Todo el mes de junio está dedicado especialmente al Corazón de Jesús, porque en junio suele celebrarse la fiesta solemne del Sagrado Corazón de Jesús. Este viernes celebramos esta fiesta que viene a resumir todos los misterios de la vida cristiana.
El Corazón de Jesús es como el núcleo de todo el Evangelio: Jesús que vive, que habla, que enseña, que sana y devuelve esperanza, que perdona, que llama a seguirle. Con un corazón humano como el nuestro, que siente y padece, que se alegra y se conmueve, que ha experimentado la angustia del abandono y el consuelo hondo de Dios y de los hombres.
Jesús plenamente hombre, en todo semejante a nosotros sin pecado. Su persona es divina y, sin dejar de ser Dios, se ha hecho hombre como nosotros para caminar cerca de nosotros, junto a nosotros. Para hacernos hijos de Dios, partícipes de su herencia que es el cielo, ya adelantado en la tierra.
El Corazón de Cristo nos recuerda contantemente que Dios nos ama, que el único motor de su vida es el amor, nunca la venganza justiciera. El Corazón de Cristo nos está diciendo continuamente que Dios tiene corazón, que es sensible a nuestros sentimientos, que se emociona, se alegra, sufre, nos ama apasionadamente. Y en ese desbordamiento de amor, Dios ha encontrado rechazos, olvidos, ofensas por parte de los hombres. ¡El Amor no es amado!, decía con gemidos san Francisco de Asís.
San Juan de Ávila anunciaba: sepan todos que nuestro Dios es amor, en un contexto luterano en el que a Dios se le aplicaba la justicia vengativa. El Maestro Ávila nos invita a la contemplación de la pasión de Cristo, porque amó más que padeció y por la contemplación de la pasión llegamos a descubrir el calibre de su amor.
Cuando las personas más cercanas a Dios, los santos, se han dado cuenta de que el Amor no es amado y, a pesar de todo, continúa amándonos más todavía; que ese Amor está continuamente perdonándonos y continuamente reciclando nuestras ofensas, devolviéndonos más amor, brota en el corazón humano un deseo grande de reparar tantas ofensas, incluidas las propias, y de colaborar en la redención del mundo. Es lo que llamamos reparación. Se trata de devolver todo el amor que podamos a tanto amor como se nos ha dado, y al que muchas veces respondemos remolonamente. Se trata de restaurar con amor lo que con tanto pecado ha sido destruido o deteriorado.
Llegada la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, es momento de revisar nuestra actitud de reparación. Cómo devolver amor por nuestra parte al amor que nos tiene Jesús. Se trata de un compromiso de amar y de entregarnos más y más a ese Divino Corazón. Las prácticas de piedad en torno al Corazón de Jesús ayudan a mantener vivo ese fuego de amor: los primeros viernes con confesión sacramental y comunión reparadora; la adoración eucarística, donde el Corazón de Cristo está vivo y palpitante; las letanías del Corazón de Jesús; el fomento del apostolado de la oración, con el ofrecimiento de obras al comienzo de la jornada; la consagración al Corazón de Jesús, etc.
Las apariciones privadas a santa Margarita María de Alacoque (1675) en Paray-le-Monial impulsaron una gran devoción al Sagrado Corazón de Jesús: “He aquí este corazón que tanto ha amado a los hombres… y en reconocimiento no recibe de la mayoría sino ingratitud”. El Magisterio de la Iglesia y la Compañía de Jesús han explicado y ampliado esta devoción, que nunca pasará de moda, porque nos acerca el corazón de Dios en el corazón de Cristo y nos toca de lleno nuestro corazón humano. Junto al Corazón de Cristo está siempre su Madre santísima. Por eso, al día siguiente celebramos el inmaculado Corazón de María, que ha latido continuamente al ritmo del Corazón de su hijo Jesucristo.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba