La profesión de fe de la Iglesia empieza von una sencilla palabra: «Creo». Esta profesión de fe la decimos en las Misas de los domingos y solemnidades, pero pienso que algunas de las verdades allí contenidas no son muy comprendidas por buena parte de los fieles. Hoy por ello quiero referirme a nuestra creencia en la Comunión de los Santos.
El YouCat, es decir el Catecismo para Jóvenes nos lo explica así: «146. ¿Qué significa la «comunión de los santos»?
De la «comunión de los santos» forman parte todas las personas que han puesto su esperanza en Cristo y le pertenecen por el bautismo, hayan muerto ya o vivan todavía. Puesto que somos un cuerpo en Cristo, vivimos en una comunión que abarca el cielo y la tierra.
La Iglesia es más grande y está más viva de lo que pensamos. A ella pertenecen los vivos y los muertos, ya se encuentren en un proceso de purificación o estén en la gloria de Dios. Conocidos y desconocidos, grandes santos y personas insignificantes. Nos podemos ayudar mutuamente sin que la muerte lo impida. Podemos invocar a nuestros santos patronos y a nuestros santos favoritos, pero también a nuestros parientes difuntos, de quienes pensamos que ya están junto a Dios. Y al contrario, podemos socorrer a nuestros difuntos que se encuentran aún en un proceso de purificación, mediante nuestras oraciones. Todo lo que cada uno hace o sufre en y para Cristo, beneficia a todos. La conclusión inversa supone, desgraciadamente, que cada pecado daña la comunión».
La expresión comunión de los santos puede tener dos sentidos en la Iglesia: Uno, comunión en las cosas santas, es decir participamos en los mismos bienes espirituales, como pueden ser tenemos la misma fe, es decir participamos en la fe de la Iglesia recibida de los Apóstoles, tenemos los mismos sacramentos que nos unen con Cristo, recibimos las gracias del Espíritu Santo para el provecho común y estamos unidos en la caridad, repercutiendo nuestros actos buenos en ayuda a los demás, aunque también nuestros pecados dañan a la comunidad.
El otro sentido es que de la comunión de los santos formamos parte todas las personas que somos miembros del Cuerpo de Cristo: unos, los que peregrinamos en la Tierra, somos la Iglesia militante; otros, los que están en el Purgatorio en estado de purificación, son la Iglesia purgante; y el tercer grupo, los que gozan de la visión beatífica y de la felicidad eterna al haber alcanzado la plena comunión con Dios, son la Iglesia triunfante.
Pero bueno es saber que la diferencia y separación de los tres grupos no es tan radical como podríamos suponer, pues hay una comunicación de bienes espirituales. Los que vivimos en este mundo podemos recurrir a la intercesión de aquéllos, que por estar ya en el cielo, están más íntimamente unidos con Cristo y que no dejan de ayudarnos en nuestras dificultades. Por otra parte, con respecto a la Iglesia purgante es bueno rezar y ofrecer sufragios por ellos, porque «es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados» (2 Macabeos 12,46). Nuestra oración por los difuntos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.
La comunión de los santos abarca, por tanto, a los fieles de todos los pueblos y de todas las épocas, ya que por Jesucristo y en el Espíritu Santo nos unimos en una comunidad a la que pertenecen los fieles de todos los tiempos, que formamos parte del Cuerpo de Cristo, del que somos miembros, sin perder por ello nuestra personalidad, idea desarrollada sobre todo por San Pablo en 1 Cor. 12,12-27. No somos ni seremos como gotas de agua en un océano en el que se pierde nuestra propia personalidad, sino que ésta la seguiremos conservando aunque estemos disfrutando de la gloria eterna.
Pedro Trevijano, sacerdote