Dos días antes de morir, Mercedes Sosa recibió la unción de los enfermos (sacramento también llamado extremaunción) de manos de un sacerdote amigo, el padre Luis Farinello.
La muy querida intérprete, de profunda voz y raigambre popular, en buena parte de su vida circuló en ambientes artísticos y políticos muy ligados al Partido Comunista y a sectores de izquierda afines.
Quizá sean poco conocidas algunas manifestaciones suyas que revelaron un proceso de acercamiento a la fe católica de sus mayores, y una reconsideración de algunos enfoques, como el trato que se dio a la gente de fe ortodoxa en Rusia.
En una conferencia de prensa, en julio de 1999, en San José de Costa Rica, donde estaba en una gira centroamericana, Mercedes Sosa declaró haber encontrado a Dios, luego de atravesar un agudo proceso de depresión. "Estuve perdida y encontré a Dios", reconoció en esa ciudad.
Confesó estar saliendo de "un agudo proceso depresivo", que había comenzado varios meses antes y que en algún momento le impidió cantar pues "lo único que quería era dormir".
Entonces, declaró ante la prensa costarricense que los rezos de su familia y de muchas otras personas contribuyeron a su recuperación.
"Tengo tíos curas y tías monjas que rezaron por mí cuando estuve enferma. Vengo de una familia muy católica", dijo. A la vez, reconoció entonces que su proceso de encuentro todavía se encontraba "a medio camino".
En una ocasión, la intérprete cantó ante el papa Juan Pablo II en el Segundo Concierto de Navidad en el Vaticano.
El padre Farinello atendió a la madre de Mercedes, de fe católica arraigada en su familia tucumana, hasta su muerte. Allí, la artista empezó a mostrar fuertes inquietudes espirituales. Y le dijo al padre: "Cuando llegue el día en que esté así, no se olvide de mí".
A juicio del sacerdote, ella "fue madurando y abriéndose al misterio".
Mercedes cantó gratuitamente para la fundación del padre Farinello y sus chicos. Y le decía que "el hambre de los pibes es obsceno". Hace unos dos años le había pedido al sacerdote una imagen de la Virgen de Luján. "Siempre que hablábamos, conversábamos mucho sobre Dios y la Virgen de Luján", comentó él.
Cuando el sacerdote la visitó, la artista estaba inconsciente. El le dio la unción y sintió un estremecimiento. Le habló al oído. A su entender, "ella se conmovió". Y entiende que ante la muerte se ve eso: "Es entregarse a una ternura invisible, que uno presiente".
Jorge Rouillon, La Nación