En un acto que nunca debió de haberse producido y que probablemente tenga consecuencias para los responsables de la Universidad "católica" de Notre Dame, Barack Obama abogó, en relación al aborto, a favor de una comprensión mutua entre los dos bandos.
El presidente de los Estados Unidos animó a todos a "trabajar juntos para que menos mujeres intenten abortar, a través de la reducción de embarazos no deseados y facilitando alternativas como la adopción". ¿Acaso ignora Obama que es en el campo de los provida donde ese trabajo se está produciendo desde hace décadas?
Cuando lo que está en juego es la dignidad de la vida humana, no caben componendas. Ni el aborto, ni la manipulación de embriones, ni la eutanasia pueden ser objetos de mercadeo político y social.
No se puede estar "un poco en contra" del aborto, como no se puede estar "un poco en contra" del Holocausto nazi o "un poco en contra" del terrorismo. No caben tibiezas ni lugares de encuentro entre los defensores de la cultura de la vida y los cómplices, como el señor Obama, de la cultura de la muerte. Si ha querido tender la mano para un acuerdo, se la rechazamos inmediatamente. No por nosotros, sino por los inocentes que mueren antes de poder nacer. La historia nos dará la razón y juzgará a los que han promovido o permitido la mayor matanza de nuestra era. Y si no lo hace la historia, lo hará Dios. Ese Dios en quien Obama dice creer.