La Vicepresidenta del Gobierno de España, María Teresa Fernández de la Vega, ha asegurado que "no ha habido una legislación sobre la interrupción del embarazo que no haya producido un gran debate en las filas propias y en las ajenas. Es razonable, incluso bueno y sano que lo haya si es con respeto". Y tiene razón doña María Teresa. Dada la cantidad de abortos que se producen en nuestro país, es imprescindible que se produzca un gran debate sobre esa gran lacra que convierte al salvajismo más cruento a cualquier sociedad civilizada que la padezca.
Lo que ocurre es que la consideración moral del aborto, como del terrorismo, como de la violación o los malos tratos, no depende de debate alguno. Eliminar la vida humana que se está desarrollando en el seno materno es un crimen tanto si la opinión pública de un país está a favor como si está en contra.
Como bien dice monseñor Sebastián en el último post de su blog en InfoCatólica “el embarazo no es una enfermedad. Por eso `abortar no es curar, es siempre matar´. Si resulta que tenemos derecho a matar a quienes alteran nuestro bienestar, terminaremos reclamando el derecho de matar a quienes nos molesten sean parientes, vecinos, acreedores, enfermos. Aberrante".
A la vicepresidenta del gobierno español habría que pedirle si está dispuesta a tener un debate abierto en una televisión, sea pública o privada, en la que se contemplen imágenes tanto de ecografías de embriones y fetos humanos como de abortos. Ya que vamos a debatir sobre lo que ella llama "interrupción voluntaria del embarazo", sepamos bien en qué consiste. ¿A que no se atreve? ¿a que no tiene el valor ni el coraje suficiente para contemplar con sus propios ojos aquello que piensa legalizar?
No es una cuestión de respeto a las opiniones contrarias, doña María Teresa. Es una cuestión de humanidad, de amor por la vida. Precisamente aquello de lo que usted y sus compañeros de gobierno carecen.