Escribo estas líneas en la noche del 11 de Junio, día de san Bernabé, patrono de mi ciudad de Logroño, cuya fiesta se festeja a consecuencia de una victoria obtenida sobre los franceses el 11 de Junio de 1521, y que empezó a celebrarse ya al año siguiente. Recuerdo que hace ya muchos años, estaba preparando un examen con unos compañeros seminaristas norteamericanos y les comenté esto. Les hizo mucha gracia y uno de ellos me dijo: “Es como si nosotros celebrásemos con una fiesta religiosa el día D”. Más de una vez lo he pensado y creo que está bien que celebremos religiosamente los grandes acontecimientos de nuestra vida, y de hecho algunos de ellos como el matrimonio o la ordenación sacerdotal tienen un sacramento especial para ellos. También es lógico que celebremos algunos acontecimientos importantes como nuestro cumpleaños y los pueblos y ciudades algún hecho histórico, como haber rechazado al invasor. Los mismos norteamericanos tienen al general Patton que en la batalla de las Ardenas reunió a sus capellanes militares y les ordenó: “Vosotros a cumplir con vuestro deber, Necesito tres días de buen tiempo para que la aviación pueda intervenir. A rezar”.
Un patrono de una ciudad significa considerarlo como un santo protector y en muchas ocasiones es también un modelo de vida. En el caso de san Bernabé esto es fácil porque Hechos 11,24 nos lo describe así: “era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe”.
Esta frase creo que puede ser un buen programa de vida a todos los niveles. A nivel individual, si recordamos que el sentido de la vida es amar y ser amado y tenemos presentes dos frases que leí en Paul Ricoeur y que me llamaron notablemente la atención: “lo específico del cristiano es la esperanza”, y frente al desánimo, “siempre se puede hacer algo en cualquier situación”, es decir seamos luchadores que Dios espera de nosotros mucho más nuestro esfuerzo que nuestro triunfo. Parábolas como la del grano de mostaza o milagros como la multiplicación de los panes y los peces nos indican que Dios quiere nuestro esfuerzo pero que el resultado final se lo dejemos a Él, mientras en el plano social estos mismos días la campaña sobre la Renta nos recuerda la inmensa labor social de la Iglesia, obra de cientos de miles de personas dedicadas a hacer el bien, a pesar que con demasiada frecuencia lo único que reciben son zancadillas e intentar imponernos valores negativos como la cultura de la muerte con sus intentos de destruir la vida humana especialmente en su principio y en su final, las leyes antifamiliares como las que se intenta deshacer los matrimonios y familias y dificultar todo lo posible el que los padres puedan educar a sus hijos conforme a sus convicciones, es decir todo aquello que Benedicto XVI llama una y otra vez valores innegociables. En estos momentos está el problema de la ley que pretende hacer del crimen del aborto un derecho, consecuencia de la falta de valores y del relativismo moral de nuestros gobernantes y ya se está viendo que también quieren forzar nuestras conciencias obligando a los políticos a votar por disciplina de partido esa ley y todo hace suponer, y ya el cardenal Rouco lo ha tenido que señalar, que se intenta forzar al personal sanitario a realizar o colaborar con abortos, violación de derechos humanos a la que hay que contestar con un no rotundo, aunque el precio sea la cárcel o la pérdida de la profesión.
Es evidente que la situación actual exige de nosotros tener un profundo sentido social y una enérgica defensa de nuestros derechos, que son también los derechos de los demás, frente a las tentaciones totalitarias y antidemocráticas de nuestros gobernantes.
Por cierto, Patton tuvo los tres días buenos que necesitaba y ganó la batalla, la última gran ofensiva de la Alemania nazi. Y es que Dios no asiste pasivamente a nuestras vidas, sino que está constantemente interviniendo en ellas con su ayuda y sus gracias.
Pedro Trevijano, sacerdote