Con frecuencia se cree que hoy todo es válido ante ciertos engaños que vienen provocados por la adivinación, la magia o hechicería, el espiritismo y otros métodos que alucinan pero pervierten a la persona que los acepta. Conviene tener mucho cuidado y saber ausentarse de estos métodos que deterioran lo sicológico y lo espiritual. Estas formas que acuden a la vida transcendente, que está en lo más hondo del ser humano, no deben aceptarse porque son modos o caminos profundamente nocivos. Cuando falta el sentido de Dios se llega a vivir otras experiencias que rompen lo más sagrado que hay en el ser humano. No seamos ingenuos o torpes puesto que está probado y muy probado que siempre los sucedáneos espirituales deshumanizan, dividen y trastornan a la persona.
Una de las prácticas más extendida es el espiritismo y es una práctica oculta por la que se evoca o trata con espíritus. Se cree que los seres humanos tienen la facultad de establecer contacto directo con los espíritus. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que el espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso de las medicinas llamadas tradicionales no legitima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo (nº2117). El daño que consigue el espiritismo es incalculable puesto que puede llegar a causar enfermedades sicológicas en las que la persona se siente atrapada y sin recursos normales de vida. Y desde el punto vista espiritual puede llegar a mostrar las artimañas del Maligno.
Hay un juego que es muy nocivo aunque aparentemente no lo muestre y es la OUIJA que es un tablero con las letras del alfabeto y otros signos que se utiliza en espiritismo para hacer deslizar un vaso o algún otro objeto con el fin de interpretar, a partir de sus movimientos sobre el tablero, un posible mensaje transmitido por los espíritus de los muertos. Y digo que es muy nocivo porque crea una situación de temor y miedo que posteriormente no deja dormir y se convierte en una obsesión que puede llegar a destruir la normalidad de la vida con lo que esto conlleva de pesadumbre, afecciones del mal y falta de identidad humana.
Aún recuerdo la experiencia que me narraba un muchacho después de haber realizado tal juego. Estaba aterrorizado y con reacciones de miedo-temor. No descansaba y perdía el sentido de lo más bello de la existencia. Los espíritus que él oía se convertían en sátrapas de su vida. Toda una patraña producto del espiritismo. Tuve que calmarle y hacerle entender que Dios es Amor y que quiere lo mejor para sus hijos, que Dios no es vengador ni menos dominante. Que somos dichosos si ponemos la confianza en el Señor (Sal 1,1). Le invité a que no siguiera con la evocación de espíritus puesto que le llevaban por caminos de perdición espiritual. Le propuse pertenecer a un grupo de fe cristiana y en consonancia con la vida comprometida con sus estudios. Recuperó su auténtica libertad.
Otro tema pero que va en parecida relación es la meditación transcendental. En el año 2011 el Papa Benedicto XVI calificaba como muy peligroso que se enseñe la meditación transcendental (Yoga, Reiki, Nueva Era) puesto que de estas experiencias provienen frutos que son muy amargos. El riesgo es que se puedan transformar en unos métodos autónomos de «redención» desprovistos de un verdadero encuentro entre Dios y el hombre. El precio de estas prácticas es perder la fe, la perversión de la relación hombre-Dios y una profunda desorientación del ser humano. Estamos en un momento muy propicio para seguir ofreciendo el Evangelio como la mejor medicina espiritual y que tanto sana la interioridad del ser humano. Solo desde el amor de Jesucristo Salvador se puede vivir la armonía personal y social.
+ Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela