La necesaria autoestima personal y eclesial
Síndrome de «Los Increíbles» | © Pixar

La necesaria autoestima personal y eclesial

Siendo también muy problemática, se habla poco de la autoestima contingente. Se trata de la valoración positiva de uno mismo en función de la consecución de determinados logros y de la aprobación de los demás.

A partir de que William James, en el siglo XIX, hablara del autoconcepto y, por consiguiente, de la autoestima, ésta se ha ido convirtiendo en uno de los temas más populares y comentados de la psicología contemporánea. Si bien, muchas veces no se tiene un conocimiento adecuado de la misma, ni se sabe hacer la oportuna valoración del grado óptimo en que la autoestima resulta realmente un atributo beneficioso para la persona.

Es importante saber que el principal problema no es siempre el déficit de autoestima, y que una imagen sobrevalorada de las propias cualidades, virtudes o posibilidades, puede acarrear serias dificultades en el ámbito laboral, afectivo o simplemente relacional.

La baja autoestima se caracteriza por sentimientos negativos de inferioridad, falta de valía, inseguridad y autodesprecio, junto al convencimiento de inutilidad. Estas personas son despiadadamente críticas consigo mismas, por lo que les acompaña una sensación constante de frustración. Esta autopercepción distorsionada y devaluadora del propio yo, suele tener su origen bien en experiencias tempranas de abuso o abandono, o bien en ambiente de excesiva exigencia y criticismo.

Las consecuencias de la falta de autoestima son demoledoras para el comportamiento humano, ya que la persona actuará de manera temerosa, incluso evitará llevar a cabo muchas acciones por miedo a la crítica o al fracaso. Su inhibición le impedirá además poder defender legítimamente sus propios criterios y principios. La vulnerabilidad psicológica que genera la falta de autoestima facilita el desarrollo de numerosas patologías.

Siendo también muy problemática, se habla poco de la autoestima contingente. Se trata de la valoración positiva de uno mismo en función de la consecución de determinados logros y de la aprobación de los demás. Estamos, pues, ante una autoestima frágil e inestable porque necesita validarse continuamente e introduce a la persona en una peligrosa dinámica de rivalidad, competitividad y envidia; lo que origina, consecuentemente, un incremento notable de la ansiedad y el estrés. Aunque en algún momento pudiera servir de estímulo motivador, sin embargo, es una trampa, toda vez que exige asumir los valores sociales de prestigio, fama, éxito y triunfo. Todo lo que sea no reconocer la valía inherente e incondicional de la persona, que viene dada fundamentalmente por nuestra condición de ser hijos de Dios, no por nuestros méritos y logros personales, acabará provocando problemas de autoaceptación.

Sin entrar directamente en el narcisismo que, como patología, requiere un estudio independiente, que ya abordaré en otro momento, sí conviene señalar los graves inconvenientes que conlleva la sobrevaloración de sí mismo. El primero, que se desprende automáticamente de este hecho es la minusvaloración de los demás. Ciertamente la lógica mundana establece que se alcanza mayor precio despreciando a los otros. Una autoestima sobredimensionada procura evitar cualquier información que ponga en duda la autoimagen favorable, impide el reconocimiento y rectificación de los errores e incluso distorsiona la realidad para hacerla congruente con su propia visión de las cosas. Se está persuadido de que la culpa siempre es de los demás. La hinchazón de la autoestima provoca que se reaccione con ira ante cualquier crítica, particularmente si el individuo siente amenazado su estatus o su imagen pública. Aparte de que la excesiva seguridad en uno mismo puede llevar a desarrollar comportamientos de riesgo y conductas negligentes.

Si en otro tiempo pudieron predominar actitudes eclesiales de prepotencia o vanagloria, en la Iglesia actual no es esto algo generalizado, aunque nos podamos encontrar casos individuales, que corresponden a la cuota estadística de las patologías anejas. No obstante, sí vemos con preocupación cierta corriente eclesial que se empeña en agradar al mundo a toda costa, como si la valía de la Iglesia y del mensaje que transmite dependiera de su mayor o menor aceptación por parte de la gente. La autenticidad de la fe siempre ha quedado reflejada en la intensidad de la vivencia sobrenatural y en la fuerza del testimonio, más que en categorías numéricas o cuantitativas; siendo el incremento de fieles una consecuencia de la hondura espiritual, la coherencia de vida y la fidelidad doctrinal del cristiano, no al revés.

Con todo, el mayor problema hoy en día en muchos ambientes eclesiásticos es la falta de autoestima. La situación de acoso y humillación que vive en estos momentos la Iglesia, ha hecho que bastantes católicos se replieguen, adoptando posturas pusilánimes, temerosas y anodinas. Más graves son los casos en los que la indecisión, inseguridad y falta de confianza en los recursos y medios que aporta la propia tradición doctrinal, litúrgica y espiritual de la Iglesia, en orden a poder continuar su misión evangelizadora en el mundo, termina generando tal estado de confusión y perplejidad que resulta absolutamente paralizante. Una Iglesia amedrentada, que no sea capaz de proclamar fiel, nítida, completa y valientemente su fe, defendiendo además de forme clara y rigurosa su modelo antropológico y ético, no podría esconder bajo capa de falsa humildad, lo que a todas luces sería una falta de convencimiento y de estima a su propia naturaleza y cometido.

 

Juan Antonio Moya Sánchez
Sacerdote y psicólogo

 

9 comentarios

Jose Moyano Gonzalez
Estimado Reverendo :
Muy bueno su articulo, si DIOS hubiera mandado el new Mandamiento ahora , en estos turbulento tiempos de la FÉ,, quizas hubiera cambiado, ligeramente, el orden de lo Entregado. :
1) Ámate a tí mismo (Autoestima a tope).
2) Ama al Projimo.
3) HACIENDO ESTOS 2 AXIOMAS,, ESTARÁS AMANDO A DIOS CON TODO TÚ ❤️.

Perdón, por mi ATREVIMIENTO , pero el hombre del siglo XXI, NO SE QUIERE, NI DESEA MEJORAR.,, VIVIENDO SOLO CON/PARA LO TERRENAL.
4/02/22 12:38 PM
Marian
Fantástico. Muy esclarecedor de nuevo, D. Juan Antonio nos hace caer en la cuenta una vez más de tantas realidades y problemas que se encuentran en todos los ámbitos, y a veces(o casi siempre) no nos percatamos. Gracias por invitarnos una vez más a la reflexión
4/02/22 12:39 PM
S. M. Ángeles C
Muchas gracias por compartirlo con nosotros
4/02/22 1:51 PM
EL PRESTE JUAN
Muy oportuno su artículo, don Juan, para estos tiempos. Pero a mí me sugirió otro, del cual tal vez nos pueda ilustrar en otro momento, que es el de la falta de valoración del clero por sus superiores. En este caso no es falta de autoestima, sino de estima a secas, que proviene de la falta de reconocimiento de su trabajo, y sus cualidades personales. Es frecuente oír que en la Iglesia no existe el equivalente a un Departamento de Recursos humanos, y como los nombramientos dependen de la sola voluntad del obispo, no existe ningún criterio objetivo de valoración de méritos. Con esto se da que hay notables casos de sacerdotes que están en parroquias o destinos completamente inadecuados para sus méritos y valores, lo mismo por exceso que por defecto. Se añade que no existe ninguna posibilidad de cambio a través de un mecanismo interno, todo es la pura discrecionalidad del obispo y sus vicarios. Todo esto hace que sean muy numerosos los casos de sacerdotes que caen en falta de esa autoestima de la que escribe hoy, suplida por una ascética de obediencia a la voluntad de sus superiores, que verdaderamente da pocos resultados y se trasluce en una dejadez y apatía pastoral.
4/02/22 1:58 PM
Pep
Es muy, muy importante la autoestima eclesial.
No contribuyen a ella los insultos continuos de las más altas magistraturas contra los católicos que somos "rígidos" (yo lo soy, e intento serlo cada día más).
4/02/22 9:06 PM
Antonio C. Cuadrado
Muy esclarecedor y súper fiel a lo que cotidianamente vemos en nuestro tiempo de sinodalidad. En ocasiones creo que hemos dejado a Dios en un rincón para poner en el centro nuestro ego cargado de taras y problemas emocionales.
5/02/22 12:38 AM
maru
Así es D. Juan Antonio. La Iglesia está amedrentada y tiene un complejo qué no digamos . Qué el Señor nos ayude!
5/02/22 4:22 PM
Fraileví
Muchas gracias.

Me parece un análisis muy detallado y razonado.

Creo que la falta de autoestima no debería venirnos por la falta de estima de los demás o, como en un comentario a este escrito se dice, por la falta de una justa valoracion de los obispos en el caso de los sacerdotes.
Si se tiene fe y si uno es consciente del Amor que Dios nos tiene hasta el punto de llamarnos hijos, no deberíamos necesitar la valoración de los demás.

La sociedad valora a las personas por lo que consiguen y esto se nos ha contagiado un poco dentro de la Iglesia. Hasta en Infocatolica se habla de quien consigue más comentarios. Y claro cuando estos seguimientos decaen puede venir la pérdida de autoestima o caer en la tentación de recuperarse "como sea."
Mientras vivamos en este mundo necesitamos una fe fuerte, suficiente para amarnos a nosotros mismos y al prójimo, no por lo que consigamos, sino porque somos hijos de Dios, no jornaleros.

Al menos, yo lo necesito.

6/02/22 8:48 PM
Rosa Maria
Excelente artículo, como todos los anteriores. Un espejo de lo que estamos viviendo actualmente.
6/02/22 10:21 PM

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