Tengo un amigo que vive en Alemania y otro en Suiza. Además he entrado en contacto con otras cuatro personas que tienen amigos viviendo en Alemania. Dos son alemanes, uno colombiano, otro chileno y otros tres españoles. Les he pedido que me escriban algunas anécdotas que les hayan pasado en los últimos años en sus parroquias. Aquí las recojo para ilustrar la situación de la Iglesia en ese país y cómo afecta al día a día de los fieles.
Impuestos
«Los laicos alemanes no entienden una Iglesia que pueda funcionar sin impuestos. Son muy gregarios y grupales». En consecuencia «conciben el culto como el cumplimiento de una serie de reglas, pero les cuesta entender que ese cumplimiento sea una manifestación amor».
«Es cierto que aunque no pague el impuesto uno no suele tener dificultades para recibir la comunión, pero es casi imposible llevar a tu hijo a un colegio católico si no lo pagas».
Formación y sacramentos
La gente tiene muy poquita formación. Por ejemplo, «en la parroquia en la que daba catequesis de comunión, la otra mujer que estaba conmigo cuando les estaba explicando las partes de la misa decidió saltarse la parte de la consagración porque ´esa parte era muy aburrida». Ese es el nivel de los catequistas y la Iglesia no hace nada por formar a la gente.
«En la primera comunión de mi hija el sacerdote dijo antes de la comunión que ese día todos los que quisieran podían comulgar, salvo que fueran musulmanes». Y añadió: «No hace falta que los padres se confiesen en un día como hoy».
En el colegio, «la profesora de religión les dijo a los niños que lo de ir a misa los domingos… bueno, que no había que exagerar». La asistencia a misa se entiende como algo que uno debe hacer regularmente, no todos los domingos. Lo importante es ir a misa con cierta frecuencia, la que cada uno considere oportuna..
En las misas dominicales de la mejor parroquia que he encontrado cerca de mi ciudad «no se lee la segunda lectura ni se reza el gloria. En cambio, cantan una media de 9 canciones».
«En algunas parroquias no hay misa propiamente dicha, sino una liturgia de la palabra con una representación teatral que reproduce los gestos de la última cena».
«En los 10 años de vida aquí, salvo unas pocas iglesias no he visto confesar nunca y el horario de confesiones no existe». En las catedrales sí hay posibilidad de confesarse, pero en la mayoría de parroquias no es posible.
«Tanto en Alemania como en Suiza mi impresión es que la Iglesia está muy protestantizada. He estado en Misas donde se pedía en la homilía por la «modernización» de la Iglesia (pidiendo que los homosexuales activos y divorciados puedan comulgar, que las mujeres se puedan ordenar, etc.). En Zurich también una vez pidieron «para que la rama más radical de la iglesia en Reino Unido y EEUU se adaptara al siglo XXI».
Comprensión del sacerdocio
«Escuché el testimonio de un sacerdote en su última misa antes de jubilarse. Al despedirse dijo que le gustaría casarse y recibió la ovación de toda la Iglesia. Otro día, en esa misma Iglesia, una misionera salió a explicar que no entendía por qué no podía celebrar misa».
«En muchas parroquias están muy instauradas las mujeres que ayudan en la Iglesia pero actúan a veces, revestidas con alba».
Vida sacerdotal
En Alemania el pudor se vive distinto, es mucho más laxo y están acostumbrados a la desnudez. En mi pequeña ciudad es habitual que los sacerdotes vayan a los vestuarios de los centros deportivos y actúen como todo el mundo, es decir, yendo desnudos. La cuestión no es menor porque hay vestuarios mixtos y con menores, donde coinciden con gente de la parroquia. Y esto no sorprende tampoco a los parroquianos.
En pocos sitios hay misas los lunes porque los sacerdotes no trabajan.
En una ocasión llegó un nuevo sacerdote del pueblo, con secretaria e hijo, pero nadie sabía si eran pareja o no. Para la mayoría de fieles aclarar ese asunto no era una cuestión importante.
En mi parroquia de vez en cuando no hay misa de víspera los sábados. Se cancela sin previo aviso cuando en la guardería católica hay alguna fiesta. En esa celebración hay una liturgia de la palabra y ese día no hay misa.
Actualización del 10 de julio de 2023
Hace dos semanas el padre Santiago Martín destacaba el enorme sufrimiento de los católicos alemanes que son fieles al magisterio de la Iglesia. Son unos pocos obispos, unos cuantos centenares -o tal vez miles- de sacerdotes, unas decenas de miles de laicos, que se pueden sentir doblemente abandonados. En primer lugar al ver que la mayoría de líderes católicos de su país promueve un camino sinodal que se desvía de la fe de la Iglesia. A esta situación puede sumarse la indefensión ante la opinión del resto de católicos del mundo que, al hablar de la situación de Alemania, tendemos a olvidar que todavía hay muy buenos católicos en el país.
Señalo esto porque la semana pasada publiqué un artículo sobre las «cosas que ve un católico en Alemania». Recibí varios mensajes agradeciéndolo, pero también dos correos desde Berlín y Colonia mostrando desacuerdo con la perspectiva del artículo. Uno de ellos, un joven alemán de treinta y tantos años, me decía: «Sabes bien que aprecio mucho lo que escribes, pero quiero decirte que he quedado decepcionado con el artículo sobre la iglesia en Alemania. Me parece bastante polémico y los comentarios debajo de tu artículo demuestran que para el mundo hispanohablante no somos nada más que un pueblo de herejes sin moral (algo que me suena mucho al siglo XVII). Es triste pues ignora el magnífico trabajo catequético que en algunas diocésis y en tantas parroquias todavía se lleva a cabo».
Como puedes imaginar, esas líneas me han dolido porque -sin pretenderlo- he publicado un texto que es doloroso para personas que ya están sufriendo lo suyo y, además, puede generar que otras personas dejen de ver matices importantes de la realidad de la Iglesia en Alemania. Mi artículo contenía elementos verdaderos, pero no señalaba otros aspectos positivos de la situación de Alemania, que también son igualmente ciertos.
El cuadro que describí muestra un panorama que considero bastante cierto, pero escribo estas líneas para que, cuando pensemos o hablemos de Alemania, no olvidemos a los miles de hermanos que lo están pasando tan mal y no merecen un diagnóstico de su situación sin matices ni esperanza.