La fiesta de san José nos acerca de nuevo esta figura sencilla y humilde del varón justo que hizo las veces de padre de Jesús y esposo fiel de María santísima en su acogida del Verbo hecho carne, Jesucristo. San José es una figura entrañable, pertenece a la familia eclesial, y no da ningún ruido, al contrario nos enseña a estar en nuestra misión cumpliendo la voluntad de Dios sin estridencias ni aparato externo. Su fiesta llena de alegría al mundo entero.
Él es la figura del padre, tan denostada en nuestra cultura actual, y tan necesaria al mismo tiempo para el equilibrio ecológico de las relaciones humanas, en la familia, en la sociedad, en toda comunidad humana. Por eso, en esta fecha honramos a nuestro padre de la tierra, el que junto a nuestra madre ha formado el nido de nuestra familia, donde hemos nacido los hijos. San José es el padre que inspira toda familia humana, que quiere construirse según el modelo de la santa familia de Nazaret, según el modelo de Dios para el hombre. Felicidades a los padres de familia.
San José es el esposo fiel. Ninguna mujer del mundo se ha sentido tan querida como lo ha sido María por su esposo José. Un amor generoso, gratuito, totalmente oblativo. Él no ha buscado nunca su interés, su capricho, su gusto. Él siempre ha estado para complacer a su esposa en la misión común que ambos recibieron de acoger al Verbo hecho carne. Un esposo así no se encuentra fácilmente. San José es un ejemplo y estímulo para los esposos en la relación con sus esposas. Que no le falte a ninguna esposa el amor incondicional y fiel de su esposo, y que todos los esposos encuentren ese amor recíproco en sus respectivas esposas.
San José es patrono de la buena muerte. Cuando nos llegue, tengamos con nosotros a Jesús y a María, como los tuvo él. Una vez que Jesucristo ha vivido el trance de su muerte redentora, ya nadie debe morir en soledad. Tendrá siempre a su lado a Jesucristo, que le precede y le acompaña; tendrá siempre a su lado a María a la que invocamos como madre. Así lo pedimos a san José, para el momento decisivo que a todos nos llegará. Una de los momentos más duros de la reciente pandemia es la cantidad de personas que han afrontado el momento crítico de su propia muerte en la soledad más absoluta, privados de todos los suyos. Muchos de ellos nos han dado el precioso testimonio de esta compañía espiritual que no les ha faltado.
Y san José es patrono de las vocaciones sacerdotales, como os decía en la carta de la semana pasada. Tenemos esta necesidad urgente y perentoria, necesitamos sacerdotes para nuestras diócesis y para la Iglesia universal. Pidámosle a san José que nos eche una mano en el asunto. Él entiende de esto. A él le ha encomendado Dios el cuidado de Jesús, el sumo y eterno sacerdote de la nueva alianza. Que siga cuidando de los formadores del Seminario y cuide de todos los que son llamados al sacerdocio. Dios sigue llamando, porque cuida de su Iglesia, pero a muchos no les llega la llamada por las interferencias de otros ruidos en las que vivimos. Y otros tantos sienten dificultades en la respuesta, y necesitan apoyo de toda la comunidad cristiana.
La renovación de la Iglesia vendrá por la santidad de los sacerdotes y por el fervor de los Seminarios, repetía san Juan de Ávila. Esto no es ningún clericalismo, es la naturaleza de la Iglesia, que Cristo ha fundado sobre el cimiento de los apóstoles. El sacramento del Orden constituye en sucesores de los apóstoles a los obispos y, en su medida, a los presbíteros, colaboradores de los obispos. Sin sacerdotes no hay Iglesia, no hay Eucaristía, no hay evangelización completa. Pidamos insistentemente al Dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies, que es más abundante hoy que nunca. No busquemos alternativas, que no las hay. Pedimos sacerdotes según el corazón de Cristo. Que san José nos alcance muchos y santos sacerdotes para nuestro tiempo.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba.