II. La revolución triunfante contra el cristianismo
1. La ideología
El nuevo Estado Revolucionario se levanto en base al nominalismo, al racionalismo y al positivismo difundidos por la Ilustración, cuyas ideas habían entrado ha formar parte de la mentalidad y cultura de buena parte de la aristocracia y la burguesía:
- Mediante en nominalismo se podía negar la capacidad del hombre para hacer actos libres y trascendentes con lo cual la libertad, la moral y la responsabilidad quedan anuladas, trasladándose a la sociedad y al Estado.
- Por la razón se explicaba todo, pero ésta es diferente en cada persona por lo que no hay bien ni mal, ni moral ni verdad objetivas. Por lo tanto para evitar el caos debería haber un ente que dijese qué es bueno y qué es malo, que es verdad y qué es mentira y según esto hiciese las leyes. Y correspondería al conjunto de la sociedad, por mayoría democráticamente elegida, la que decidiese lo que es bueno y malo, que es la verdad y la mentira y en base a ello hace las leyes. Los que se opusiesen y resistiesen serían intrínsecamente malos (por lo que habría que exterminarlos) o estarían locos (por lo que habría que encerrarlos).
- Mediante el positivismo no ya habría límite a lo que la razón humana mayoritaria demandase en cada momento si la capacidad técnica y científica lo posibilitase. Una sociedad regida por la razón democrática pondría sus esperanzas de progreso en la tecnología y ya nadie tendría derecho a poner moral ni control al avance científico.
Esta ideología posibilitó que el nuevo régimen nacido en 1789 tomase como enemigos a sectores sociales enteros, entre ellos los Cristianos y a la Iglesia Católica porque negaban –y seguimos negando- estas ideas. Los primeros gobiernos -monárquico y republicano girondino (moderado)- no consiguieron someter o incorporar a la Iglesia Católica al Nuevo Régimen, a pesar de los ataques y asesinatos (terror blanco). Por ello los siguientes gobiernos –republicano jacobino (desde 1793)- dieron nuevos pasos contra el cristianismo y declararon a la Iglesia Católica fuera de la ley. Para llevar a cabo el exterminio, el gobierno revolucionario formó dos comités: de salud pública y de seguridad general, encargados de realizar y ejecutar el terror de forma legal.
2. El terror
El terror significa crear una mentalidad y un ambiente de inseguridad que llegue a paralizar a las personas y a la sociedad para, así, poderla controlar. Terror ejercido tanto en el propio bando como hacia el bando enemigo. Esto es, violencia y represión revolucionaria e institucionalizada tanto en la retaguardia como en el frente.
El Sistema de Terror fue un procedimiento metodológico con dos objetivos principales: el exterminio de diversos sectores sociales y la instauración de la pedagogía del terror. Es la socialización del terror que va desde la tortura física a la psicológica y moral.
El simple hecho de ser un empresario o ser un intelectual o católico laico o de clero regular o secular, o maestro o funcionario de tibio sentimiento revolucionario, o agricultor o ganadero que buscase ayuda y protección de alguien que no fuese el Estado, podía convertirle en "carne de tribunal popular". Cualquiera podía acabar devorado por la revolución. Se contabilizan en París a 17.000 ejecutados con juicio previo en tribunal popular, pero a ellos hay que sumar las víctimas ejecutadas sumariamente sin juicio, más los muertos en las cárceles por tortura o por enfermedad y aquellos otros asesinados en las regiones católicas sublevadas como Bretaña, Languedoc, Provenza. Más de 50.000 víctimas fueron presas este tipo de terror revolucionario.
La revolución no se contentó con la acción exterminadora, pretendió construir un hombre nuevo comenzando por su más íntima esencia: su fe. La nueva fe debía ser la fe en el dios-Estado, único capaz de hacer al ser humano libre, justo y feliz. El dios-Estado debería seer el único referente del ser humano. Y el Cristianismo y la Iglesia Católica continuaron siendo el gran obstáculo. Perseguidos, los católicos tuvieron que recluirse en las catacumbas de sus hogares.
Al mismo tiempo se confiscaban las propiedades de la Iglesia y de los católicos, mientras que cualquier signo religioso era considerado antirrevolucionario y antipatriota. Se trató de una gran ofensiva de descristianización.
También se creó una red de “sedes sociales” (2000 en París) donde los vecinos de cada barrio debían inscribirse para así controlarlos. La sede social tenía comisarios de barrio que conocía y controlaba a los vecinos, sus costumbres, creencias y prácticas.
Junto a la red de sedes sociales se creó una red de escuelas públicas, no para educar y alfabetizar a la población -al pueblo llano- sino para construir nuevos niños y mentes revolucionarias.
Asimismo el calendario fue cambiado. Ya no habría santoral ni fiestas religiosas ni nombres cristianos. El domingo dejaba de existir. El nuevo calendario republicano fue adoptado el 24 de octubre de 1793. Significaba que la revolución daba inicio a una Nueva Era, y se adueñaba del tiempo dando inicio a un nuevo tiempo, y se adueñaba del espacio geográfico (la revolución debía extenderse fuera de Francia) dando inicio a una nueva reconfiguración de la geografía europea, y se adueñaba de la psique del ser humano creando al nuevo hombre revolucionario. Y todo esto la revolución lo hacía en nombre de la razón, de la humanidad y del bien.
El calendario tenía 12 meses de 30 días con seis años bisiestos. El año empezaba el día del equinoccio de otoño, en que la igualdad entre día y noche es perfecta. Los ideólogos y poetas construyeron un nuevo calendario rural dando a los nombres días de plantas, flores y animales y los meses según las tonalidades y características de las estaciones: vendimiario (de la vendimia) brumario (de la bruma), fridario (de las escarchas), nivoso (de las nieves), pluvioso (de las lluvias), ventoso (del viento), germinal (de las semillas), floreal (de las flores), prairal (de los prados), mesidor (de la recolección), termidor (del calor), fructidor (de los frutos). Al año 1793-1794 se le dio el nombre de año 1 de la Nueva Era de la Humanidad. Este calendario duró hasta 1806.
En julio de 1794 la Convención Nacional dio nuevos pasos para acabar con el cristianismo e imponer definitivamente la adoración al dios-Estado. Aprobó por aclamación que Dios no existía y seguidamente votó que el Universo estaba regido por el Ser Supremo (el Gran Arquitecto), y a él se le agasajaría con un día de fiesta nacional. El Ser Supremo estaba atendido por la por diosa Razón, a quien también se le dedicó un día de fiesta. Toda la Nación debería adorar y someterse al nuevo dios, a la nueva diosa y a su brazo ejecutor, el Estado.
Debemos ponernos en la piel de aquellas gentes ¿Quién estaba tan loco o era tan valiente para oponerse al nuevo mundo que estaba naciendo? Para el nuevo dios todopoderoso quien se opusiese a la Nueva Era o era un loco o un malvado. Si era loco se le debía encerrar o eliminar por loco, y si era un malvado por malvado.
Por desgracia todo esto es ocultado en muchos los libros de historia y ni mención de ello se hace en las aulas. Hoy en día se sigue enseñando las supuestas glorias de una revolución francesa que dio inicio al mundo contemporáneo y a lucha y ansias de la libertad, de justicia, de democracia, de igualdad.
Antonio Ramón Peña Izquierdo, Dr. Historia Moderna y Contemporánea.
