Igual que ver al Abominable Hombre de las Nieves. Así de raro es encontrar noticias en los medios sobre la masacre de cristianos que tuvo lugar el día de Pentecostés en Nigeria. Ni siquiera me enteré de ella hasta un día después y apenas he podido encontrar información al respecto. Hoy jueves ya no se menciona en absoluto.
Es una historia terrible. Yo tengo muchos amigos de Nigeria que he ido conociendo a lo largo de los años. En mi época de pastor protestante, antes de mi conversión, trabajé con ellos a través del Consejo Internacional de Misiones y fue una bendición y un privilegio conocerlos y descubrir cómo es la verdadera alegría en Cristo.
Me rompe el corazón que tengan que experimentar estas tragedias en su vida y que haya sido así durante decenios. Si no nos enteramos de ello es, de nuevo, porque la prensa prefiere ignorarlo. Lo mismo hacen la mayoría de los opinadores progresistas. Como la culpa de la violencia islámica no es del colonialismo europeo, ni del gobierno norteamericano, ni de G. W. Bush, prefieren no darle importancia. Sé que tanto el Washington Post como Reuters o la CNN han publicado algunas noticias sobre estos temas, pero ¿alguien puede decir sinceramente que su reacción es comparable a la cobertura que dieron al tiroteo de la mezquita de Nueva Zelanda? Para decirlo haría falta un nivel monumental de negación de la realidad.
Por la experiencia de los cristianos nigerianos que he conocido, sin embargo, estoy convencido de que no perderán nada de su alegría. A pesar de las enfermedades, el hambre, la persecución y la muerte, están entre los cristianos más alegres y caritativos que he visto en mi vida. Aún recuerdo cuando mi querido amigo Joseph, que en paz descanse, conoció a mi padre. Mi madre y mi padre me visitaron en el seminario protestante y, cuando presenté a Joseph a mi padre, inmediatamente corrió hacia él y le dio un gran abrazo de oso, levantándolo del suelo. Cualquiera que conozca a mi padre no podrá evitar reírse al pensar en la situación.
En cualquier caso, recemos por estas víctimas olvidadas, cuyas penas y sufrimientos no son mencionados por los medios porque no sirven a sus intereses. Recemos por sus seres queridos. Recemos por la Iglesia universal. Y recemos al Señor para que nunca caigamos tan bajo como unos medios que miden la caridad y la compasión según lo útiles que sean para sus fines políticos.
Dave Griffey
Publicado originalmente en Daffey Thoughts
©Traducido por InfoCatólica