El mes de octubre nos introduce en el otoño, tiempo que convoca al recogimiento. Hemos vuelto a la vida ordinaria y comienza un nuevo curso lleno de proyectos y esperanzas.
Comienza este mes con la fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús, doctora de la Iglesia y patrona de las Misiones. Este año 2023 es año jubilar por el 150 aniversario de su nacimiento (2 enero 1873) y por el 100 aniversario de su beatificación (29 abril 1923), con el lema «Por la confianza y el amor». Merece la pena conocer y dar a conocer esta santa, tan delicada, tan femenina, tan pura, que en los pocos años de su vida ha dado un testimonio rotundo de santidad, de entrega, de amor al Señor y de grandes deseos de que todos le conozcan, le amen y se salven. Es todo un encanto de mujer.
En 1927 fue proclamada patrona universal de las Misiones, junto a san Francisco Javier. Quería el Papa Pío XI transmitir a la Iglesia universal esos dos pilares del patrocinio en la tarea misionera de la Iglesia: por un lado, la vida contemplativa, que sostiene toda la actividad de la Iglesia; y por otro, la vida apostólica y misionera, que lleva la predicación del Evangelio a todas las gentes, hasta los confines de la tierra. Octubre se convierte así en el mes misionero del año, aunque esta tarea es una tarea permanente de la Iglesia. Oración y actividad, son los pilares del cristiano misionero para que el Evangelio llegue a todos.
Este año, la campaña misionera del Domund lleva como lema «Corazones fervientes, pies en camino», evocando a los discípulos de Emaús, cuyos corazones fueron calentándose cuando Jesús se hizo compañero de camino en sus vidas, escucharon la explicación de las Escrituras y lo descubrieron en la fracción del pan, en la Eucaristía. Con ese corazón ardiente, se pusieron en camino corriendo para a anunciar a Jesús a sus hermanos volviendo a Jerusalén. Quien se encuentra con Jesús, no puede quedarse quieto, sino que se pone en camino para darlo a conocer a los demás. El Evangelio se ha transmitido siempre por contagio, por testimonio. El mes de octubre es mes misionero desde el primer día, y tiene su punto culminante en la celebración del Domund, este año el domingo 22 de octubre.
El mes de octubre es también el mes del Rosario. Es la oración de los sencillos y los pobres. Es la oración de los que no saben orar y adoptan este formulario como camino contemplativo de la vida de Jesús desde el corazón inmaculado de María. Es como la oración de Jesús tan frecuente en el oriente, contemplativa, repetitiva, que va elevando el alma a la unión con Dios en la sintonía de los corazones de Jesús y María. Hagamos un esfuerzo en este mes por vivir y propagar el Rosario.
Pueden rezarlo los niños, porque es muy fácil de aprender. Y pueden introducir en sus vidas la oración continua, que recorre los misterios de la vida de Jesús acompañados por María su madre, que nos enseña como buena madre a entrar en la contemplación. Pueden rezarlo los jóvenes, que encuentran en esta oración un remanso de paz, de alegría, de encuentro con Cristo y de relación filial con nuestra Madre. La reciente JMJ de Lisboa ha sido una ocasión preciosa de difusión de esta oración. A todos los jóvenes se les dio un rosario, y todos los jóvenes lo han rezado y han seguido rezándolo. Un joven aprende a consagrar su vida a María, y por María a Jesús, con el rezo habitual del Rosario. Pueden rezarlo las familias, porque familia que reza unida permanece unida. Es un momento cálido y hogareño en torno a Jesús y María, que con san José forman la Sagrada Familia de Nazaret. Lo rezan, quizá más que nadie, las personas mayores, que recorren los años serenos de la ancianidad, desgranando las cuentas del Rosario.
Con el santo Rosario oremos por la paz del mundo, oremos por las necesidades de la Iglesia en estos días del Sínodo universal, oremos por las intenciones del Papa, oremos por nuestras necesidades personales y familiares. El Rosario sostiene y alimenta en nosotros una actitud de oración permanente, que ahuyenta muchos peligros y trae a nuestro corazón abundantes gracias de Dios.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba