Una de mis grandes preocupaciones es hacer frente a la diabólica ideología de género. Dentro de unos días, el próximo 23 de febrero, tendrá lugar en Madrid el I Congreso Internacional sobre Género, Sexo y Educación (#GenderAndSex). El asunto es de máxima actualidad, porque la mayoría de las comunidades autónomas han aprobado leyes LGTBI obligatorias, mientras que en el Congreso de Diputados se tramita otra. Podemos decir que, aunque la ideología de género arranca con Simone de Beuvoir en su libro «Le deuxième sexe», sus ideas se desarrollan a partir de Mayo 1968, realizándose una revolución en las costumbres de las que muchos, incluidos obispos, sacerdotes, médicos y profesionales que debieran estar al tanto, lo ignoran todo. Es curioso que en la Iglesia, cuando lo lógico sería que el grito de alarma surgiera primero en las bases y vaya poco a poco subiendo a los escalones superiores, la realidad sea la inversa, y son los Papas quienes estén haciendo sonar las alarmas. Hace muy pocos días leía en Infocatólica un artículo del cardenal Ratzinger de 1989 que parece escrito hoy.
Pero incluso en el campo puramente civil y en teoría lejos de la ideología de género se nos advierte de la que nos cae encima. Acabo de terminar de leer el libro «En defensa de España» del hispanista norteamericano Stanley G. Payne, Premio Espasa 2017. Me ha gustado especialmente el último capítulo, titulado «Los españoles del siglo XXI ante su Historia» y cuyos apartados son «El Posmodernismo y el pensamiento único», «La creación política y la creación de nuevos conceptos» y «La controversia de la Memoria histórica». En los dos primeros apartados leemos: «Los jóvenes parecen estar dominados por el ‘presentismo’ y apenas hay interés real por el conocimiento del pasado»; «Igualmente importantes son las consecuencias de algunas doctrinas políticas como el posmodernismo y el nuevo progresismo de pensamiento único --también denominado ‘corrección política’-, que desde la década de 1980 tienen una influencia cada vez más destacada en la política española. El posmodernismo pone el énfasis en la relativización, en el subjetivismo, en el lenguaje y en la deconstrucción. Rechaza cualquier metafísica, así como la idea de ‘verdad’, porque se parte de la base que la verdad es relativa»; «Naturalmente, el posmodernismo no es una ‘versión’ subjetiva de las cosas, sino ‘la verdad’, aunque ésta no exista».
«Esta doctrina rechaza especialmente la civilización occidental, que ha pasado a ser el enemigo número uno»; «Esta ideología del ‘buenismo’ y de la corrección política es la más característica de la época contemporánea»; «Ninguna otra civilización ha proyectado una doctrina tan poderosa dirigida a su simple y llana autodestrucción. Probablemente es un producto tanto de la secularización de la sociedad como del posmarxismo cultural».
Uno no puede por menos de preguntarse cómo es posible que los disparates de las leyes LGTBI sean aprobadas por aplastantes mayorías, que en ocasiones llega a la unanimidad, en nuestros Parlamentos, aunque es un problema no sólo de España, sino de todo Occidente, lo que ciertamente no favorece el prestigio de la clase política. No respetar la Ciencia y el sentido común, es grave, así como lo es también el imponer ideas por el terror y las multas. A eso hay que llamarlo totalitarismo, no democracia.
¿Qué espero de este congreso? Supongo encontraré gente que me aporte sus experiencias personales y sus conocimientos científicos. Por supuesto confío que se defiendan los derechos de los que no somos LGTBI, pero también de los que lo son, es decir de todos. Que se respete el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones, como dice la Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos. Exijo que se respeten mis ideas católicas y mi visión del mundo y de la sexualidad, como yo he de respetar las de los otros. El homosexual tiene derecho a serlo, si así lo desea, pero también a intentar salir de ella, si así lo quiere. Y que se digan las verdades, y no se nos oculten, como sucede con la promiscuidad sexual y sus efectos para la salud, o con la violencia doméstica, que a ellos les gusta llamarla de género, cuando se puede calcular que por cada dos mujeres asesinadas, hay un varón víctima de esta violencia homicida. En pocas palabras, que se profundice en los valores humanos y cristianos, para hacer así mejor frente a quienes, al servicio del Diablo, intentan destruirlos.