En mi diócesis de Calahorra, si preguntas por una Carta Pastoral famosa de algún Obispo a una persona enterada, casi seguro te hablará de la Carta Pastoral de D. Fidel García Martínez “Contra algunos errores modernos”, de Febrero 1942, en la que D. Fidel emplea una página contra el comunismo y dieciséis contra el nazismo. Con ese antecedente es lógico que tuviese interés en leerme la Encíclica de Pío XI “Mit brennender Sorge” contra el nacionalsocialismo alemán. Mi asombro fue grande al darme cuenta que los párrafos que dedica al tema educativo, al que he dedicado buena parte de mi vida, son perfectamente aplicables, sin cambiar ni una coma, a la ideología laicista y su hija la ideología de género. Por tanto he llegado a la conclusión que en el terreno educativo nazis y laicistas eran iguales porque defienden lo mismo.
Es evidente que la ideología nazi es criminal, porque defiende el racismo más bestia y realizó los campos de concentración, legalizando también el aborto a partir de 1935; sin embargo también la ideología de género es criminal, porque como dice la “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II, “el aborto y el infanticidio son crímenes horribles” (nº 51), e incluso esa ideología lo considera un derecho de la mujer.
Pero hay campos en los que la ideología de género va más lejos que la ideología nazi. Dice a este respecto Mons. Francisco Gil Hellín, arzobispo emérito de Burgos, pero que cuando escribió en un folleto lo que sigue era todavía el titular:
“Al lector: A lo largo de la historia han existido muchas revoluciones. Sin salirnos de los últimos siglos, encontramos algunas de tanta envergadura y transcendencia como la revolución francesa, la revolución marxista y la locura nazi. Sin embargo, todas ellas palidecen ante la ‘revolución sexual’ que se inició en el famoso mayo francés, de 1968, la cual está en la base de la ideología de género, que describe el folleto que tienes entre manos. La afirmación no es exagerada, porque lo que se propone esta ideología, es difundir un tipo humano nuevo, otro modelo humano. Si triunfara esta revolución, llevaría consigo la abolición del matrimonio y de la familia, la abolición de la maternidad y la abolición de la religión”.
Fue una de las más grandes mujeres del siglo XX, la que fue primera ministra de Israel Golda Meir, la que en la muerte de Pío XII , declaró en la ONU en 1958: “Durante los diez años del terror nazi, cuando nuestro pueblo sufrió un espantoso martirio, la voz del papa se elevó para condenar a los verdugos y para expresar su compasión hacia las víctimas. ¡Hemos perdido a un gran Servidor de la Paz!”. Y Golda Meir de la cuestión judía sabía un rato. Pues esta misma mujer, declaró sobre la revolución sexual y el feminismo radical en una entrevista a Oriana Fallaci; «¿Se refiere a esas locas que queman los sostenes y andan por ahí desquiciadas y odian a los hombres? Son locas, locas. ¿Cómo se puede aceptar a locas como ésas, para quienes quedar encintas es una desgracia y tener hijos es una catástrofe? ¡Si es el privilegio mayor que nosotras las mujeres tenemos sobre los hombres!».
Es evidente que la abolición de la maternidad traería como consecuencia la desaparición de la especie humana, por lo que nuestras radicales piensan que la solución estaría en relaciones sexuales esporádicas que no implicasen sumisión al varón o, todavía mejor, las técnicas de reproducción artificial. No puedo por menos de pensar en los pobres niños a los que se quiere traer al mundo privándoles adrede de una familia en la que haya un padre y una madre que se quieran y quieren a sus hijos.
Pero como la mejor manera de imponer ideas es el terror, aunque no sea algo muy democrático, el Observatorio español contra la LGTBIfobia ha presentado varias querellas criminales contra varios Obispos por difundir la doctrina de la Iglesia y de los Papas, incluido naturalmente el Papa Francisco. De momento van perdiendo todas, como no puede ser menos porque el artículo 27-3 de nuestra Constitución dice. “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Lo que sí es muy lamentable que haya tantos diputados y senadores que voten a favor de las leyes de ideología de género, como si no tuviesen hijos o nietos que van a ser las primeras víctimas de su corrección política.
Pedro Trevijano, sacerdote