Este miércoles 10 de agosto, parlamentarios de centro izquierda y de derecha acordaron modificar la actual Constitución en cuanto al quórum de reformas, rebajándolo de 2/3 a 4/7; sólo se opusieron los representantes del Partido Republicano.
En la práctica, esto significa dos cosas, ambas para el caso de que gane la opción “rechazo” en el plebiscito de 4 de septiembre. La primera: dado que el quórum de 2/3 protege el capítulo de reformas, diestra y siniestra podrán acordar un nuevo proceso constituyente bajo las condiciones que les parezca. La segunda: dado que el quórum de 2/3 protege el artículo 1° (sociedad organizada por familias y cuerpos intermedios, con Estado subsidiario) y el artículo 19 (libertades o derechos de las personas), diestra y siniestra podrán acordar reformas a la actual constitución. Ambos caminos tienen como punto de llegada, inevitablemente, una restricción de nuestras libertades en pos de mayores atribuciones para el Estado, o sea, los políticos.
Agrandar el Estado y quitar derechos a las personas son dos caras de la misma medalla y es la sempiterna aspiración de la izquierda, pero suponíamos que no era así para la derecha. ¿Por qué entonces esta cedió (una vez más)? Sus personeros dicen que es para demostrar que no es cierta la afirmación de que ellos nunca han estado dispuestos a modificar la Constitución. Pero todos sabemos que dicha afirmación es falaz; de hecho, la actual Constitución ha sido reformada 59 veces siendo modificados 257 artículos. Por lo tanto, el argumento de la derecha para la rebaja de quórum es una forma de validar la mentira de la izquierda (una vez más).
Pero lo más importante es que rebajar el quórum es entregar, tanto más tanto menos, los derechos que la actual constitución nos reconoce a usted y a mí, estimado lector. Y entonces me he quedado pensando en cuáles de mis derechos consagrados constitucionales van a ser sacrificados en el altar de la convivencia nacional, porque para dejar tranquila a la izquierda (cosa imposible pero la derecha nunca lo ha entendido ni lo entenderá) hay que restringir los derechos o libertades personales.
¿Será mi derecho a la vida (art. 19 n°1)? Porque la izquierda pretende, mediante la eutanasia, deshacerse de los viejos enfermos y yo llegaré a eso dentro de no mucho.
¿O será mi igualdad ante la ley respecto de los miembros de pueblos originarios (art. 19 n°2 y 3)? Porque para la izquierda los pueblos originarios (lo que sea que eso signifique, aunque tengo claro que yo, descendiente de castellano, no califico) son más iguales que yo.
¿O será el respeto a mi vida privada (art 19. n°4 y n°5)? Porque para la izquierda el espacio privado es ahora público y, por tanto, debe estar sometido al Estado (o sea, a ellos mismos, porque la izquierda siempre se impone a la derecha a la hora de competir por el poder). Y por alguna razón que escapa a mi capacidad de comprensión, a la izquierda le interesa sobremanera lo que yo haga con lo mío: mi trabajo, mis ahorros, mi familia, mis conocimientos, mi libertad, mi forma de hablar… He llegado a pensar que tal vez lo que la izquierda quiere es que desaparezcan los adjetivos posesivos “mi” y “mis” y que toda esta revolución tiene un fin meramente semántico. Quién sabe.
¿O será mi libertad de conciencia y religiosa (art. 19 n°6)? Porque para la izquierda la religión es fuente de opresión y opio del pueblo y ella, tan preocupada por mi felicidad, quiere que sea yo libre de toda la verdad, bien y belleza que me aporta mi fe católica.
¿O será mi libertad de acceso a las acciones de salud (art. 19 n°9)? Porque los izquierdistas quiere eliminar el actual sistema de seguros privados (Isapres) y enviarme a un sistema único y público, aunque ello implique atiborrar aún más el actual. Tal vez su intención es favorecer la interacción entre “ricos” (quienes tenemos seguro privado) y “pobres” (quienes no lo tienen) y, como no saben que el sistema está colapsado porque no lo usan, no se dan cuenta que ello perjudica la celeridad en la atención para todos.
¿O será mi derecho preferente sobre la educación de mis hijos (art. 19 n°10)? Porque para la izquierda los niños deben ser adoctrinados para borrar de la humanidad la diferencia hombre – mujer (“estereotipo de género” se le llama en la propuesta de nueva constitución), ya que la ven como la principal fuente de opresión de las mujeres. O tal vez sea mi derecho a abrir un colegio (art. 19 n°11), porque la izquierda quiere imponer en los niños la nueva moral que hará de este un mundo más igualitario, integrado y feliz, y para eso necesita el control total de los centros de educación.
¿O será mi derecho a hacer empresa en forma preferente al Estado (art. 19 n°21)?
Porque para la izquierda los empresarios son seres pervertidos por la propiedad privada y el afán de lucro, incapaces de generar empleos, productos y servicios que sirvan a todos los chilenos.
En realidad puede ser cualquiera de mis derechos, e incluso todos. Porque la siniestra está llevando a cabo una revolución cultural que implica eliminar las libertades personales, mientras que la diestra está convencida de que puede frenar esa revolución recurriendo al marketing político como quien juega ajedrez (según me argumentó una parlamentaria de sus filas), so pretexto de darle “gobernabilidad” al país. Pero bien sabemos que la gobernabilidad consiste para la derecha en mantener sus cuotas de poder y, para ella, la entrega de nuestras libertades es un “justo precio”.