Es particularmente extraordinario el baile del periodismo peruano. No sé si es falta de creatividad o que muchos periodistas creen en esa frase nazi de que «una mentira dicha mil veces se transforma en verdad». Bueno, en palabras de Álvarez Rodrich sería «ideas idiotas que, de tanto machacarlas, pueden ser creídas por algunos» (Sí, lo siento, este periodista es incapaz de citar una frase conocida por todos sin meter una mala palabra de por medio, sólo para darle un toque suyo).
Por eso, cuando en la mayoría de medios nacionales se da cabida a tantos artículos con exactamente el mismo fondo, me huele raro: me huele a prensa mala. Y ahora en el Perú lo que se ha puesto de moda es que todos digan ilustradamente que no existe eso que llaman ‘ideología de género’ y que, además, no está presente en el Currículo Nacional de la Educación Básica.
Permítanme un ejemplo: Cuando en el cine vemos que espontáneamente un grupo de desconocidos se pone a bailar en sincronía al son de una música que surge mágicamente de nadie sabe dónde, un espectador híper realista y un tanto aguafiestas podría decir: ‘¡Bah, eso está orquestado! En la vida real eso no pasa’. Y lo más probable es que queramos callarle porque preferimos entrar en la ilusión de la historia. Sin embargo, eso no significa que el espectador no tenga razón. Así es: en la vida real lo espontáneo y natural se opone a lo artificialmente sincronizado.
Puede que alguien diga que peco de suspicacia o que soy un aguafiestas, pero yo prefiero pensar que soy este espectador híper realista. Ése que, sólo por un momento, sale del embrujo, suelta la canchita y la gaseosa, mira a sus vecinos con ojo crítico y dice: ‘este periodismo no es genuino’.
Un modelo magistral de lo que aquí comento es el mismo Augusto Álvarez Rodrich, quien en sus artículos «La idiotez de la Ideología de Género» y «La ‘Ideología de Género’ de Cipriani & Cía» habla textualmente de la «paparruchada del Cardenal Cipriani y de su grupo de atacar a eso que llaman la ‘ideología de género’». Y que, «a diferencia de lo que dice este cardenal, el currículo nacional no hace mención a ninguna ideología», sino que «eso solo está en la cabeza alucinada de este cardenal retrógrado e intolerante».
Más allá de que sea curioso que mencione la intolerancia quien habla de ‘idiotez’, ‘cucufatería nacional’, ‘yugo inquisidor’, ‘mangoneos’, ‘paparruchadas’, ‘cabezas alucinadas’ y ‘retrógrados’; lo más interesante es que, como todos los otros periodistas que afirman lo mismo, es alguien tan ocupado que ni siquiera tiene tiempo para revisar la RAE antes de escribir un artículo. Bueno, por si a alguno le sobreviene un espíritu de responsabilidad periodística, aquí les ahorro el trabajo de buscarlo en el diccionario:
«Ideología: Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.»
Mastiquémoslo un poco: una ideología no es un documento formalmente redactado que inicia diciendo «Los aquí firmantes suscribimos que la ‘ideología de no sé qué’ es tal y tal». Una ideología no requiere un testamento oficial, pues es un «conjunto de ideas». ¿Esto qué significa? Que si Zutano cree que el proletariado está sometido por la burguesía, que por medio de la revolución se alcanza la superación, que el Estado debe velar por todos los medios por una igualdad material absoluta y que la propiedad privada es un mal que ha de ser eliminado; entonces, con toda razón, se puede decir que la ideología política de Zutano es comunista. Así no existiera ningún manifiesto comunista, Zutano lo seguiría siendo, porque una ideología es un conjunto de ideas, no es tinta sobre papel.
Y además, si volvemos a la definición, este conjunto de ideas caracteriza el pensamiento de alguien o de algunos. No es que sea necesario que Zutano haga profesión de su ideología para que ésta sea real. Por mucho que se encuentre mañana ante un juzgado fascista y afirme no ser comunista una y mil veces, su verdadero pensamiento (no lo que dice de boca para afuera) lo caracteriza e identifica con el Comunismo, así que sigue siendo comunista. Una persona tiene ideología comunista cuando cree en el Comunismo, como una ministra tiene ideología de género cuando cree en el género, por mucho que diga que no una y mil veces ante el juzgado de la opinión pública.
Pero, entonces, ¿cuáles son esas ideas que en conjunto identifican a alguien lo suficiente para que se pueda decir que tiene ideología de género? Básicamente, lo principal es el concepto mismo del género. El diccionario panhispánico de dudas asegura que «las palabras tienen género (y no sexo), mientras que los seres vivos tienen sexo (y no género)». En cambio, lo que identifica a la ideología de género va completamente en otra dirección: para ésta las personas, además y por encima de su sexo datado biológica y objetivamente, tienen un género, es decir, un rol subjetivo, adquirido y socialmente construido que no tiene por qué ser acorde con su sexo biológico, y que eso está bien.
Eso es lo esencial, luego se puede ir más a fondo como se puede ser más o menos socialista, pero el hecho mismo de aceptar ese concepto, esa idea, ya da pie a que se pueda hablar de ideología de género. Los géneros podrán ser dos (masculino y femenino), cinco (incluyendo transexuales) o cincuenta y seis, como algunos sostienen.
Esta idea clave suele además ir acompañada de otros dos paradigmas: la denominada liberación sexual y la desestructuración de lo que llaman patriarcado, que es la familia natural. En aras de estas dos ideas se desprenden el uso y reparto gratuito de anticonceptivos, la regulación de parejas homosexuales, el aborto como un derecho y el adoctrinamiento estatal de la sexualidad.
Por eso, es más que suficiente que un documento formule el principio básico de la ideología de género para que ésta se pueda identificar. Y el Currículo Nacional de la Educación Básica lo hace tal cual cuando tiene un numeral llamado «Enfoque igualdad de género» en el que dice que «Si bien aquello que consideramos ‘femenino’ o ‘masculino’ se basa en una diferencia biológica-sexual, estas son nociones que vamos construyendo día a día, en nuestras interacciones».
Miren, señores de la prensa peruana: líquido, blanco, en vaso, y salido de la ubre de una vaca. Nieguen lo que quieran, pero sigue siendo leche. Dénselo a un intolerante a la lactosa diciéndole que es agua con colorante blanco, a ver si por eso va a dejar de hacerle daño.
Porque me parece encontrar aquí una doble moral: que si el Currículo no menciona textualmente el término «ideología de género» y si la ministra dice que no la hay, entonces lo que importa es lo que dice, no lo que es; pero que si Chávez y Maduro dicen que el gobierno venezolano no es dictatorial, lo que ellos digan no importa porque priman los hechos. Que se le puede llamar a alguien «retrógrado» por mucho que él diga no serlo, pero no se puede hablar de «ideología de género» porque ésta no existe. Que insultar a diestra y siniestra es un derecho de libertad de expresión, pero hablar de naturaleza es un atentado de discriminación, y un largo etcétera.
Señor Álvarez Rodrich, su «idiotez de la ideología de género» parece no ser tanto un «invento de la cucufatería nacional», como usted afirma, sino una realidad evidente y demostrada. Usted dice que quien habla de ‘ideología de género’ «genera confusión» y «apela al miedo». No vaya a ser que quien «genera confusión» es aquel que dice que no existe lo que sí lo hace, y que quien «apela al miedo» es aquel a quien no le queda otro recurso que el insulto y la grosería para hacerse escuchar.
Javier Gutiérrez