La primera vez que oí hablar de la ideología de género, pensé, ante tal sarta de disparates, que mi interlocutor me estaba tomando el pelo. Cuando, a mi vez, me ha tocado explicar ante personas que me preguntan que qué es eso de la ideología de género, es decir gente que no tiene ideas preconcebidas, normalmente tengo que asegurarles que estoy hablando en serio y que no me estoy riendo de ellos.
Y es que, si nos fijamos bien, la ideología de género encadena los disparates científicos con las aberraciones morales.
Empecemos por el aspecto científico. La ideología de género transmite una burda mentira, ya que niega la realidad del ser humano como hombre o mujer. Como dijo Benedicto XVI: Según esta filosofía, el sexo ya no es un acto originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social sobre el que se decide autónomamente… Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear» (Discurso a la Curia Romana del 21 de Diciembre del 2012). Según esta ideología soy yo quien decide libremente si deseo ser varón o mujer, como si yo, varón, no tuviese el cromosoma Y y un aparato genital masculino, bien distinto del femenino. Ahora bien, si yo decido ser mujer, pues lo soy y se acabó, lo que no impide que si fuese más joven y me mandan a una cárcel de mujeres, pueda dejar a alguna embarazada, como ya ha sucedido. El colmo de la idiotez es que me contaron que le preguntaron a una embarazada si esperaba niño o niña y respondió: «No lo sé, ya lo decidirá cuando sea mayor».
Me parece también muy interesante lo sucedido en la clínica Johns Hopkins de Baltimore, donde el Dr. Money (Money es apellido) realizó numerosas operaciones de reasignación de sexo. Al morir este médico, se les ocurrió investigar a cincuenta transexuales tratados por el famoso médico. El resultado fue demoledor: ninguno de ellos había obtenido ningún beneficio con esos programas de identidad sexual.
El problema de esta ideología y sus afines es que, cuando lo que ellos defienden choca con la realidad, es la ideología la que tiene razón, no la realidad, mientras recuerdo que a mí me enseñaban en el Seminario: «contra el hecho no valen argumentos», que desde luego me parece mucho más serio. Y aquí no puedo sino recordar el famoso autobús de Hazte Oir con su eslogan «Los niños tienen pene, las niñas tienen vagina», pero que se oponía al políticamente correcto de «los niños tiene pene; los niños tienen vagina; las niñas tienen vagina; las niñas tienen pene»… Pregunto: ¿desde cuándo los niños tienen vagina y las niñas pene? Pues el citado autobús no pudo entrar en varias ciudades por políticamente incorrecto para vergüenza y ganas de hacer el ridículo de quienes tal cosa impidieron.
Acabo de leer en InfoCatólica que Martina Navratilova, la mejor tenista mundial durante varios años y lesbiana se opone rotundamente a que los transexuales participen en competiciones femeninas, pues afirma en contra de lo políticamente correcto: «Las reglas sobre los atletas trans recompensan a los tramposos y castigan a los inocentes». No hace mucho escribí en mi artículo en InfoCatólica «Necios» lo siguiente: «Creo que la tumba de la ideología de género va a ser el deporte femenino. Cuando se den treinta o cuarenta casos de transexuales que se llevan los medallas en los deportes femeninos, las mujeres, hartas que les roben sus medallas, se plantarán y dirán que el varón es varón y la mujer, mujer, y si alguien pretende otra cosa, que lo pruebe, que su palabra no basta». A Navratilova se le están uniendo muchas otras deportistas, por lo que este movimiento ya ha empezado.
Pero sobre todo lo que a mí más me asombra es sus ganas de combatir la familia. La destrucción de la familia, como dicen las principales ideólogas de este movimiento, es uno de los objetivos principales a conseguir. En esta línea Simone de Beauvoir afirmó: «no debe permitirse a ninguna mujer quedarse en casa para criar a sus hijos.La sociedad debe ser totalmente distinta. Las mujeres no deben tener esa posibilidad, precisamente porque si existiese, demasiada mujeres optarían por ella». Para nosotros el matrimonio y la familia son ciertamente el fundamento básico de la sociedad, su célula primordial, el núcleo fundamental de la convivencia humana, el lugar privilegiado para todos y muy especialmente para los niños, de aprendizaje de los valores morales, espirituales y religiosos, lo que permite crear el espacio adecuado donde el amor, la educación y el desarrollo integral de la persona pueden realizarse de la mejor manera posible.
Lo malo de estos disparates científicos es que, con frecuencia, van acompañados de la maldad. Detrás de la ideología de género, y como bien escribió el entonces cardenal Bergoglio, en Carta a las Carmelitas Descalzas de Buenos Aires, está el príncipe de este mundo, es decir Satanás.
Pedro Trevijano, sacerdote