El próximo domingo tenemos, una vez más, elecciones. Es lógico que muchos se planteen hartos de tantas elecciones, el no ir a votar. ¿Pero qué dice el Magisterio de la Iglesia?: El Concilio Vaticano II nos afirma: «Recuerden, por tanto, todos los ciudadanos el derecho y al mismo tiempo el deber que tienen de votar con libertad para promover el bien común» (Gaudium et Spes nº 75). El no votar, salvo que haya razones bastante serias, es como mínimo una irresponsabilidad y, si tengo sentido común, no tendré luego derecho a quejarme.
El primer principio ético con el que nos encontramos es el de que hay que hacer el bien y evitar el mal. Por ello a la hora de votar, como católico que soy, no puedo prescindir de mis principios cristianos, ni tampoco que me considero y soy español y en consecuencia tengo que votar lo que considero más conveniente para mi Nación.
Actualmente, seguramente la mayor amenaza contra nuestra Sociedad es la Ideología Relativista, que niega el valor absoluto de la Verdad y el Bien, y de la que una de sus consecuencias es la Ideología de Género. «La Ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira» (Catecismo de la Iglesia Católica nº 1954). Una Sociedad que no distingue el Bien del Mal, la Verdad de la Mentira, como sucede en la nuestra, está expuesta a las mayores aberraciones. Me ha gustado una Nota publicada este 30 de Octubre por los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Valencia en la que ponen el acento sobre aquellos valores y derechos humanos que debemos proteger y así nos dicen, dirigiéndose a los políticos que salgan electos que promuevan, «el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección» (GS 26); y así sean defensores del matrimonio natural como comunidad de vida y amor conyugal, lugar natural del nacimiento de nuevas vidas, y de la familia, fundamentada en el matrimonio, célula básica de la sociedad; y para que respeten y garanticen el derecho originario y prioritario que asiste a los padres para educar a sus hijos según sus convicciones más profundas.
Otros valores que deben ser protegidos son la vida humana en todas sus fases, la paz, la convivencia, la concordia y el progreso de todos los españoles, la promoción de un orden económico justo, la lucha contra la corrupción, la protección a los más necesitados, la acogida e integración de los que por diversas razones viven entre nosotros procedentes de otros pueblos en busca de una vida mejor y más segura, la libertad religiosa individual y de las Iglesias y confesiones religiosas, que permita a las personas poder ejercitar y vivir su fe en privado y en público sin coacción.
Es indudable que no todos los Partidos son iguales y que hay algunos que son peores que otros, pues se distinguen por su odio a la Iglesia. Hay quienes presumen que la única Iglesia que ilumina es la que arde, mientras otros tratan de robar sus bienes a la Iglesia e incluso se permiten en plena campaña electoral añadir a su programa, como ha hecho el PSOE, la denuncia de los acuerdos Iglesia Estado, con lo que ciertamente no nos empujan a los católicos a apoyarles con nuestro voto.
Vivimos unos momentos no fáciles, en los que es evidente que en nuestro país y en buena parte de Europa y América muchos de los valores básicos están seriamente amenazados y debemos emplearnos a fondo para defenderlos. No nos avergoncemos de nuestra fe, sino proclamémosla, porque en estos momentos, si queremos una Sociedad mejor y más justa, no podemos facilitar la labor de aquéllos que intentan destruir nuestra Sociedad con sus ideas equivocadas.
Pedro Trevijano