A lo largo de tres artículos, fuimos viendo qué es y qué valor tiene la nueva edición del Misal romano en castellano, para recibirlo como acto de entrega de la Iglesia que requiere acogida filial, valorando, al mismo tiempo, el Misal como fuente de espiritualidad que enriquece, indudablemente, la oración personal si los textos litúrgicos van también acompañados de nuestra meditación silenciosa y contemplación.
Pero la recepción de esta 3ª edición del Misal no sería completa si nos olvidásemos o ignorásemos las rúbricas, las normas de obligatorio cumplimiento para el desarrollo de la Santa Misa. Las rúbricas son, de algún modo, teología en acto, responden a un porqué, y evitan el capricho y la arbitrariedad de unos y otros, para crear unidad en la liturgia, unidad que es comunión eclesial. Sí, las rúbricas hay que cumplirlas y obedecerlas: es la Iglesia –nadie en particular, nadie por iniciativa propia- quien dispone cómo hay que celebrar. También en esto, «sentir con la Iglesia» y «sentir la Iglesia» es fidelidad a las rúbricas, obediencia fiel de hijos a la Iglesia madre.
La primera parte del Misal es un amplísimo documento que se llama Ordenación General del Misal Romano (: OGMR) donde se ofrece la teología del sacramento eucarístico y la normativa y rúbrica para su celebración. Este documento merece ser conocido y estudiado.
En esta tercera edición de la Ordenación General del Misal romano (: OGMR) se explican y se matizan muchas normas litúrgicas, se aclaran algunas rúbricas y se añade alguna más. Para ser fieles, hay que conocer estas rúbricas y, lógicamente, obedecerlas.
¿Novedades? ¡Algunas hay! Vamos a recorrer la celebración de la Misa[1]. La descripción la hallamos en el capítulo IV de la Ordenación General del Misal Romano, titulado «La forma de celebrar la Misa».
1) Rito de entrada
-En la procesión de entrada, si no hay diácono, el lector puede llevar el Evangeliario, pero no se lleva el Leccionario en procesión (OGMR 120).
-La antífona de entrada que figura en la Misa, si no ha habido canto, la puede adaptar el sacerdote a modo de monición inicial (OGMR 48; 31).
-Al llegar al presbiterio, el sacerdote y los ministros saludan al altar con inclinación profunda (no simplemente inclinación de cabeza); luego el sacerdote y el diácono besan el altar y si se usa incensario se inciensa primero la cruz y luego se rodea el altar (OGMR 49), destacando así en la incensación de la cruz cómo el altar es el lugar del sacrificio de Cristo.
-La absolución del acto penitencial («Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros…») no tiene eficacia sacramental (OGMR 51). Los domingos, sobre todo los de Pascua, puede hacerse la aspersión con agua (Ibíd.).
-Cuando se cantan las invocaciones «Señor, ten piedad» como parte del acto penitencial (es la tercera fórmula posible), se les antepone un «tropo» (OGMR 52), es decir: «Tú, que viniste… Señor, ten piedad».
-El texto del Gloria no puede cambiarse (OGMR 53).
-Insiste en una pausa de silencio tras el «Oremos» (OGMR 54) para que todos eleven sus súplicas en el corazón, y tras esa pausa de silencio el sacerdote «recolecta» esas oraciones recitando la oración colecta (de ahí su nombre).
2) Liturgia de la Palabra
Como indicaciones de esta última OGMR:
-La recomendación del tono general que ha de tener la liturgia de la Palabra: con sosiego, silencio, etc. (cf. OGMR 56, 45).
-La advertencia de que no es lícito sustituir las lecturas bíblicas y el salmo responsorial por otros textos no bíblicos (OGMR 57).
-Las lecturas se hacen desde el ambón y, salvo el Evangelio, por los lectores como oficio propio, no por el ministro ordenado (cf. OGMR 58-59).
-Precisa el modo de cantar el salmo y el Aleluya (cf. OGMR 61-62).
-Para el Evangelio, destacando su importancia, «los presentes se vuelven hacia el ambón» (OGMR 133), ¡todos mirando al ambón!
-El ministro de la homilía, siempre y exclusivamente, es el ministro ordenado: obispo, sacerdote o diácono, «pero nunca un fiel laico» (OGMR 66).
-Las preces: un solo lector las lee (OGMR 71), no un lector para cada petición. Las intenciones «sean sobrias, formuladas con sabia libertad, en pocas palabras» (Ibíd.). La oración con que concluyen las preces, el sacerdote la recita «con las manos extendidas» (OGMR 138).
Javier Sánchez Martínez
Delegación Diocesana de Liturgia - Córdoba
[1] Cf. LÓPEZ MARTÍN, J., “Celebrar la Eucaristía con el “Ordo Missae” de la Tercera edición típica del Misal Romano”, Pastoral litúrgica 279 (2004), 79-110.