, su memoria litúrgica es el 1 de diciembre, que es el día de su muerte. Es importante conocer la vida de este hombre del todo singular, muy conocido en su patria francesa como en el norte del África donde vivió mucho tiempo y, por supuesto, menos relevante entre nosotros; sin embargo, esta es una buena ocasión para adentrarnos en las instancias de su vida, ya que, en definitiva, los santos, más allá de su nacionalidad, son de toda la Iglesia, y Foucauld tuvo notas muy singulares en su existencia que valen la pena mencionar.

Él hace más de un siglo que vivió (+1916), y a poco tiempo de su muerte (1921) René Bazin escribe su biografía que tuvo un enorme suceso e implicó un gran influjo espiritual en su tiempo dando a conocer a quien ahora es ya santo. Bazin pudo recorrer los lugares donde vivió Foucauld y entrevistar a muchas personas que lo conocieron. Muchos califican la suya como la mejor biografía, y como se encuentra escrita por alguien que era un católico ferviente, un católico que cuando escribía se notaba que lo era, ahora su biografía se convirtió en una hagiografía. «Carlos de Foucauld» de René Bazin sigue haciendo un bien inmenso.[1]

Nacimiento, familia, el liceo.

Carlos de Foucauld nace en Estrasburgo en 1858 aunque su familia no es de origen alsaciano, sino de la zona francesa del Perigord. Entre sus parientes que lo precedieron podemos mencionar a aquel que participó de la cruzada nada menos que acompañando a San Luis rey de Francia, y que incluso murió en batalla contra el Islam; a su vez, podemos destacar entre sus ancestros a otro familiar suyo que estuvo en Reims junto a Santa Juana de Arco cuando fue la consagración del «Delfín», en momentos especiales de Francia. Un tercer miembro de su familia había sido un clérigo destacado en Arlès que fue martirizado durante la revolución francesa.[2]

Él quedó huérfano de padre y madre de niño y entonces quedó bajo la tutela y cuidado de su abuelo y cuando estalla la guerra franco prusiana (1870) se instalan en Berna y luego en Nancy donde realiza el liceo alternando en algún momento con Estrasburgo. De esa época de formación es su enorme interés por la literatura, incluyendo entre sus lecturas a los clásicos latinos y griegos. Pronto tendrá en su alma un marcado escepticismo e influenciado por ciertas corrientes considera que no se puede llegar al conocimiento de la verdad.[3]

Sin embargo, él tiene los mejores recuerdos de su infancia, de su familia, de los momentos compartidos, de las oraciones que aprendió, como así también de la primera comunión y su preparación previa; además, y en cuanto a la faz religiosa, conservó siempre un especial respeto hacia la figura del sacerdote. Recuerda: «Hijo de una madre santa, de quien aprendí a amarte y a rezarte, no bien pude entender una palabra. Mi primer recuerdo es el de esta oración que ella me hacía rezar mañana y tarde…cuando iba con mi padre y mi abuelo a Misa…veo a mi abuela y a mis primas yendo a Misa todos los días…»[4]

Se señala este aspecto ya que Carlos, tuvo una adolescencia muy ajetreada y en plena adolescencia pierde la fe, pero no de una manera superficial o dando lugar a equívocos con la expresión, como aquellos que por no «sentir» nada cuando rezan piensan haber perdido la fe que, en realidad, poseen. No, en Foucauld, esta pérdida es profunda. Expresamente afirma que «de la fe no quedaba huella en mi alma.»[5] Este tiempo de apartamiento tremendo de Dios y de la vida de la gracia sería muy intenso e incluso prolongado. Declararía luego que «por espacio de trece años no creyó en Dios.»[6] Él incluso describe el estado de su espíritu en ese tiempo juvenil. «A los diez y siete años yo era todo egoísmo, vanidad, impiedad, malos deseos; estaba como enloquecido».[7] Y si hiciera falta algún detalle más: «pecaba en el espíritu y en la carne», completo digamos. Aquí se encuentra en las antípodas de toda búsqueda de Dios.

Foucauld militar: formación castrense y su primer destino en África.

Del liceo egresó como bachiller, y si bien su abuelo quería que ingresara a la Escuela Politécnica, él optó con diez y ocho años (1876) por realizar el examen de ingreso a la academia militar Saint Cyr en Paris, prosiguiendo luego en (1878) en la escuela de caballería de Saumur. En su período castrense se queja de tener poco tiempo para las lecturas de su interés.

Todo este tiempo se caracteriza por una gran relajación en su vida; es descreído del todo y vicioso e incluso comete muchas indisciplinas castrenses, a pesar de eso con 22 años (1880) es ya teniente y va con el 4° de húsares a Argel. «Fue esta una época decisiva: la pasión por la tierra de África, que era en suma, la pasión colonial, va a dominar al joven oficial y a engrandecerle, dando orientación nueva a su vida hasta entonces tan mal empleada».[8] Aquí comienza a disponer las mejores fuerzas de su naturaleza hacia el bien. Veremos cómo este joven inquieto y bien pecador, de a poco va mejorando en todos los aspectos.

Graduado y destinado al África colonial con las tropas francesas, continúa con las indisciplinas castrenses y sus vicios arraigados que en su conjunto lo llevan a abandonar el Ejército; pero, he aquí, que se desató por entonces la violenta sublevación de un jefe musulmán contra Francia y hallándose él aún en Marruecos a su pedido es readmitido y participa de una campaña militar durante nueve meses donde pelea, combate, se arriesga y ve la muerte de cerca.

Laperrine era compañero suyo de milicia por entonces, llegaría luego a general y escribiría «Las etapas de la conversión de un Húsar» y así testifica el accionar del teniente Foucauld en aquella campaña: «entre los peligros y las privaciones de las tropas expedicionarias, este literato alegre se reveló como soldado y como jefe; soportando gozoso durísimas pruebas, exponiendo su vida, e interesándose con abnegación por sus hombres».[9]

Explorador en Marruecos: premios y reconocimientos.

Al término de esta campaña, este espíritu inquieto quería recorrer el sur de Marruecos para estudiar mejor a los árabes, y ante la negativa recibida pide la baja (1882) ya que «él no dejaría el África sin haberla estudiado»;[10] es entonces cuando realiza por su cuenta un auténtico trabajo de exploración disfrazado de judío y contratando a un judío llamado Mardoqueo que le hacía de guía; como preparación pasó un año entero en Alger estudiando árabe y el contexto en el que se hallaba. A la vez que por mimetizarse con los hebreos marroquíes aprendería algo del hebreo y de las costumbres hebreas. Tal viaje no podía ser emprendido con atuendos coloniales franceses.

En un año de excursión (entre 1883-1884) se valió de la brújula, termómetro, barómetro y sextante para todas sus mediciones que anotaba en una pequeña libreta y luego pasaba a un cuaderno más grande. Trabajo realizado medio a escondidas para no despertar sospechas. Nunca fue descubierta su verdadera identidad, realizando así una inteligente infiltración con fines científicos que sirvió y mucho a su país.

Este año de trabajo le valió recibir una medalla de oro por la Sociedad Geográfica de París, y esto exclama por entonces un entendido sobre el valor de su exploración: «ha perfeccionado los 689 km de sus predecesores, y les ha añadido otros 2250. En cuanto a la geografía astronómica, ha determinado 45 longitudes y 40 latitudes y cuando contábamos con unas pocas altitudes conocidas, él nos aporta 3000».[11]

Hay que destacar en todo este período africano donde él sigue alejado de Dios y de la fe, sin embargo, había quedado muy impresionado por la religiosidad de los musulmanes que continuamente invocaban a Mahoma y cinco veces al día hacían ritual y rigurosamente sus oraciones. Y él estaba «sin religión».[12] Eso lo conmovía interiormente y de algún modo su búsqueda de Dios se pone en movimiento para hallarlo y no para huir de Él.

Fruto de sus investigaciones fueron las publicaciones de dos libros: «Itinerario de Marruecos» y «Reconocimiento de Marruecos» lo que le valió un inmenso reconocimiento por parte de los especialistas en París; ambas obras se publican a fines de 1887 y comienzos de 1888, él tiene 30 años y «el triunfo fue muy sonado entre los geógrafos, sabios y colonistas tanto de Francia como de los países extranjeros. Por todos lados aplauden al joven explorador, su fama se extiende; de todas partes le llegan cartas de felicitación».[13]

Se encuentra instalado en Paris y participa de numerosas reuniones importantes y retoma vínculos familiares que había dejado a un lado. «frecuenta la sociedad más selecta y más seria de Paris» hombres de poder «hablan de los asuntos religiosos y políticos de Francia» en reuniones donde él es invitado. A su vez «dulces influencias femeninas le rodean».[14]

¿Cuál es el estado de su alma en este contexto? ¿En qué cree Foucauld en medio de este logro del todo suyo? En realidad, para entonces, él ya está convertido. En esas reuniones había conocido al padre Huvelin fugazmente y había oído hablar muy bien de este sacerdote, quien era cura de san Agustín, de París, muy buscado como confesor y como director espiritual, a la vez que era un predicador destacado y seguido.

Conversión de Foucauld: la confesión.

Es así que Foucauld en su búsqueda empeñada de Dios, había llegado ya hasta el confesonario de Huvelin, donde se dio el siguiente diálogo:

-- «Yo no tengo fe, vengo a pedirle que me instruya».

-- «Arrodíllese y confiese sus pecados, usted llegará a creer».

-- «Pero yo no he venido a confesarme».

-- «confiésese usted».

-- «se arrodillo e hizo la confesión de toda su vida».

Estando Foucauld en ayunas Huvelin le dio la Comunión.

Hizo allí «su segunda primera comunión».[15] Este hecho es el cambio de vida completo, es ni más ni menos que su conversión. En esa iglesia una placa, junto al confesonario recuerda el paso extraordinario dado por esta alma inquieta que se ha decidido a pasar del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz. La oveja perdida ha vuelto al rebaño.

«Aquí Carlos de Foucauld se convirtió confesándose con el padre Huvelin en octubre de 1886. Ordenado sacerdote el 9 de junio de 1901. Ha celebrado muchas veces la Misa en esta iglesia» dice textualmente la placa. La búsqueda de Dios llegó al perdón de todo lo malo que había hecho y a unirse a Cristo sacramentado. No fue de los que andan siempre buscando sin hallar. A partir de entonces frecuenta la Misa y la Comunión y quedará con un director espiritual a quien consultará incluso estando a 4000 km de distancia y luego cuando retorne al desierto.

Así recuerda su «conversión»: «Él me hizo poner de rodillas, confesarme y en seguida ir a comulgar…cuando lo recuerdo no puedo menos de llorar y no quiero contener esas lágrimas, porque son muy justas. ¡Dios mío, qué ríos de llanto debieran correr de mis ojos al acordarme de tantas misericordias! ¡Qué bueno eres, cuán dichoso soy! ¿Qué he hecho para merecerlo? Luego todo fue un encadenamiento de gracias cada vez mayores».[16]

Él manifiesta su gratitud: «Me siento desfallecer Dios mío ante tantas misericordias y obligado a suplicar a la Santísima Virgen, a los santos, y a tantas almas piadosas que os den gracias por mí, porque yo sucumbo bajo el peso de tantas gracias, oh esposo mío, que has dejado de hacer por mí. Que quieres de mí por haberme así colmado, que esperas de mí por haberse así abrumado…Dios mío, inspírame pensamientos, palabras y obras a fin de que todo en mí te dé gracias y te glorifique. Amén, amén, amén».[17]

Foucauld en su rebeldía anterior se había apartado de su familia, ésta lo ayudaría muchísimo en el paso que dio: «Me restituiste a mi familia, a la que tan dulcemente amé en mi infancia y juventud. Allí hiciste renacer mi antigua admiración hacia aquellas almas, y a ellas las moviste a que me recibiesen cuál hijo pródigo, al cual, lejos de recordar que había dejado la casa paterna, le mostraban la misma bondad que pudiera esperar si nunca hubiese fallado, y me uní a esta familia querida donde vivía rodeado de una atmósfera de virtud que a ojos vista me devolvía la vida. Era la primavera que hacía revivir la tierra luego del invierno. Con este dulce calor creció este deseo del bien, este disgusto del mal. A principios de 1886, luego de seis meses de vida de familia, yo admiraba, yo amaba la virtud, pero aún no te conocía».[18]

Con rasgos muy particulares describe el fango y abismo del que salió: «mi vida comenzó a ser una muerte, mejor dicho era ya una muerte a tus ojos…y aún en este estado de muerte, tú me conservaste…obraba el mal…tú me hacías sentir un vacío doloroso, una tristeza cuál jamás he sentido. Me acometía cada noche, cuando me hallaba sólo en mi habitación; me tenía mudo y abatido en medio de lo que llaman diversiones. Yo mismo las preparaba, pero al llegar su tiempo, las pasaba en un mutismo, en una pena, en un disgusto infinitos…tú me infundías esa vaga inquietud de la mala conciencia que, estando aún dormida, no está completamente muerta. Nunca sino entonces he sentido esa tristeza, esa enfermedad, esa inquietud. Era pues Dios mío un don tuyo… pero qué lejos andaba yo de sospecharlo…por esta invención de tu amor impedías que mi alma se perdiese irremisiblemente…si yo hubiera muerto entonces, estaría ahora en el infierno».[19]

Estamos ante alguien que abrió su alma a la gracia: «No podías entrar Señor en un alma donde reinaba como señor el demonio de las pasiones inmundas… pero querías entrar en la mía, por eso arrojaste al enemigo…y después de haber limpiado mi alma de sus inmundicias y de haberla encomendado a tus ángeles, te dignaste entrar en ella».[20]

Ya de joven estudiante en el liceo había manifestado su escepticismo en conocer la verdad, toda verdad; las malas lecturas, las enseñanzas erróneas lo apartaron de Dios. En su búsqueda y conversión hay un fuerte componente intelectual, de indagación de razones, en el mismo texto donde reconoce lo recibido dice: «Al mismo tiempo me facilitaste una vida de estudios serios»,[21] y «entonces me pusiste ante los ojos algunas páginas de un libro cristiano».[22]

Y pasa a detallar, por así decir, cierta secuencia lógica en su conversión: «Entonces me hiciste cuatro mercedes. La primera fue inspirarme este pensamiento: puesto que esta alma (el padre Huvelin) es tan inteligente, la religión que él profesa tan firmemente no puede ser una locura, cual yo pienso. La segunda fue inspirarme este otro pensamiento: si esa religión no es una locura, bien podría ser que en ella se hallase lo que no descubro en ninguna otra ni en ningún sistema filosófico. La tercera fue decirme yo mismo: estudiemos, pues, esa religión. Busquemos un profesor de religión católica, un sacerdote instruido y veamos que es ella y si es preciso creer lo que ella nos dice. La cuarta fue la gracia incomparable de dirigirme al padre Huvelin en busca de esas lecciones de religión».[23]

Terminamos este punto, una vez más, con su gratitud: «Oh Dios mío, cuántas misericordias, misericordias de ayer, de hoy, de todos los instantes de mi vida, de antes que naciese y de antes de todos los tiempos. En ellas estoy como sumergido, empapado. Me envuelven y rodean por todas partes. Estamos llamados todos Señor a cantar tus misericordias»[24]

Una vez convertido, ¿cuál es el rumbo de Foucauld?

El antiguo descreído se torna un converso decidido y fervoroso que ahora quiere ofrecerse entero a Dios, quiere hacer su voluntad y no la suya, y para eso necesita conocerla, y para conocerla, necesita rezar. Con este objetivo y con estos sentimientos realiza un viaje de cuatro meses a Tierra Santa que lo impresiona muchísimo. Él tiene una misión que cumplir.

Es cierto que «la naturaleza no se destruye por la conversión, sino que se renueva y perfecciona. De hoy en más ese valor, esa fuerza de voluntad, esa disposición extraordinaria para soportar los trabajos han de emplearse en bien de las almas…la ciencia no habrá perdido a uno de los hombres de nuestro tiempo mejor preparados para la empresa colonial y para el estudio de las lenguas y costumbres desconocidas… quiere prepararse para esta misión con un viaje a Tierra Santa».[25] Antes de emprender esta peregrinación transfiere todos sus bienes a su hermana y se va a los lugares santos «pobre».

Regresa, y no se queda allí sino que su búsqueda ansiosa lo lleva a hacer retiros espirituales prolongados tanto con los benedictinos en Solesmes, con en la trapa, primero en la Gran Trapa y luego en la trapa Nuestra Señora de las Nieves en Viviers; como si esto fuera poco, además pasa un tiempo bajo la dirección de un jesuita en Clarmant. En realidad «desde el primer momento de su conversión se sintió impulsado hacia la vida religiosa. Pero las órdenes religiosas son muchas».[26] Con el discernimiento mencionado, él se hace trapense.

Foucauld, monje trapense y puesto a prueba.

Ingresa a la trapa Nuestra Señora de las Nieves, hace el noviciado allí (1890) y a pedido suyo lo transfieren a una trapa en Siria ya que él siempre buscaría mayor soledad, pobreza y anonadamiento. A los cinco años de su profesión simple realizada allí (1892), le correspondía hacer la profesión solemne o bien, retirarse; aquí planteó que él quería aún una mayor soledad y pobreza que aquella que le proporcionaba el ambiente monástico inclusive en la lejana Siria, y antes de concederle su deseo y petición le pusieron como prueba que estudiara teología en Roma. Aquí, en el discernimiento de su «caso» intervino además de los superiores de la trapa, el ya conocido padre Huvelin.

En la ciudad eterna vive dos años, todo lo impresiona vivamente, recorre las iglesias, se entrega al estudio de la Teología a la que se aplica estudiándola de rodillas. Así lo manifiesta: «las gracias de Roma, la ciudad de san Pedro y de los mártires, del padre Santo, de las basílicas, de las iglesias, de las mil huellas de los apóstoles y de los mártires… la teología, la filosofía, las lecturas, la extraordinaria vocación a una vida de abatimiento y oscuridad».[27]

En Roma vive en la curia generalicia de los trapenses donde pasado el tiempo de dos años de prueba, estudiando, los superiores de la orden analizaron su situación en detalle y allí «el padre general y todos los miembros de su consejo declararon que Dios me llamaba a una vida particular de pobreza y de anonadamiento y que era necesario que yo la abrazase sin tardanza».[28] Terminan aquí sus siete años de trapense y sigue camino buscando aún, mayor pobreza y anonadamiento.

Foucauld y su búsqueda de soledad y anonadamiento: otra vez en Tierra Santa.

De allí parte casi tres años (1897-1900) otra vez a Tierra Santa hospedándose con unas monjas en Nazaret donde hacía trabajos de jardinería y maestranza; llego anónimamente y sin recomendación alguna; lo recibieron pero con mucha desconfianza y bajo observación, pero luego su identidad fue conocida por las religiosas; idéntico trabajo hizo con unas clarisas de Jerusalén y allí la superiora le instó a ordenarse sacerdote para hacer un mayor bien sobre todo celebrando la Misa. De su época de monje se había negado a ser ordenado sacerdote, pero ahora reconsideró su postura, se aconsejó, rezó y se encaminó a su ordenación sacerdotal.

Nazaret ocupa un lugar clave en su vida y enseñanza, esto escribe desde esa ciudad: «Dios me ha concedido hallar aquí en cuanto es posible lo que yo buscaba: pobreza, soledad, abyección, trabajo humilde, oscuridad completa, la imitación completa, en cuanto cabe, de la vida de Nuestro Señor Jesucristo en esa misma Nazaret. El amor quiere imitar, quiere la conformidad con el ser amado. Procura unificarlo todo: las almas en unos mismos sentimientos, y los instantes de la existencia por un género de vida idéntico; por eso estoy aquí…guárdame estos secretos, son secretos de amor que a ti confío. Soy dichosísimo, porque mi corazón posee lo que hace tanto tiempo buscaba».[29]

La superiora de Jerusalén donde se aloja que le había sugerido el sacerdocio a Foucauld afirma: «Nazaret no se ha equivocado, es verdaderamente un hombre de Dios; tenemos un santo en la casa"[30] Testimonios similares se encuentran en todos los lugares donde vivió.

En este tiempo escribe páginas y páginas con sus reflexiones del Evangelio y de la vida espiritual que hoy forman parte de sus obras completas; comienza a volcar por escrito ese volcán que lleva dentro y que escrito, perduraría. Trae la fuerza de su conversión y siete años de intensa vida monástica. Foucauld dejaría muchísimas páginas escritas, por un lado meditaba el Evangelio por escrito, de allí tantos escritos, y por otra su diario y correspondencia son voluminosos.[31]

Vuelve de Tierra Santa con el deseo de ordenarse, antes de su retorno, una vez más le consulta a Huvelin.

Foucauld, sacerdote de Cristo.

Si bien él ya no es trapense, había pertenecido durante algunos años a esa Orden, ésta, sin embargo, acompañaba el singular deseo de soledad y anonadamiento de Foucauld; por eso es que lo asisten ahora que él ha discernido su consagración sacerdotal. La misma fue en 1901 en la trapa de Nuestra Señora de las Nieves, y se incorporó al clero de Viviers.

Su particular búsqueda de abajamiento y plegaria, su búsqueda explícita del último lugar de la parábola lo llevan a buscar a los más lejanos de Dios y de Cristo, y éstos eran aquellos musulmanes que vivían en el África francesa y no conocían su nombre. Hacia allá pone su mirada y tensión. Será un «instrumento duro para un trabajo duro»,[32] es el parecer de Huvelin al obispo que lo designa al África.

Hay un obispo encargado del África, así le formaliza Carlos su pedido: «El recuerdo de mis compañeros muertos sin sacramentos, y sin sacerdote hace veinte años, en la expedición contra Bu-Amama (jefe musulmán), en la cual yo participé, me urge a partir para el Sahara, tan pronto como usted me conceda el permiso, sin demora de un solo día, porque ganar un día puede ser la salvación del alma de uno de nuestros soldados».[33] Además de asistir a las tropas francesas le declara que quiere «sobre todo santificar a los pueblos infieles, poniendo en medio de ellos a Jesús, presente en el Santísimo Sacramento».[34]

Retorno al África: no ya como pecador impenitente sino ahora transformándose por la gracia.

Se instala en Beni Abbés[35] en 1901, donde el 29 de octubre celebra por primera vez la Misa. El lugar se trata de un oasis de 7000 palmeras al sur de Argelia, allí trata bien a todo el mundo, sean cristianos o musulmanes, acoge a todos, ama a todos, quiere ser el hermano de todos, «hermano universal» ; la «hermandad», la «fraternidad» es un concepto clave en la vida y enseñanza de Foucauld.

Es así que afirma: «Quiero acostumbrar a todos los habitantes, judíos, cristianos, musulmanes y no creyentes a que se habitúen a verme como a un hermano, un hermano universal».[36] Y en el mismo sentido: «Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos».[37]

«En Beni Abbés es el único sacerdote en 400 km a la redonda».[38] Le quedan dieciséis años de vida y los viajes serán muchísimos allí donde llegó, el desierto del Sahara: él se alegra de celebrar la Misa en lugares donde puede ser la primera vez que Cristo se haga presente corporalmente.

Es aquí donde la anciana catecúmena que enfermó gravemente pudo ser bautizada por él de urgencia.[39] Es uno de los poquísimos bautismos que pudo realizar sino es el único. Los musulmanes lo apreciaban muchísimo, pero no daban el paso del bautismo. Tanto lo estimaban que le decían el «morabito», vocablo que para ellos designa a la persona que está cerca de Dios.

Él rescata cuatro esclavos, alguno de ellos persevera un tiempo en el catecumenado, se detiene en toda población que vea por pequeña que sea, para acercarse a aquellos hombres, para hacerse prójimo de ellos, él conoce la lengua que hablan. Él se detiene donde ve gente allí en medio del desierto «para mostrar al África salvaje lo que es el corazón de un cristiano francés».[40]

Muchos de los bereberes del norte de África se sublevaban contra Francia y hubo enfrentamientos por doquier; en uno de ellos quedaron cincuenta soldados mal heridos, y él consigue autorización y se traslada ciento veinte km para asistirlos espiritualmente y también colaborando como enfermero, y al cabo de un tiempo prolongado a todos termina dándoles la Comunión.[41]

Las situaciones de riesgo se multiplican incluso existe la posibilidad cierta de que los bereberes ataquen Beni Abbés en 1902. Ante ese clima bélico dice «Le doy gracias por lo que me dice de los posibles peligros…yo los miro con la tranquilidad de los hijos de Dios…si supiera usted cuanto deseo terminar esta mi pobre y miserable vida…yo soy indigno de esta merced pero la deseo tanto. Se vuelven a oír rumores de guerra…sentirme cada día tan cerca, tan a las puertas de la eternidad, me es gran dulzura y a la vez tiempo muy provechoso para mi alma».[42]

Foucauld quería que «en lugar de un solo oratorio en Beni Abbés, se levantasen otros muchos donde la Santa Eucaristía y el Sagrado Corazón, luz del mundo, irradiasen sobre otras muchas regiones de infieles por largos siglos».[43]

Él desearía que muchos lo acompañasen en su modo de vida para atraer a los musulmanes a la fe, basado en la vida de silencio y de oración como en la adoración prolongada al Santísimo Sacramento; todo ello unido al buen trato hacia ellos predicándoles, dada su rudeza, la «moral natural», es decir que se aparten del mal, que hagan el bien, que se arrepientan de sus pecados. Cuánto quisiera Carlos que su búsqueda de Dios fuera seguida por otros allí mismo, que fueran muchos los que se presentaran voluntaria y espontáneamente para seguir sus pasos e integrarse a la hermandad o fraternidad que él tiene pensada; nada de eso ocurre, está solo, sin novicio, sin postulante alguno que lo acompañe.[44] Incluso infructuosamente se contacta con su amigo Louis Massignon para que se viniera al desierto con él.[45]

Así eran sus deseos «Hubiera querido tener a su lado hermanos menores del Sagrado Corazón de Jesús, futura familia religiosa con la cual soñaba ya en Palestina, como ya queda dicho. Familia claustral consagrada de día y de noche a la adoración del Santísimo Sacramento, expuesto perpetuamente, y a vivir en país de misiones en la pobreza y en el trabajo. Esta congregación de misioneros no predicaría el evangelio directamente sino que lo daría a conocer, admirar y amar por medio de una vida de oración, de caridad y de pobreza que practicarían sus religiosos en medio de los musulmanes».[46]

Claro, él está sólo, y sus deseos son intensos, está dispuesto a llevar el Evangelio de Cristo hasta «el confín del mundo y hasta el fin de los tiempos», pero él está sólo allí en el oasis de Beni Abbés donde va estudiando ya el tuareg. Pero, ¿qué ocurría?, Beni Abbés es el sur de Argelia, pero al sur del sur, estaba toda la amplia región de los tuaregs, lengua que él ya conoce y habla, pero se le presenta como un inmenso desafío que quiere acometer.

No sólo no llega nadie por su cuenta para acompañarlo en el desierto, allí en Beni Abbés, sino que pidiéndoselo a un abad importante que podría, por mandato, enviarle ayuda, se niega a hacerlo por ponderar extrema las condiciones de vida del famoso eremita del Sahara.[47]

Los refuerzos no llegan, y él pide irse más a la gran región de los tuaregs en 1903. Al año siguiente tiene ya terminada la traducción de los cuatro Evangelios a la lengua tuareg, pero quiere sumergirse en el corazón de esa tierra inhóspita para dar testimonio del Evangelio.[48]

Por fin, en 1905 «le será concedida licencia para establecerse --el primer sacerdote- en medio de los tuaregs, cuya lengua casi únicamente él habla y escribe a la perfección».[49]

Unos once años en el corazón del mundo tuareg.

Los tuaregs quizás sean bereberes que fueron empujados por los árabes hacia el interior del desierto.[50] Es una gran tribu que poseía diversas facciones: si bien el territorio en palabras de Foucauld «tiene 2000 km de norte a sur y 1000 km de este a oeste, con 100.000 almas esparcidas en ese espacio», él para instalarse en Tamanrasset necesitó además de la autorización colonial francesa, la que le dio Musa, uno de los jefes de las seis facciones que poseías los tuaregs. De ellas, tres eran aliadas de Francia, o vivían en paz mutuamente, y tres no.[51] Foucauld habla con frecuencia con el jefe tuareg, se visitan mutuamente, incluso se conservan las cartas que le envió, en una de ellas le da consejos para el buen gobierno de la tribu. Carlos es incluso un nexo mediador entre Francia y estos tuaregs.[52]

Tamanrasset es el lugar elegido en el corazón del pueblo tuareg para fijar su residencia, o mejor, su siempre precaria tienda donde vive y reza siempre como ermitaño en medio del desierto; en realidad alterna entre Beni Abbés y Tamanrasset (están a 1400 km de distancia una de otra) a lo largo del año; tres meses en cada lugar. ¿Y los seis meses restantes? Tres meses para llegar de Beni Abbés a Tamanrasset y tres meses para volver de Tamanrasset a Beni Abbés. Para el caso, siempre viajando, y cuando está quieto es un ermitaño en el Sahara que reza, adora al Santísimo y tiene buen trato con los musulmanes quienes lo apreciarían muchísimo aunque no dieran el paso de bautismo. Foucauld es allí, en el corazón del mundo islámico africano, un testigo de Cristo y de su Evangelio. De Tamanraset para hallar él un sacerdote tenía que andar sesenta días.

En los once o doce años que vive entre esa tribu sigue aprendiendo el tamacheck que es la lengua que ellos hablan; aparece siempre recorriendo y evangelizando a la vez que continúa con el estudio de dicha lengua, en la cual ya había publicado los Evangelios; Estudiaría con ahínco la lengua, fruto del cual publicaría un «Diccionario Tuareg- Francés», que saldría publicado en cuatro voluminosos volúmenes.

Por otra parte, de tanto compartir con los tuaregs, escucha sus largos relatos y poesías con suma atención y cuidado, a la vez que toma prolija nota de todos ellos. Tal prolija labor de recopilación le permitiría llegar a la edición de otro libro sobre la poesía de los tuaregs. Tarea de recopilación similar a la de Juan Alfonso Carrizo en el noroeste argentino en cuanto al modo. «La Poesía de los Tuaregs» es, entonces, otro libro de Foucauld.

Es de aclarar que cuando él llega a Tamanraset en 1905 no había guarnición militar alguna[53] El fuerte Motylinski recién se construyó en 1908, y estaba a cincuenta km.[54] Cuando él llegó tampoco había telégrafo; se aprovechó su presencia para enviar especialistas en comunicaciones que ensayaron la conexión de telégrafo sin cable con París.[55] Un despacho oficial con París demoraba veinticinco días, una carta cuarenta.[56] Además, recibió una misión de ingenieros y geólogos que estaban estudiando el recorrido del futuro tren transahariano.[57]

Es tan extrema la vida entre los tuaregs que ya no tiene ningún monaguillo para celebrar la Misa, al irse el único del que disponía; y entonces sin él no se podía celebrar. Permanece un tiempo incluso sin la Misa diaria hasta que de Roma el papa Pío X le da la excepción a tal norma dada su misión del todo singular. Él era el único sacerdote católico en esa extensísima región. La noticia le llegó en enero del 1908: «Dios mío, qué bueno eres. Mañana podré ya celebrar la Misa, gracias Dios mío».[58]

En este ambiente donde otro desesperaría y dispararía, en esta precariedad absoluta, ante la ausencia casi de toda comodidad o confort; sin ningún gusto mundano para darse. Él, en realidad, está plasmando su vocación del todo singular a la soledad y al anonadamiento, por eso exclama en el corazón del Sahara: «Me siento dichoso, dichoso, por estar a todas horas a los pies del Santísimo Sacramento; dichoso por la grande soledad de este lugar; dichoso por ser, por hacer --exceptuando mis pecados y miserias- lo que Jesús quiere; dichoso sobre todo por la bienaventuranza infinita de Dios…oración y penitencia. Cada día veo mejor que este es el principal medio de acción sobre estas pobres almas. ¿Qué hago yo en medio de ellas? El gran bien que yo hago consiste en que mi presencia procura la del Santísimo Sacramento…».[59]

Las anécdotas son numerosas; a un lugareño que le pidió limosna le ofreció un simple trabajo para hacer previamente; y ante su negativa se marchó sin recibir nada fuera del consejo por el cual hay que trabajar para vivir.[60]

Un médico militar fue asignado a la región y lo enviaron a Foucauld para que éste lo instruyera en el modo de tratar a los tuaregs; entre los consejos se halla éste. «Estar siempre alegres. Es necesario reír siempre, aún para decir las cosas más sencillas…la risa pone de buen humor al vecino, al interlocutor; acerca a los hombres, los pone en condiciones de comprenderse mejor. Muchas veces alegra a un carácter sombrío; es una caridad. Cuando se halle usted con un tuareg, es menester que esté siempre riendo».[61] Este mismo médico diría de él: «El padre Foucauld, contrariamente a lo que se dice de los hombres célebres, se agrandaba desmesuradamente cuando uno le veía de cerca todos los días».[62]

Ante la picadura mortal de una víbora le quemaron la herida con un hierro ardiente y le ataron el brazo para que el veneno no se expanda, pero como el síncope continuaba el mismo hierro ardiente se lo aplicaron a los pies. Sobrevivió a la mordedura y a la curación casera de los tuaregs.[63]

Foucauld es un ermitaño que reza y recorre toda la región, habla perfectamente la lengua de los lugareños y les predica; ya sabemos que su predicación era más por el ejemplo que por las palabras y oratoria, sin embargo, buscaba el modo de hacerlo ante personas más que rudas, y él lo describe así: «Yo les hablo de Dios con brevedad, dando a cada uno lo que puede recibir. Huida del pecado, actos de amor perfecto, los dos grandes mandamientos del amor de Dios y del prójimo, examen de conciencia, consideración del último fin, deber de la creatura de pensar en Dios, etc; dando a cada uno según sus fuerzas y avanzando, lentamente, prudentemente».[64]

Es conocido que sobre su hábito lleva en rojo el Corazón de Jesús y arriba la cruz del mismo color. Él estaba consagrado al desde 1897 y luego haría con Massignon una noche de adoración en el Sacre Coeur de Montmartre, lugar que une esta devoción, tan francesa, a la adoración al Santísimo.[65]

Si ponemos en YouToube «General Lyauty» veremos que hay muchos programas dada su participación en la historia de Marruecos. Pues bien, este Mariscal visitó Tamanrasset y estuvo en una celebración en la ermita. Exclama: «Yo no he visto jamás decir la Misa como la decía el padre Foucauld. Me parecía estar en la Tebaida. Fue aquello una de las mayores impresiones de mi vida».

Lo de Tebaida es por los monjes del desierto, o monjes de la Tebaida en Egipto en los primeros siglos de la Iglesia; estilo de vida, del todo singular, reeditado por Foucauld en el África colonial francés en medio del islam.

Es bueno ver el contexto colonial de la época, Francia construye un imperio colonia que llegó a tener 12 millones de quilómetros cuadrados, y en ese marco evangelizó Foucauld quien había servido ya a su país tanto como militar en campaña y también como explorador. Él posee una mirada política o geopolítica respecto de lo que vive; de hecho la correspondencia con el general Laperrine (cuarenta y seis cartas) tiene tono castrense donde si bien Foucauld le informa a su amigo general, también se atreve a decirle: «Yo haría esto». Muchos de sus consejos fueron tenidos en cuenta. Pero es interesante transcribir ahora unos textos, un tanto largos, donde él nos explica su visión.

Lo que sigue fue escrito por él cuando Marruecos se convierte en un protectorado francés en 1908, y él está aquí en Tamanrasset: «He aquí agrandado nuestro imperio colonial. Si somos lo que debemos ser, si civilizamos en vez de explotar, Argelia, Túnez y Marruecos serán dentro de cincuenta años, una prolongación de Francia. Si no cumplimos nuestro deber, si explotamos en vez de civilizar, lo perderemos todo, y la unificación que hicimos de este pueblo se volverá contra nosotros».[66]

En una carta fechada en 1912 y dirigida a un duque desarrolla aún más su visión estratégica, política, económica y evangelizadora: «Nosotros los franceses tenemos que cumplir en África dos deberes esenciales: La primera cosa es la administración y la civilización de nuestro imperio en el noroeste africano, Argelia, Marruecos, Túnez, Sahara y Sudán forman un inmenso y magnífico imperio, que por primera vez tiene unidad. ¡Cómo ligar a este imperio? Civilizándolo y trabajando por educar moral e intelectualmente a sus habitantes cuanto posible sea. Los habitantes de nuestro imperio africano son muy diferentes: unos bereberes, pueden llegar rápidamente a ser semejante a nosotros; otros, los árabes, son más tardos para el progreso; los negros son muy diferentes unos de otros. Sin embargo, todos son capaces de progreso».

«La segunda cosa es la evangelización de nuestras colonias…ahora bien, ¿qué hacemos nosotros para evangelizar nuestro imperio del noroeste africano? Puede decirse que nada. En Argelia, Túnez y el Sahara, los únicos sacerdotes que evangelizan a los indígenas son los padres blancos. Cincuenta y seis en África del norte y once en el Sahara. Una gota de agua…situación es ésta que deben remediar los cristianos de Francia. Es obra de grande arresto, que requiere abnegación, virtud y constancia. Son necesarios buenos y muchos sacerdotes no para predicar…sino para ponerse en contacto, para hacerse amar, para generar aprecio, constancia, amistad. Además, son necesarios buenos laicos, de los dos sexos, para lograr el mismo fin, para ponerse en contacto más estrecho…para penetrar sobre todo en las casas de los musulmanes, para darles ejemplo de virtudes cristianas, para mostrarles la vida cristiana, la familia cristiana y el espíritu cristiano. Es necesario , en fin, enviar buenas religiosas que cuiden a los enfermos, que eduquen a los niños, que se mezclen con la población…haciendo esto, las conversiones, a vuelta de tiempo variable (veinte años, cincuenta años, cien años), vendrán por sí mismas, como fruta madura, al paso que se vaya extendiendo la instrucción…es preciso conocer la población. Pero nosotros la conocemos muy poco. Lo cierto es que vivimos en una ignorancia aterradora respecto de la población indígena de nuestra África…yo mismo conozco de modo pasajero mi pequeño rincón de los tuaregs, pero muy superficialmente todo lo demás…hay un vicio que hay que remediar: es necesario que los administradores, los oficiales y los misioneros tengan contacto mucho más estrecho con las poblaciones, que permanezcan largo tiempo en los mismos puestos…».[67]

«Pienso que si poco a poco, suavemente, no llegasen a convertirse los musulmanes de nuestro imperio colonial del norte de África, se producirá un movimiento nacionalista análogo al de Turquía. Se formará en las grandes poblaciones un núcleo intelectual instruido a la francesa, pero sin espíritu ni corazón francés. Núcleo que habrá perdido toda fe en el islamismo, pero del cual conservará la etiqueta para poder al amparo de ella, ejercer influencia sobre las masas. Por otro lado, la masa de los nómades y de los campesinos seguirá…firmemente mahometana…y cuando se presente la coyuntura favorable…tratarán de crear un imperio musulmán independiente».[68]

«El imperio francés del noroeste africano, Argelia, Marruecos, Túnez, África occidental francesa, etc tiene 30 millones de habitantes; gracias a la paz dentro de cincuenta años tendrá el doble…si nosotros no hemos sabido convertir en franceses estos pueblos, nos expulsarán. Y el único medio de que lleguen a ser francés es que lleguen a ser cristianos»[69]

Este es uno de los puntos que más se están debatiendo en este momento, dado el apoyo de Foucauld a la colonización, si bien como vemos tenía también algo que decir al respecto. Sin su vínculo con Francia no podría haber sido el ermitaño y testigo del Sahara, a la vez que por haber sido militar pudo acompañar, con naturalidad, a las tropas que constituían la presencia colonial. Por otro lado, propiamente el tema de la descolonización es muy posterior, el monje del Sahara muere en 1916.[70]

Sigamos con el último tramo de la vida del santo del Sahara. Cuando él llega a Tamanrasset, vimos, no había guarnición militar; ahora bien, a cincuenta km se crea el fuerte Motylinki como bastión militar en 1909, que lleva el nombre de ese expedicionario ya que Foucauld rechazó que le pusieran el suyo propio, tan estimado llegó a ser en vida el célebre converso.

Pero hubo un factor que alteró mucho las cosas y fue el estallido de la primera guerra mundial en 1914; Foucauld siente como un francés, se entristece ante el avance alemán, se alegra con los triunfos franceses; se ofrece como voluntario para ir como capellán al frente de batalla del que tenía gran experiencia: permiso denegado. A su vez Turquía, aliada de Alemania influía y armaba a diversas tribus indígenas para que se soliviantaran contra Francia; la antigua Tripolitania (Libia) sufre el influjo de los turcos y de allí la tribu de los senusitas obtenía triunfos y se encontraban ya cerca de Tamanrasset, mil de ellos merodean y están munidos de cañón y ametralladoras; allí se crea un fortín de protección para los pocos habitantes y para Foucauld.

Pero estando en un momento él sólo, consiguieron apresarlo como rehén para obtener a cambio municiones y mercadería; y cuando dos tiradores franceses advirtiendo lo que pasaba fueron a buscarlo, entonces una bala acaba con su vida, matando también a los dos militares. La descripción de la escena es de suma violencia, brutalidad y salvajismo. Es así que un primero de diciembre de 1916 Carlos de Foucauld muere.[71]

Muerte deseada por él, muerte esperada por él, muerte que en otras ocasiones había estado cerca, muerte que fue su último ofrecimiento a Dios de sí y por aquellos hombres para quienes deseaba la salvación. Dice Bazin: «Murió asesinado en odio a Dios y de Francia, con las manos atadas, de rodillas, delante del santísimo sacramento».[72]

Foucauld y Bazin.

La muerte de Foucauld en 1916 pasa desapercibida entonces dado el tremendo conflicto de la primera guerra mundial en curso. Todos reconocen que fue la biografía de Bazin quien lo daría a conocer en 1921 y aún más: René Voillaume lee a Bazin y decide imitar a Foucauld y consagrarse, fundando los hermanos de Jesús y yéndose a vivir al desierto; otro tanto haría la hermana Magdalena de Jesús. Luego de leer a Bazin funda las Hermanas de Jesús y se va también al desierto.

Aquel que murió en el desierto infecundo en apariencia fue, en realidad, el grano que cayó en tierra y muriendo, dio mucho fruto. Su ejemplo fue seguido por muchos y su enseñanza cada vez se fue conociendo más. El libro de Bazin fue clave, ya que por entonces las «obras completas» de Foucauld estaban recolectándose, y la biografía en cuestión, ofrecía en un todo magistral la vida y los escritos por entonces conocidos.

A su vez, sus seguidores no sólo darían testimonio cristiano en medio del islam sino que quisieron llevar el mensaje de fray Carlos a todo el mundo.

También el padre Albert Peyrigueres, leería a Bazin y se marcharía al desierto a vivir la fe y ayudar a los demás con su profesión de médico. De a poco muchas comunidades, grupos y asociaciones se inspirarían en el monje del desierto.[73]

Estas páginas son un resumen y eco del magnífico libro de Bazin que me hizo conocer y apreciar la figura excepcional y un tanto «exótica» de Foucauld; los videos que he visto por YouToube ninguno me ha impresionado tanto como el libro hace un tiempo leído y ahora releído; en realidad, éstos me ayudan a entender mejor el libro de Bazin. Por eso es que concluyendo, va el final del libro de Bazin:

«El nombre de Foucauld se citará entre los de los servidores de Dios, y será enaltecido entre las comunidades cristianas que algún día nacerán del seno del islam. Entonces los habitantes del desierto, abierta ya sus almas a la verdad, y viendo a cuán grande precio fueron rescatados, se acordarán de los apóstoles que por ellos han trabajado en la pobreza, en la oscuridad, en la ausencia de todo humano consuelo…

«Carlos de Foucauld ha mostrado el camino, el soportó el orgullo, la dureza y a veces las traiciones de esos pueblos. El rogó por ellos sin interrupción, él fue monje sin monasterio, maestro sin discípulo, penitente que mantenía en la soledad la esperanza de un tiempo que no había de ver. Murió en la demanda, haz partícipes de tus riquezas a los pobres del islam y perdona a las naciones bautizadas su harto larga avaricia».[74]

Reflexiones finales.

Su vida no tiene, quizá, nada que ver con la del cristiano común que ha de trabajar, formar su familia, alegrarse con las cosas de la vida, soportar con paciencia las adversidades, ver cómo subsiste y sobrevive en un tiempo complejo y lleno de desafíos, criar a los hijos, abrirse paso en la vida en un mundo hostil...el santo del Sahara vivió en medio de la hostilidad, dificultad y escasez, buscando él incluso estar cada vez más a la intemperie: ¡supo y mucho de la adversidad!

Su existencia en el desierto aparece, para unos cuantos, del todo desproporcionada y estéril, a la vez que rara y extraña. Sin embargo, Foucauld tuvo una extraordinaria fecundidad espiritual y su tono apostólico fue el de la cercanía y proximidad, propagando a través del trato fraterno su intensa vida de oración, de fe, y de adoración al Santísimo. Su oración fue eucarística, él fue un adorador de Cristo presente en el Santísimo Sacramento, se postró ante el corazón de Cristo que late y palpita allí en la Santa Hostia. El «hermano universal» deseó y buscó la salvación de los demás, de todos, aunque a él no le tocó recoger los frutos de su siembra.

Cuántas veces nuestras grandes ciudades se transforman en inmensos desiertos que arrasan con las cosas que amamos y los cristianos tenemos que guarecernos dónde podamos y cómo podamos, dando testimonio de Cristo y de su Evangelio en las circunstancias, incluso, de las más difíciles. Testimonio que a veces es fecundo y a veces no, sin embargo, todo cristiano está llamado a ser «luz del mundo y sal de la tierra» (Mt 5,13). Hay una desertificación en cierta vida pública, y hoy se nos ofrece a Carlos de Foucauld, el santo del Sahara como enorme figura y arquetipo, y como poderoso intercesor en el cielo, adonde queremos llegar.

Cada uno de nosotros es único e irrepetible, «si la luz que hay en ti se apaga, ¡cuánta oscuridad habrá!» (Mt 6, 19), cada uno tiene que hacer todo el bien que pueda, amando a Dios, amando y ayudando al prójimo en sus necesidades materiales y espirituales. Foucauld siguió su particular misión de oración y anonadamiento, que nos ayudan a recordar lo que tenemos que obrar en una época que tiende a formatear a todos del mismo modo, tiempo de transformación en todo ámbito, donde el monje del desierto dio ejemplo a partir de su conversión del deseo de ser creatura rescatada por la sangre del Cordero, recreando en sí, por la gracia, la imagen y semejanza de Dios.

Por otra parte, Foucauld no tiene nada que ver con quienes se obstinan en el mal, en el pecado, con quienes dan la espalda a Dios, con quienes impugnan la verdad conocida, con quienes se sublevan contra Dios, con quiénes se desinteresan del prójimo; con quienes viven sin un sentido, sin un ideal; con quienes se instalan en la superficialidad, en los placeres, en algunos casos con total desmesura, sin freno alguno para la satisfacción de los sentidos, etcétera. Es claro que lo suyo fue la antípodas de todo eso, y quizá por eso mismo este santo tenga muchísimo para ayudarnos en nuestro tiempo, para interceder por nosotros.

«A cada generación la convierte el santo que más la contradice»[75] decía Chesterton y ¡vaya si este hombre no contradice a la nuestra con su conversión sincera y profunda y su coherencia en la misión poniendo las manos en el arado hasta la muerte «sin mirar atrás»!

 

Pablo Sylvester

 

 



[1] Cf. Carlos de Foucauld, Renato Bazin, Madrid, editorial  Voluntad, 1926, 400 páginas. El dominico  Juan de la Cruz Prieto es el traductor. Recuerdo que el original de Bazin es de 1921, a cinco años de la muerte de Foucauld. Allí añade al título: “Explorador de Marruecos, eremita del Sahara”. En adelante este libro será citado como. Bazin. Aquí voy hilvanando lo que dice Foucauld o lo que dice Bazin tratando de adentrarnos en el alma del evangelizador del Sahara.

[2]Cf. Bazin, 5-8.

[3] Cf. Bazin , 11-13.

[4] Bazin, 126.

[5] Bazin, 11.

[6] Bazin, 15.

[7] Bazin, 14.

[8] Bazin, 21.

[9] Bazin, 24. Laperrine tuvo amistad cuarenta años con Foucauld comenzando aquí en el África colonial, proseguida luego en el Sahara donde Laperrine tuvo distintos cargos y ascensos, llegando a general; era incluso “superior” de Foucauld en el desierto; eran dos almas gemelas, cada cual en lo suyo. “Las etapas de la conversión de un Húsar” es de un artículo suyo de 1913, Foucauld aún vivía.

[10] Bazin, 29.

[11] Bazin, 43.

[12] Bazin, 53-54.

[13] Bazin, 66.

[14] Bazin, 51.

[15] Bazin, 64.

[16] Bazin, 134.

[17] Bazin, 106.

[18] Bazin, 131-132.

[19] Bazin, 128.

[20] Bazin, 130-131.

[21] Bazin, 129.

[22] Bazin, 131.

[23] Bazin, 134.

[24] Bazin, 125.

[25]Bazin, 67.

[26] Bazin, 69.

[27] Bazin, 136.

[28] Bazin, 106.

[29] Bazin, 110.

[30] Bazin, 114.

[31] Hacia 1940 cuando se terminó de recolectar su obra había de sus escritos espirituales 7624 folios y de su correspondencia  6417 folios. Hay que sumarle de sus 539 folios de sus obras científicas, 14580 folios en total. Consultado en línea, https://foucauldblog.wordpress.com/2020/05/19/el-testamento-espiritual-de-carlos-de-foucauld/.

[32] Bazin,161

[33] Bazin, 158.

[34] Bazin, 159.

[35] 2500 km de París.

[36] Carta a la señora de Bondy, 1902.

[37] Carta a Henri de Castries, 1901.

[38] Bazin, 163.

[39] Cf. Bazin, 212.

[40] Bazin, 266.

[41] Cf. Bazin, 243-246.

[42] Bazin, 200.

[43] Bazin, 196.

[44] Cf. Bazin, 214.

[45] Luis Massignon  fue un gran literato e islamólogo amigo de Foucauld, al punto que fue nombrado por éste su “ejecutor Testamentario”. Este hombre fue en un tiempo, el único que formaba parte de la asociación con la que soñaba Carlos, y tuvo una enorme influencia moviendo a Bazin para que escribiera la biografía que tanta repercusión tuvo. Entre nosotros, Castellani trazó una semblanza de Massignon vinculado a un tema del islam: “All Hallaj, poeta, hereje y mártir”, y le hace un inmenso elogio. Cf. Castellani, Leonardo. La Psicología Humana Jauja, Mendoza, 1996, 141-153.

[46] Bazin, 195.

[47] Cf. Bazin, 215.

[48] Bazin, 267.

[49] Bazin, 274.

[50] Bazin, 286.

[51] Bazin, 302.

[52] Bazin, 290-296.

[53] Cf. Bazin, 278. Motylinski era conocido de Foucauld de su época de explorador en Marruecos ya que estaba aprendiendo las lenguas de allí y Motylinski estaba avanzado en su conocimiento. Éste, incluso visitaría a Carlos entre los tuaregs y tenían proyectos en común ligado al conocimiento de la lengua y a las traducciones. Era un destacado expedicionario, y al morir, colocan su nombre al fuerte militar cercano a Tamanrasset.

[54] Cf. Bazin, 312.

[55] Cf. Bazin, 345

[56] Cf. Bazin, 367.

[57] Cf. Bazin, 346

[58] Cf. Bazin,312.

[59] Bazin,308.

[60] Cf. Bazin, 304.

[61] Bazin, 327.

[62] Bazin, 331.

[63] Cf. Bazin, 349.

[64] Bazin, 378.

[65] Estos datos son aportados en la página de la basílica; hay un vitreaux que recuerda a Foucauld. https://www.sacre-coeur-montmartre.com/francais/spiritualite-du-sacre-coeur/les-saints-de-la-basilique/le-bienheureux-charles-de-foucauld/article/charles-de-foucauld-et-la basilique

[66] Bazin, 347.

[67] Bazin, 352-357.

[68] Bazin, 379-380.

[69] Bazin, 380.

[70] Pierre Sourisseau es autor de una biografía reciente, Charles de Foucauld (1858-1916), Salvator, 2016, 720 páginas. Pues bien, él en un reportaje a La Croix ha salido a responder y aclarar el vínculo que tuvo Carlos con la autoridad colonial francesa, respondiendo a quienes objetaban por este capítulo su canonización, cf consultado en línea, https://croire.la-croix.com/Definitions/Figures-spirituelles/Charles-Foucauld-quels-liens-colonisation-francaise-Sahara-2020-07-29-1701106918.  Por otra parte, ya en 1979 cuando se presentó la “positio” en Roma para su causa se dilucidó bien su vínculo con los militares franceses en el sentido de que no fue un espía; también se aclaró allí cuál era el sentido de su contundente rechazo a Alemania hacia 1914 cuando comenzó la guerra. Cf, consultado en línea, https://foucauldblog.wordpress.com/2020/05/19/el-testamento-espiritual-de-carlos-de-foucauld/

[71]  Fue enterrado allí mismo donde murió como fue su voluntad, “deseo ser enterrado allí donde muera y esperar allí la resurrección”. Al año llegó su amigo, el general Laperrine, quien viendo lo precario del lugar  cambiaría el féretro a otro sitio cercano. Laperrine muere en un accidente de avión y sería enterrado junto a Foucauld. En 1929 la tumba de Carlos sería trasladada a El Golea, cerca del mediterráneo, a 1800 km de Tamanrasset, por hallarse allí cerca un cementerio cristiano. Cf. Bazin, 396-398.

[72] Bazin, 390.

[73] Foucauld pensó en su fundación como trapense en Siria, y entonces Huvelin lo frenó; en 1909 viajó a París y allí sí consiguió avanzar con los permisos. Durante mucho tiempo sólo Massignon se había sumado. A la muerte de Carlos,  la obra de Bazin fue lo primero que se difundió, fue el inicio para que los hombres se enteraran del testimonio vivido por Foucauld. La recolección de la obra completa fue recién en 1940; es más a continuación de 1940 se fueron descubriendo hasta tiempo reciente distintos escritos inéditos de Foucauld que han permitido poner en juicio algunos aspectos de la obra de Bazin; en realidad, son aspectos más bien científicos o técnicos que no invalidan la obra  de 1921 ni el inmenso bien que hizo. Cf  Rene Bazin, Charles de Foucauld, un rendez vouz que manqué? Dominique Casajus, 2000, consultado en línea https://www.researchgate.net/publication/32230453_Rene_Bazin_et_Charles_de_Foucauld_un_rendez-vous_manqué?

[74] Bazin, 399-400.

[75] Santo Tomás de Aquino, Chesterton, Buenos Aires,  Carlos Lohlé, 1986, 16.

1 comentario

Pedro de Madrid
Esta es su oración que le rezo a diario: "Padre mío,//Me abandono a Tí.//Haz de mí lo que quieras.//Lo que hagas de mí te lo agradezco,//Estoy dispuesto a todo,//Lo acepto todo.//Con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas,//No deseo nada más, Dios mío.//Pongo mí vida en tus manos.//Te la doy Dios mío,//Con todo el amor de mí corazón,//Porque te amo,// y porque para amí amarte es darme,// Entregarte en Tus manos sin medida,// Con infinita confianza, //Porque Tu eres mí Padre". Canonizado el 15-5-2.022 al haber hecho un milagro increible.
29/11/23 4:57 PM

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