La vida nos importa, toda la vida. En cualquiera de sus tramos y en todas sus circunstancias. Es el don primero que se nos da por parte de Quien nos la regala: antes que cualquier otro talento se nos entrega la existencia como tal, con ojos abiertos de par en par, manos buscando el abrazo, y un corazón que aprende a palpitar con los latidos que nos hablan por dentro. Dios nos llama así en el primer instante, nos llama continuamente como en el momento primero. Y no deja de decirnos la palabra para la que nacimos, que aún siendo siempre la misma jamás se repite al pronunciárnosla Aquel que hace todas las cosas sencillamente diciéndolas. Sí, la vida importa como lo más precioso y lo más preciado por Dios que con sus manos de divino alfarero la forma del barro de todos los tiempos y de todos los espacios haciendo de cada ser una obra de arte única que llena de belleza inimitable y que rubrica luego con la firma de su maestra autoría.
Cada 21 de marzo da comienzo oficialmente la primavera. Pueden quedar atrás o guardar sus guaridas los signos del invierno lluvioso y nevado que ha sido algo más huraño con la luz del sol de amanecida. Pero resulta imparable que la vida se haga hueco por las estaciones de nuestras circunstancias con sus gozos y sus cuitas.
En esta primavera a flor de vida, hay una fiesta entrañable para los cristianos el 25 de marzo: la Anunciación a María y la Encarnación del Verbo. El arcángel Gabriel le trajo a aquella doncella el mensaje más decisivo de toda la historia, un anuncio que venía grávido de vida, encarnando humanamente a quien hizo el ser humano. Un sí que pendía en aquellos labios de joven mujer, del cual después tanto dependía. Aquel sí se pronunció, teniendo la misma palabra, idéntico argumento, que el que Dios creador utilizara en el principio de las cosas: hágase, fiat. Y al igual que al principio todo fue hecho desde el hágase en los labios creadores de Dios, así ahora María diciendo su hágase, su fiat, la nueva creación llegó recién nacida desde su entraña virginal nueve meses después de haber sido virginalmente concebida. Es una reflexión de primavera creyente, cuando la flor rompe su anonimato de semilla y brota con toda su potencia chistándonos despacio que tras ella vendrá el fruto siempre. Porque en ese día bendito, 25 de marzo, nueve meses antes de la Navidad, la Iglesia ha querido que también celebremos la Jornada por la Vida.
Estamos en unos tiempos en los que hasta la misma vida se pone en entredicho, y los hay que una vez más escenifican la única tentación que el hombre errante y errado ha sentido siempre: querer ser como Dios jugando a ser dioses. Les molesta la creación y llegan a odiarla hasta el punto de querer pervertirla de tantos modos en la ruleta de la confusión y en la noria del vale todo. Es la vida la que fuerzan con artificio artificial hasta desnaturalizarla del todo precipitando su orden y su armonía, su belleza y bondad, su mismo ser tal y como fue soñado y regalado por las manos creadoras de su Dios creador.
Este año tiene una particularidad especial en nuestra archidiócesis de Oviedo: la inauguración del nuevo Centro de Orientación Familiar (COF). Durante años nuestra Iglesia en Asturias ha acogido a personas que tenían necesidad de ser atendidas en las dificultades que comporta una familia. Es justo agradecer la labor realizada por quienes de modo pionero llevaron adelante esta impagable labor con verdadera entrega pastoral y desinteresadamente. Como una continuación se abren los locales del COF en Oviedo con la intención de acompañar no sólo la familia sino también la vida, especialmente en los primeros momentos cuando ésta se halle amenazada. Una buena noticia que nos llena de alegría y de esperanza.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, Arzobispo de Oviedo