«El deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia». Como respuesta a ese anhelo «el anuncio cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia». Con estas palabras comienza el Papa Francisco su exhortación apostólica Amoris laetitia (AL), dedicada al amor humano en la familia. Hay crisis, ciertamente, en este y en tantos campos en este cambio de época. Pero el amor humano es precioso y el Evangelio tiene una buena noticia para ese amor humano que se vive en familia. ¿Cuál es esa buena noticia?
En primer lugar, que Dios vive en familia, Dios es familia. Son tres personas –Padre, Hijo y Espíritu Santo- que se llevan maravillosamente, todo lo tienen en común. El Dios que nos ha revelado Jesucristo no es un Dios solitario y aburrido, lejano, inaccesible. No. Es un Dios amor, familia, comunión, cercanía, que ha abierto su círculo más íntimo para hacernos partícipes de esa felicidad a todos los humanos. Todos -sea cual sea nuestra situación, nuestra condición- tenemos un lugar en el corazón de Dios. Nadie se sienta excluido porque Dios lo ha traído a la existencia para hacerle experimentar ese amor eterno e infinito de Dios, para hacerle feliz.
Y a su imagen, Dios ha creado al hombre, «varón y mujer los creó» (Gn 1,27). «La pareja que ama y genera la vida es la verdadera «escultura» viviente capaz de manifestar al Dios creador y salvador» (AL 11). Cuando la ideología de género afirma que no hay diferencia entre el varón y la mujer y que cada uno puede elegir para sí lo que quiera en este orden de cosas, está ignorando esta realidad honda de la persona humana, que tiene arraigo bilógico, existencial e incluso religioso. Ninguna persona debe ser discriminada por su orientación. Todos tenemos un lugar en el corazón de Dios y de Dios nos sentimos amados, sean cuales sean las condiciones de nuestra vida. Pero ese Dios que nos ama ha trazado un plan para de felicidad del hombre, y nosotros los humanos no podemos enmendar la plana a Dios.
«La ideología de género –recuerda el Papa Francisco- niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Ésta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer… No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos creaturas, no somos omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don» (Papa Francisco, Amoris laetitia, 56). He aquí uno de los retos más importantes en el campo de la familia hoy.
Y junto a esto, el invierno demográfico, es decir, los pocos niños que nacen en España. Llevamos décadas con uno de los índices más bajos del mundo en la natalidad, y este dato está pasando factura ya a nuestra sociedad. Si una sociedad no es capaz de transmitir la vida a la generación siguiente, es una sociedad que fracasa en una de sus tareas fundamentales. Son muchos los factores que concurren en este cataclismo, no depende sólo los esposos. Están las autoridades con sus planes de gobierno y de ayuda a las familias en todos los aspectos, está la sociedad entera con su mentalidad a favor o en contra de la vida. ¿Qué programa de gobierno será capaz de estimular a los esposos a ser generosos en la transmisión de la vida? Y en la tarea educativa que le acompaña.
La Sagrada Familia de Nazaret –Jesús, María y José- se nos presentan hoy como modelo de convivencia, donde el amor es el clima de relación de todos sus miembros. Pedimos hoy al Señor por nuestras familias, agradecemos a Dios haber nacido y crecido en una familia. Apoyemos todos la familia, que sigue siendo el nido del amor y el ámbito más valorado hoy en nuestros contemporáneos. Si nos acercamos un poco más al proyecto de Dios, seremos más felices en este campo tan vital de la familia.
Dios bendiga a nuestras familias, especialmente a los jóvenes que se casan o se van a casar en este año. Y a aquellos que han sido fieles durante 25 o 50 años, y lo celebran gozosos con sus hijos y nietos. Felicidades a todos.
Con mi afecto y bendición:
+ Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba