Cuarentena y cuaresma son dos palabras que tienen la misma raíz. Las dos remiten al número cuarenta. Cuarenta días de aislamiento. Cuarenta días de intensificación espiritual.
A nadie escapa que la vivencia de la cuaresma ha decaído enormemente. Considero providencial que la cuarentena coincida precisamente con la cuaresma. Puede ayudarnos a aprovechar intensamente este tiempo de gracia. Y ello a través de los tres poderosos remedios o eficaces medicinas.
Oración. La epidemia nos lleva a acudir a Dios para que ponga fin a esta calamidad. La cuarentena es una oportunidad para buscar a Dios, para darle el lugar que le corresponde en tu vida. Tienes más tiempo libre: ora. Lee la Biblia, escucha a Dios que te habla a través de ella. Lee obras que te ayuden a crecer en la fe y a cultivar tu espiritualidad. Conoce a los santos. Ora con tu familia. También en internet dispones de textos y subsidios que te pueden ayudar.
Si no puedes acceder a una iglesia o capilla, sigue el consejo del mismo Jesús: «Entra en tu cuarto y ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto» (Mt 6,6).
Ayuno. La cuarentena nos impone el ayuno de viajes, diversiones, fiestas, fútbol, consumo de bebidas y comidas… ¡No caigas en la tentación de evadirte pasando las horas muertas en las redes o viendo noticias! La cuarentena nos hace caer en la cuenta de las necesidades artificiales que nos hemos creado: ¡de cuántas cosas no necesitamos! Unas son superfluas, otras incluso nocivas. La sociedad de consumo te ha hecho creer que no podías vivir sin todo eso, y te ha robado lo mejor de tu vida. Acepta este ayuno como una medicina profundamente curativa y purificadora.
Limosna. Alguno puede creer que al estar encerrado no puede vivir la caridad. Piensa en primer lugar en tu familia: sé servicial, transmite esperanza y consuelo, contagia alegría y buen humor.
Tal vez puedes llamar o escribir a alguien que sufre la epidemia, o se encuentra angustiado por el miedo y la incertidumbre, o ha perdido a alguno de sus seres queridos. Quizá puedes compartir tus alimentos con personas o familias que se encuentran en escasez y están pasándolo mal. Sal de ti mismo, olvídate de ti para pensar en los otros: la caridad es creativa. En lugar de encerrarte en tus problemas, tienes la oportunidad de dar lo mejor de ti mismo.
Y no olvides que tu oración puede ser tu mejor obra de caridad: por los enfermos, por los moribundos, por los abatidos y angustiados, por los fallecidos, por sus familiares…
Julio Alonso Ampuero